La expresión "lógica del capitalismo", la escuchamos y hasta la leímos desde muy jóvenes, allá en la orilla del Manzanares y envueltos en las pocas luces que de noche, muy temprano, pues no estaba de moda entre los jóvenes el ser noctámbulo, llegaban de los faroles de las plazas cercanas. Tiempos en que la brisa, a esas horas en mi ciudad oriental, era friolenta y demandaba abrigarse bien para no pescar un resfriado. Luego, con los años, la hemos seguido oyendo, leyendo y hasta escribiendo hasta nuestros días.
Todos los pensadores de la izquierda la utilizan con frecuencia; de donde según ellos, dentro de la conducta del capitalismos hay una lógica. El fundamento material de esa lógica está en los beneficios que el capital invertido debe producir. Se invierte un capital para reproducirlo, generar beneficios a partir de él, incluso apropiándose el capitalista de la beneficios del trabajador. Los capitalistas, más que hablar de ella, actúan en concordancia; es una regla inteligente que hasta se enseña en las universidades.
Esa lógica capitalista, que es lógica en cuanto debe producir renta, de lo contrario no habría lógica en una inversión para no acumular, se le tiene como algo que al mismo tiempo está en el ámbito del sentido común. Porque éste, también suele ser una percepción colectiva falsa y deforme, sobre todo cuando es una, llamémosle así para entendernos, imposición cultural del dominante.
El beneficio social por sí sólo que puede producir un "gasto", hecho por un capitalista, no tiene lógica, a menos que mediante otros mecanismos, como que lo invertido no sea suyo. De este carácter son los gastos en publicidad, la oferta "gratuita" de la imagen bondadosa del inversor, etc.
Muchas empresas, el lector sabrá identificar más de una, gasta dinero en campos deportivos y hasta "financiando competencias" en esa área; luego en publicitar por la construcción de esos espacios y la realización de esos eventos. Cualquier inocente, y ¡vaya que abundan!, cree a pie juntillas que esa empresa es altruista y por demás preocupada por el deporte. Gasta dinero a manos llenas "a cambio de nada", sólo por hacer bien. Visto así el asunto, se sale por completo de la lógica del capitalismo y los fines del capital. Un capital bondadoso, desinteresado. ¡Eso no tiene lógica! Además, hay personajes, como deportistas famosos, nada inocentes, porque cobran su actuación, se ocupan de decirle al público que en ellos cree, que esa empresa desborda de buena fe y desprendimiento.
Pero resulta, esto lo sabe todo el mundo, pero no lo racionaliza ni le coloca en sitio adecuado para juzgar como debe ser y evitar se le engañe, que esa empresa, descuenta esas "inversiones", lo relativo a la construcción de los campos, que le siguen perteneciendo como un activo más, la realización de las competencias y la publicidad falsa que se hace por todo eso, a lo que debe pagar al Estado por Impuesto Sobre la Renta. Es decir, que la empresa nada aporta, lo hace el Estado quien deja de recibir por concepto de impuestos las cantidades que la empresa invirtió para hacerse publicidad y ofrecer una imagen de bondadosa e interesada en promover el deporte o la cultura, según sea el caso. De paso, aumenta sus activos. Lo que revela, que en esa conducta engañosa, persiste lo relativo a la lógica del capital. Que el capitalista nada hace para perder ni beneficiar de gratis a nadie.
Además, el capitalista si sabe medir en dinero, cuánto ganó con aquella publicidad, acciones "altruistas y desinteresadas" y podrá saborearlo en los balances finales, cuando constate que aumentó su prestigio y más que éste, su volumen de venta. Más real para el bolsillo.
Pero esa lógica del capital, está en contradicción con la lógica de la humanidad toda, incluso a aquella de la cual forman parte los capitalistas. Para explicar este juicio, tomemos un sencillo ejemplo; el relativo a los aires acondicionados.
El aumento de la temperatura en todo el planeta, es el resultado de las actividades que el capitalismo ejecuta en grandes dimensiones y cantidades, para reproducir el capital y acumular más para seguir invirtiendo.
Ante tal circunstancia, se impuso la cultura del aire acondicionado; el aire de las pampas, nortes venidos de allende del mar y hasta de los bosques, disminuyeron, hasta se hicieron obsoletos y el ventilador pasó a ser un fósil; así se llenó el planeta de ofertas de aires acondicionados haciendo con ello un nuevo y gran negocio; carros, lanchas, aviones, aparte de viviendas demandan aires acondicionados; y todo espacio se cerró para reproducir el calor de manera que hubiese demanda para aquella nueva mercancía. Las nuevas viviendas, aún en espacios donde el viento sopla generosamente, se concibieron para que éste no entrase, pero si el calor y los productores de aires acondicionados pudiesen mover velozmente sus inventarios. Preguntémosle de eso a Fruto Vivas.
La lógica capitalista, tan formal y "de anteojito", se encarga de reproducir, aumentar, el calor en todas partes para que montemos aires acondicionados. ¡Es, además, como un absurdo! Se me ocurre comparar esta conducta, con aquella que se atribuye a los romanos en los banquetes, de vomitar para seguir comiendo.
Pero el aire acondicionado, usado de manera tan expandida y abundante, se volvió un exigente de mayor energía eléctrica, con todo lo que ello implica y al mismo tiempo en un agresor del planeta y causante del aumento del calentamiento global.
Invertir en más y más aires acondicionados, crear las bases para hacer que el humano no pueda prescindir de ellos, que les demande como cosa primordial, está en la lógica del capitalismo, forma parte de eso que ellos, engolando la voz llaman "progreso", porque ayuda a reproducir el capital, a ganar más dinero.
Pero esa lógica, como muy elemental que la gente fácilmente entiende, implica agrandar la capa de ozono, deteriorar más al planeta y en definitiva destruir las condiciones de vida de la especie humana. Somos como prisioneros que viajamos en el espacio en una nave que la amenaza esa lógica. ¿Cuál es la lógica? Pues seguir vendiendo más aires acondicionados y todo lo que haya que vender, no importa lo dañino que sea, para que los capitalistas engorden hasta que, por "lógica", el planeta reviente.