Aun hay quienes creen (a veces de una forma “sospechosamente” ingenua, quizás “demasiado” ingenua) que la revolución socialista bolivariana ya es un hecho en Venezuela. A ello se suma la propaganda oficial que da cuenta de esta “realidad” mientras que la práctica nos revela todo lo contrario. Ciertamente, el proceso revolucionario bolivariano socialista iniciado con Hugo Chávez no ha transitado un camino fácil, desprovisto de amenazas, confusiones y traiciones. Esto lo sabemos todos, dentro y fuera del país. A su favor podemos afirmar que -a partir de 1999- este proceso ha tenido que librar una batalla tremenda contra el bagaje cultural que arrastra consigo el pueblo venezolano desde el momento que se instauró el sistema de democracia representativa con predominio de grupos políticos y empresariales que lograron inculcarle su ideología al mismo tiempo que lo explotaran, manipularan y reprimieran sistemáticamente durante cuatro décadas consecutivas. En esta persistencia de un tipo de cultura que se remonta a lo hecho por los invasores europeos en nuestro actual territorio nacional se halla en gran parte el origen y las causas de las múltiples contradicciones que frenan el avance firme del proceso revolucionario bolivariano socialista, extendiendose a la manera como está estructurado y se conduce el Estado liberal-burgués vigente.
Así que la revolución bolivariana (para ser considerada como tal) debiera enfocarse en este aspecto trascendental y adoptar medidas pertinentes que contribuyan a modificar sustancialmente esa visión del mundo enraizada con el capitalismo y, en consecuencia, librar una revolución cultural permanente que influya en el nacimiento de la nueva conciencia revolucionaria que habría de caracterizar en lo adelante a venezolanas y venezolanos. Esto nos lleva, por supuesto, a un cuestionamiento general del modelo civilizatorio en el cual vivimos, lo que nos conduce, a su vez, (gústenos o no) a cuestionar seria y profundamente la existencia del capitalismo y proponer en su lugar un mejor sistema económico donde prevalezca el bien común, siendo abolida la plusvalía que va a manos llenas de los dueños del capital.
Esta circunstancia no supone que el pueblo venezolano, a pesar de las contradicciones, debilidades e inconsistencias habidas a lo interno del proceso revolucionario bolivariano socialista, esté en total desacuerdo con lo hecho por Chávez durante catorce años de gobierno. Sin embargo, sí hay que decir que el pueblo está muy consciente sobre quiénes son los dirigentes y los gobernantes del chavismo que no cumplen cabalmente con las directrices de Chávez. Esto no le ha impedido mantenerse expectante y dispuesto a asumir el protagonismo que le corresponde en la conducción y la construcción de una verdadera patria socialista. Es decir, contrariamente a los anhelos opositores y de alguna gente “revolucionaria” interesada en que esto nunca ocurra, existe en Venezuela un importante fermento revolucionario que sólo requiere expresarse orgánicamente, contando con liderazgos propios, extraidos de sus raíces y dotados de una conciencia revolucionaria que los haga inmunes ante las múltiples tentaciones del poder. El modo, uso y costumbre de la revolución bolivariana estaría, por tanto, perfilándose en dicho fermento, diferenciándose amplia y significativamente de lo que ha sido hasta ahora la política clientelar tradicional; razón de más para que revolucionarios y chavistas acentúen su responsabilidad ante la historia, esforzándose cada día para que la emancipación integral del pueblo de Venezuela se convierta en una utopía finalmente realizada.-