Al escribir Carlos Marx su ensayo biográfico sobre Simón Bolívar para la New American Cyclopaedia, aparecida en 1858, volcó una visión que contradice todo lo que se conoce del Libertador, sus campañas militares y sus verdaderos propósitos políticos, una vez que se lograse la completa emancipación del territorio americano respecto al decadente imperio español. Un mes después de publicada esta enciclopedia, Marx le confesaría a su camarada Federico Engels que “en lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico, pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque” (dictador haitiano que cometió desmanes en contra de su propio pueblo). Según tal apreciación, Bolívar resultaría ser un dictadorzuelo oportunista y demagogo que tuvo algunos golpes de suerte en medio del escenario de ignorancias, miseria y rivalidades durante la guerra independentista que lo erigieron en lo que conocemos de él hoy en día. Tanto así que Marx llega a calificarlo de “Napoleón de las retiradas” y recuerda el capítulo oscuro de la detención del Generalísimo Francisco de Miranda por parte del Libertador y otros oficiales patriotas, lo que hizo del Precursor un prisionero de por vida en manos de España.
Semejantes comentarios representaron un trago amargo y difícil de explicar para los marxistas latinoamericanos y, peor todavía, para los marxistas venezolanos. Según lo reseña Inés Quintero en su ensayo “Bolívar de izquierda. Bolívar de derecha”, esto “les dificultaba apropiarse limpiamente de un personaje sobre el cual su principal ideólogo había hecho juicios tan severos y contundentes, enajenándoles cualquier posibilidad de incorporarlo al panteón de verdaderos revolucionarios. Incluso, para complicar aún más el asunto, había algunos latinoamericanos marxistas que secundaban fielmente las opiniones de Marx”. Quienes reivindicaban a Bolívar, argumentaron que el camarada Marx simplemente se había equivocado, sobre todo, al confiar en lo escrito por enemigos declarados del Libertador, como el alemán Ducoudray Holstein, quien escribiera en 1829 un libro sobre su participación en la gesta independentista.
Gilberto Viera, Secretario General del Partido Comunista de Colombia, a finales de los años 30 del siglo pasado, publicó un tratado en el cual ubicó a Simón Bolívar en su condición de revolucionario al llevar adelante la Independencia y destruir los cimientos coloniales en nuestra América. En igual dirección se pronunciaría Carlos Irazábal con su obra “Hacia la democracia”, el primer análisis marxista de la historia venezolana, resaltando el apego bolivariano por la democracia sin eludir su propuesta de disponer de un Poder Ejecutivo fuerte, centralista y vitalicio, dadas las circunstancias difíciles que rodearon el nacimiento de las nuevas repúblicas. En esa onda reivindicadora se anotaron el cubano Julio Antonio Mella, en 1923, y el peruano José Carlos Mariátegui. Otro tanto haría la guerrilla venezolana de las décadas de los 60 y de los 70 al plantearse, con Douglas Bravo y Pedro Duno, la tesis de un marxismo-leninismo-bolivarianismo, con lo que Bolívar pasaba a tutelar la lucha por la liberación nacional y el socialismo en Venezuela, lo que, posteriormente, serviría de base para las insurgencias cívico-militares de 1992. Asimismo, Francisco Pividal, autor de “Bolívar: Pensamiento precursor del antiimperialismo”, determina con Bolívar el inicio de la lucha latinoamericana y caribeña contra el imperialismo yanqui.
Con todos estos esfuerzos valorativos de la personalidad y legado bolivarianos quedaba superado el equívoco ensayístico de Carlos Marx. Aunque éste se dejara llevar por su animadversión hacia El Libertador, producto de su radicalismo revolucionario respecto a la lucha de clases, viendo en Bolívar a un aristócrata ávido de fama y de poder, lo cierto es que esto no disminuye su estatura intelectual a favor de la humanidad oprimida. No obstante el criterio sesgado de Marx es indudable que Simón Bolívar simboliza –en la opinión y el sentimiento integracionista de una inmensa legión de luchadores revolucionarios, incluidos, por supuesto, los marxistas, que lo rescataran de las garras de la derecha conservadora- la manifestación más relevante de las luchas populares continentales, con sus errores y sus aciertos, tomando en cuenta, fundamentalmente, la creatividad con que supo enfrentar su circunstancia histórica, cuestión que Carlos Marx, a pesar de su sapiencia, no supo asimilar en su momento.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
¡¡Rebelde y revolucionario siempre!!
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