El combate al contrabando es de vital importancia para el avance de la revolución bolivariana

Es competencia de todos los venezolanos comprometidos con la transformación de la sociedad venezolana

El gobierno bolivariano liderado por el Presidente Nicolás Maduro ha asumido, como debe ser, el combate al contrabando como una de sus prioridades, entendiendo que en las actuales circunstancias en que se desenvuelve el país, este flagelo constituye uno de los instrumentos que vienen utilizando los enemigos de la revolución bolivariana para socavar sus bases e intentar debilitarla, todo ello dentro del propósito estratégico manifiesto de propiciar su derrocamiento y extinción.

Fenómeno de vieja data

Por supuesto que se tiene claro que el contrabando en Venezuela es un fenómeno de vieja data, presente, prácticamente, desde el mismo momento en que se conforma la nación venezolana, con la irrupción de los europeos en el espacio vital que luego constituyó el territorio nacional.

Los españoles implantaron desde el comienzo, durante la conquista y, luego, en el período llamado colonial, el monopolio comercial, de tal manera que los colonos asentados en estas tierras sólo podían relacionarse, económicamente, con el mundo exterior, a través de la Corona española, que imponía, además, los términos de ese intercambio comercial, so pena de terribles sanciones para quienes violasen tales disposiciones. De allí que surgiera muy tempranamente, la relación comercial subrepticia, es decir, el contrabando, especialmente con los ingleses y holandeses, que garantizaban mejores precios y mayor y mejor variedad de productos. Esta fue una de las fórmulas tempraneras a través de las cuales se estableció la vinculación de la economía venezolana con el todavía incipiente sistema capitalista mundial.

Normal intercambio binacional

Relación que se perpetúo en el tiempo, particularmente, en las zonas fronterizas costeñas, por la cercanía de las islas caribeñas sometidas al dominio de los imperios europeos. Así mismo, luego se fue desarrollando una relación económica, cada vez más intensa, entre Venezuela y Colombia, en virtud de la interacción social y humana, en una extensa zona fronteriza con más de 700 km lineales, entre ambos pueblos que se fue complejizando en la medida en que la economía venezolana, con la explotación petrolera, pasó de ser, básicamente, agro-exportadora a una economía petrolera, rentística y con una relativa elevada condición importadora.

Propensión importadora que con relación a Colombia nos hizo receptáculo apetitoso no sólo de mercadería proveniente de ese país sino de grandes contingentes humanos colombianos y, a su vez, de otros hermanos vecinos países que buscaban en Venezuela mejores condiciones de vida que las que podían tener en sus lugares de origen. Pero, con todo, durante décadas la relación económica binacional descansaba en un intercambio normal de productos y servicios como ocurre en cualquier región fronteriza en el mundo. Es más, durante largos períodos ocurrió que los venezolanos se proveían cotidianamente de productos en el vecino país favorecidos por el diferencial cambiario del bolívar con relación al peso colombiano.

Nuevos factores perturbadores

Ahora bien, esta realidad, ha cambiado radicalmente a partir de nuevos factores perturbadores que no se corresponden con la relación histórica existente entre ambas naciones. Entre los que habría que destacar, la presencia del narcotráfico y el papel relevante que esta actividad delictiva comenzó a ocupar en el conjunto de la economía colombiana, en la que el tráfico-industria ( cultivo, producción y comercialización) de cocaína y marihuana se extendió por todo el tejido económico-social del vecino país, afectando, naturalmente, a la frontera, en la medida en que se comienza a utilizar el territorio venezolano, por parte de los carteles de la droga, como zona de tránsito obligado en la ruta de la droga hacia los grandes centros de consumo, ubicados en Europa y Estados Unidos.

Igualmente, la presencia de las bandas paramilitares, que surgidas como respuesta y mecanismo de defensa de los terratenientes colombianos frente a la acción de las organizaciones revolucionarias, se fueron extendiendo por la geografía de ese país hasta aposentarse en zonas de la región fronteriza, llegando a ejercer un real control sobre buena parte de ellas, en connivencia con unidades de las fuerzas armadas colombianas.

Todo ello se conjugó para que la frontera se convirtiera en pasto de cultivo para que prosperara un ambiente donde el secuestro, el sicariato, el cobro de vacunas, el robo de vehículos, la trata de blancas, el tráfico de drogas y, naturalmente, el contrabando se convirtiesen en fuentes de enriquecimiento y de acumulación de poder, alterando, de hecho la vida social de la población a los dos lados de la frontera.

La gasolina, negocio lucrativo

La condición de Venezuela como país petrolero, le ha dado, hasta ahora, la ventaja de que el precio de la gasolina y, en general, de los lubricantes derivados del petróleo sean los más bajos del globo terráqueo, muy por debajo de los precios internacionales que es como se cotizan en los países vecinos, particularmente, en Colombia, donde un litro de gasolina cuesta mucho más del 100% del costo que tiene en nuestro país.

De allí que el contrabando de la gasolina y de otros lubricantes se ha constituido en un pingüe negocio que les deja a quienes lo ejercitan fabulosas ganancias, incluso mayores que las que arroja el ya de por sí lucrativo negocio del narcotráfico. Con el agravante, que miles de personas tanto del lado colombiano como del venezolano se han volcado, como “pimpineros”, a la práctica del trasvase de los lubricantes en envases conocidos como pimpinas, creándose una sub-economía subterránea que lucra a mafias poderosas, beneficia a miles de personas pero le ocasiona una gran pérdida al Estado venezolano, que estimaciones conservadoras la determinan en la bicoca de 3 mil 600 millones de dólares cada año.

El bachaqueo contrabandista de extracción

Esta compleja situación fronteriza se ha hecho más complicada en los últimos años, cuando con el gobierno bolivariano, el pueblo venezolano comenzó a ser atendido a los fines de mejorar sustancialmente sus condiciones de vida y, para tal efecto, instrumentó, entre otras medidas, el subsidio a la alimentación, con lo cual los alimentos de la dieta básica y de otros productos necesarios para el desenvolvimiento de la vida cotidiana (medicinas, higiene, productos de limpieza, etc.) fueron regulados a precios económicos, poniéndolos al alcance de las grandes mayorías.

Productos básicos, cuyos precios guardan una grandísima diferencia con los productos similares, y tal vez de menor calidad, que circulan en Colombia; haciéndose, en consecuencia, sumamente rentable el traslado de dichos productos hacia el vecino país a través del contrabando de extracción, el cual utiliza como una de sus modalidades más recurrentes la práctica del “bachaqueo”, consistente en el traslado en motos, vehículos, bicicletas, a pie, de pequeñas cantidades de los productos objeto de contrabando pero, con tal regularidad, que la sumatoria totaliza cantidades bastantes significativas; aún cuando hay que dejar sentado que el grueso de lo contrabandeado lo hacen mafias organizadas en vehículos pesados a través de trochas improvisadas o caminos verdes y para lo cual cuentan, lamentablemente, con la complicidad de efectivos de la fuerza armada venezolana y de funcionarios desaprensivos de distintas instancias del Estado venezolano.

Tal situación está presente en los cuatro estados limítrofes con Colombia: Zulia, Táchira, Apure y Amazonas; pero donde se hace más patética es en el estado Táchira, en el que se han acantonado alrededor de 12 mil efectivos militares de los 17 mil que fueron movilizados, recientemente, hacia esa extensa zona fronteriza, como parte de la acción coordinada que el gobierno bolivariano está desplegando para enfrentar el contrabando de extracción que está afectando profundamente la economía y la tranquilidad del pueblo venezolano, según cálculos oficiales, por esta vía se extraen el 40% de los productos que deberían estar destinados a satisfacer las necesidades de los venezolanos; una verdadera sangría que hay que parar lo más inmediatamente posible, caiga quien caiga, como ha dicho el Presidente Nicolás Maduro y para lo cual se requiere el concurso efectivo de todos los patriotas venezolanos, lo que está en juego es, simple y llanamente, el futuro de la Patria Bolivariana.

La carga explosiva implícita

Porque, hay que tener claro, que esta situación, sucintamente descrita, tiene ribetes que trascienden, en mucho, lo meramente económico, para abarcar componentes de carácter político-estratégico referidos a la soberanía de la nación venezolana, a su estabilidad política y a la existencia misma del Estado.

En primer lugar, hay que señalar que en toda esta maraña fronteriza se hace presente la figura siniestra del ex-presidente colombiano narco-paramilitar Uribe Vélez, enemigo jurado de la Revolución Bolivariana, con fuertes nexos con la derecha internacional y con los círculos más reaccionarios del imperialismo estadounidense, dupla que tiene la definida decisión de acabar con el Proyecto Político Chavista tanto por lo que ha significado al interior de nuestro país como instrumento de transformación revolucionaria como por lo que ha proyectado hacia los pueblos de Nuestra América, y en general, para los pueblos oprimidos del mundo, con su mensaje liberador y de redención social.

En segundo lugar, es necesario destacar que con el contrabando de extracción además del lucro que indiscutiblemente reporta para quienes lo impulsan, también se pretende estimular y provocar un desabastecimiento de productos de la dieta básica de los venezolanos, con miras a crear la artificiosa impresión de la incapacidad del gobierno en procurar la satisfacción de necesidades elementales de la población. Es decir, está de por medio, contribuir a propiciar una situación de escasez pronunciada capaz de justificar acciones de factores internos de la ultra-derecha local, que teniendo como móvil la protesta social, pretendan caotizar al país y producir su desestabilización; ya lo intentaron recientemente con el fracasado plan guarimbérico de los primeros meses del año en curso.

Y en tercer lugar, sobre la base de esa pretendida desestabilización procurar el derrocamiento del gobierno constitucional y con ello coronar el ansiado objetivo de la derecha local e internacional de trastrocar la Revolución Bolivariana y Chavista, importándole muy poco si para ello tendrían que plantearse el desmembramiento del Estado venezolano, tal como ha ocurrido con la actuación imperial en otras regiones del mundo.

Como siempre en esos cálculos de la derecha, en el caso venezolano, se les escapa considerar la actuación del otro actor fundamental, en esta puesta en escena, la del pueblo venezolano, que ya ha cumulado tal grado de conciencia y de comprensión de lo que acontece en el mundo, gracias a la clarinada que significó Hugo Chávez, cuya respuesta en defensa de la soberanía de la Patria y de su gobierno no se haría esperar.

También hay el contrabando interno

El flagelo del contrabando, además, de la extracción vía fronteriza, también se manifiesta en su modalidad interna, es decir, a través del acaparamiento, a lo interno del país, de los productos para luego revenderlos a precios desmedidos, generando, igualmente, escasez y desabastecimiento, con la consabida zozobra y angustia en el seno de la población. Es otra modalidad pero que responde al mismo esquema desestabilizador y al mismo plan político, ni más ni menos, el mismo musiú con diferente cachimbo.

Hay toda una madeja de complicidad en esta modalidad de contrabando interno, que va, desde el empresario importador o el industrial, que aducen diversas razones para justificar el acaparamiento de los productos importados, con dólares preferenciales, o el desvío de productos aquí elaborados, hasta la práctica inescrupulosa de los funcionarios encargados de hacer el control o resguardo respectivo, que se hacen la vista gorda o facilitan la acción propiciadora del contrabando, pasando por los grandes y medianos comerciantes que acaparan los productos para revenderlos a otros dispensadores a mayores precios, incluyendo a algunos buhoneros, hombres y mujeres del propio pueblo que se prestan para la práctica especulativa revendiendo productos que han obtenido a precios preferenciales o regulados; haciendo la salvedad que en este último caso, es una cantidad relativamente pequeña de buhoneros los que así actúan pero que la prensa burguesa se encarga de sobredimensionar para atribuirle a este sector de trabajadores la causalidad de la ola especulativa y, con ello, intentar disminuir o esconder la responsabilidad de ciertos empresarios, agentes directos e inequívocos del plan desestabilizador por la vía del contrabando y la especulación.

Pueblo organizado y movilizado

En todo caso, hay una imbricada combinación de diversos elementos que se conjugan para generar la escasez y el acaparamiento de productos, donde el contrabando sea de extracción o el interno es un mecanismo perverso distorsionador de la realidad económica, concebido, en las actuales circunstancias, para desestabilizar el país. Propósito este que en ningún caso puede ser desconocido y frente al cual se impone la acción envolvente de todas las instituciones del Estado y del gobierno en su conjunto, particularmente de la Superintendencia de Precios justos, y en donde el pueblo organizado está llamado a jugar un papel estelar a través de la denuncia oportuna de los hechos o acciones enmarcadas en situaciones especulativas, de acaparamiento o de cualquier modalidad de contrabando y de la movilización permanente en apoyo y resguardo de la institucionalidad constitucional.

Esta es una tarea de primer orden en la que no debe caber ningún tipo de duda pues lo que está en el tapete no es otra cosa que el intento de derrocar al gobierno y acabar con la Revolución Bolivariana y Chavista, es decir, con los logros alcanzados por el pueblo en estos 15 años y con los sueños y esperanzas de ir construyendo cada día un mejor país, sustentado en unas relaciones sociales basadas en la solidaridad y en el amor o, lo que es lo mismo, plasmado en el socialismo, el socialismo del siglo XXI.


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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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