El hecho que se pueda ampliar y consolidar eventualmente la participación democrática de las grandes mayorías (aquellas que invariablemente son excluidas sistemáticamente por los sectores dominantes de la sociedad) tendría que abarcar la posibilidad cierta que éstas accedan a un mayor nivel de igualdad social y de igualdad económica. Algo que, siendo utilizado como señuelo en muchos casos para atraer a las masas populares, le ha permitido -en primer lugar- a tales sectores revestirse de legitimidad, incluso con el tácito asentimiento de quienes, en algún momento, les han adversado desde un punto de vista clasista e ideológico; es decir, revolucionario. Para lograrlo, dichos sectores han contado siempre con recursos de adoctrinamiento (algunos subliminales y otros más abiertos) mediante los cuales buscan inculcar permanentemente en la gente una visión ahistórica, estática y desmemoriada. De este modo, se aseguran de sustraerle la conciencia histórica sobre lo que han sido a través del tiempo las luchas de resistencia y la conquista de sus derechos civiles y de sus más sentidas reivindicaciones. Algo que, indudablemente, exige de mayores análisis y proyecciones por parte de los sectores revolucionarios, contrariando así la idea -en algunos ingenua o indolente- en relación con la supuesta ausencia de propuestas realizables que tengan por norte la emancipación integral de la humanidad.
Más aún, ello exige descubrir y difundir todas las trampas ideológicas que encubren el mismo modelo de dominación, pero que ahora busca reajustarse bajo unos ropajes aparentemente más democráticos, incluso, revolucionarios y progresistas. A esto habría que agregar, por otra parte, la necesidad de una reflexión menos simplista respecto a lo que representa actualmente el imperialismo gringo en el mundo (ahora en su fase globalizada y más guerrerista), como asimismo la lucha de clases (minimizada y hasta ignorada adrede por aquellos que gobernarían en nombre de la revolución socialista, en lo que constituye un vacío ideológico que terminaría por favorecer, indudablemente, los intereses de quienes debieran ser completamente desplazados por las luchas populares en curso); especialmente en el contexto caribeño y latinoamericano. Es importante que se comprenda el momento histórico que nos está tocando vivir, no sólo en cuanto a lo local o nacional sino en el ámbito internacional, puesto que nuestras luchas particulares deben englobarse en una sola contra los grandes centros de poder imperialista que tratan de cercenar nuestras soberanías y derechos.
Ahora, dicha reflexión tiene que contribuir efectivamente a un rearme ideológico de nuestros pueblos en lucha, de manera que éstos dispongan de las herramientas básicas que les permitan emprender, evaluar y conquistar el destino de emancipación integral que tanto anhelan y tanto merecen. Esto pasa, ineludiblemente, por plantearse la sustitución (gradual o inmediata) de toda la armazón estructural y supra-estructural del tipo de civilización en que nos desenvolvemos en vez de creer que el mismo sólo requeriría de algunas reformas puntuales y de la buena voluntad de los sectores dominantes para hacerlo menos depredador de la naturaleza, menos excluyente y menos injusto de lo que es y ha sido éste siempre.-