El índice de riesgo-país no es un instrumento de precisión. Son los intereses de los mercados financieros multinacionales los que inciden en esa “variable económica” post capitalista.
“El concepto de riesgo-país está asociado a la probabilidad de incumplimiento en el pago de la deuda pública de un país, expresado como una prima de riesgo”… “La forma utilizada, de manera generalizada y más frecuente, para expresar cuantitativamente la prima de riesgo, es la determinada mediante el exceso de rendimiento de los títulos soberanos en relación con un instrumento libre de riesgo, de características similares en plazo y denominación. Se considera al título emitido por el Tesoro estadounidense como el instrumento libre de riesgo, por excelencia”. (El Riesgo-País y sus Determinantes BCV 2000).
Es decir, es favorable siempre al imperio del capital. Es esencialmente un instrumento de control político y de manipulación de la opinión pública. Una parte de la sociedad política de la derecha representada en la MUD, dada su sujeción ideológica al neoliberalismo, cree que “los mercados” saben algo de economía, y por lo tanto –y para el bien de todos– recomiendan medidas para “resolver los problemas”: privatizar, liberar el dólar, menos Estado más Mercado. Estos sectores financieros locales ya reclaman achicamiento del gasto público y más políticas monetarias contractivas, es decir, muerte a las Misiones.
Recordemos: lo importante no es el índice, sino la interpretación. Por eso lo más relevante del riesgo-país es entender que es un instrumento de influencia política de los intereses financieros locales y externos sobre la opinión pública, los políticos y el resto de los interesados en invertir en Venezuela.
Lo lamentable es que los pseudos-empresarios a los que les ha ido muy bien en estos años –con ayuda del capital especulativo– se “desalientan” por el efecto “riesgo país” y el parloteo mediático de los voceros del capital financiero.
En esta histórica coyuntura internacional una sociedad no alienada debería ser capaz de reconocer sus propios intereses. La experiencia internacional enseña que parte de los costos de las crisis en el centro termina siendo pagada en la periferia. Ese sí es un riesgo cierto del que debemos ocuparnos.
