“Perdona/ su extravío. / No te encontraba, / y lo tenías/ en tu mano/ suspendido/ Tal vez/ los que tú levantas / necesitan errar/ antes de sentirse / Mas una vez / alojados / olvidan su rostro y viven/…”
(Rafael Cadenas, 1977,1996, Antología 1958-1983. Monte Ávila Editores. Caracas. P. 215)
La intención vertida al papel juega con la enigmática cadena de las causalidades, ya que la causa final (o destino a la que se dirige el proceso iniciado de la reflexión y crítica del pensamiento como potencia y acto) mueve, a su vez, la causa eficiente, material y formal, de acuerdo con la teoría de la acción de Aristóteles, (en Rosario Millazzo, 2011, Acción, intención y responsabilidad. UCV, Caracas); cadena que se desarrolla progresivamente hasta culminar en la acción que puede sacudir y romper la dinámica cotidiana en general guiada por la buena fe, de allí el desconcierto.
Una acción que se define en una elección moralmente valiosa es aquella que conduce a una acción excelente o, por lo contrario, en el caso de una acción que es una denuncia intempestiva en un contexto organizacional, trastorna el entorno, lo cual mueve a formular varias preguntas acerca de cuál podría ser la pretensión inicial que habría motivado su acción: ¿crear confusión o un clima organizacional propicio para lograr un objetivo pero en un marco de desasosiego?, que diría el poeta Fernando Pessoa. Pero al aproximarse a la intención, ¿por qué alguien puede hacer una elección así? Ponga Ud., la pragmática o evento referencial que tenga a bien… o sea de mayor atingencia y reflexionemos acerca de cómo es vivir moralmente en la revolución bolivariana sin extravíos.
O también, para seguir con Aristóteles, cabría preguntar desde cuál recóndito lugar del alma emergió ese sentimiento o deseo de señalar e increpar al otro, a quien como tal se le debe consideración, ¿del alma racional o de las pulsiones y los apetitos desordenados, alojados en el alma irracional? Ciertas entelequias discursivas que generan confusión en la estructura de una organización, ¿no son una acción fallida? ¿O hay que entenderlo como un movimiento intelectivo como expresión del pensamiento como potencia y acto?
Esto es, algo del presente que en el futuro inmediato se habría de transformar en otra cosa, una semilla en un árbol o cosa parecida bien constituida o por el contrario algo deforme, entonces “El grito de un ciudadano puede advertir de la existencia de un peligro encubierto”…
En ese sentido, si algo hemos aprendido con la Revolución Bolivariana es a valorar y comprender la importancia de la ética del discurso, la consideración del otro; ello aunque haya de definir aguas, el respeto debe prevalecer, decimos esto porque en estos últimos días hemos leído acerca de que el PSUV se divide, que este no oye a sus bases, que las estructuras formales no permiten el debate y otras cosas parecidas; también en otras organizaciones, las universitarias de las que se participa, hay inquietudes.
Dado determinados eventos no menos inquietantes, se ha podido advertir que las relaciones interpersonales están rotas, que los cambios institucionales en función de alcanzar una mayor calidad educativa, convivencia democrática y respeto se ven obstruidos por actitudes aviesas, y hasta eventos donde está presente la violencia, revisemos la prensa nacional y local para confirmar esa impresión.
En consecuencia, se producen eventos que dejan mucho que desear y al respecto un amigo nos increpa y dice: ¿qué hacemos entonces? ¿Nos dejamos guiar por los arrebatos? ¿Nos ajustamos al bueno de Platón y planteamos que la ignorancia es una de las causas del mal actuar? ¿Pero cuál ignorancia? Presumimos que no sea la docta ignorancia de Tomas de Cusa, sino la ignorancia simple o la ignorancia doble, a saber:
“…la causa simple, causa de culpas ligeras, y la ignorancia doble, según la cual a la ignorancia hay que agregar como factor productor, la presunción de sabiduría, es decir, el creer que uno sabe cuando en realidad no sabe”, (en Rosario Milazzo, 2011, Acción, intención y responsabilidad. UCV. Caracas., p. 59).
Habría que realizar un conjunto de reflexiones y actos de desagravio, porque en Venezuela se acostumbra señalar al otro, increpar y hasta descalificar, cuando en realidad se debería uno revisar y dejar de ver la paja en el ojo ajeno sino sacar la viga de los propios ojos, ¿qué no sería hacer bueno aquello de que lo cortés no quita lo valiente?
Como hemos escrito arriba, últimamente hemos leído, visto y hasta hemos hecho cierta observación participante sobre eventos que nos han llevado a expresar las impresiones que aquí se han vertido, pero aún no despejamos todas las dudas acerca de cómo es vivir en la revolución bolivariana para describir y comprender sus tendencias, para bien o para mal; como fuere:
¿Tendrá lectoría un texto como este? Ya que estas reflexiones no apuntas sino en la línea que destaca el poeta Rafael Cadenas (ob cit):
(…)”la literatura o la filosofía (son) inútiles en un mundo alucinado sólo por lo utilitario, un mundo en el que ocurre desde hace años un “eclipse del alma”, un mundo que ha olvidado la vida, ese tremendo misterio, por baratijas”, (Rafael Cadenas, ob cit., p. 246).
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