A la fecha, la revolución bolivariana tiene (en apariencia) bien localizados a quienes resultarían ser sus más potentes y principales enemigos.
Por unos y otros lados, especialmente desde la mediática, tanto los seguidores como los detractores de tan puntual sentido y experiencia nacional hemos venido siendo in-formados respecto a las robustas figuras que estarían colocadas férreamente, tal como si fueran gigantescos muros, con vista a no dejar tomar ni pasar fácilmente cualquier clase de iniciativas que a favor del proceso en cuestión quieran empujar nuestros avezados timoneles revolucionarios.
La clase de enemigos en cuestión estarían situados a lo sumo en dos nítidas y distantes geografías. Unos, localizado en los USA, conformado por el imperialismo norteamericano y sus puntuales administraciones políticas, de lo cual la parte más visible serían tanto el gobierno de turno como su Departamento de Estado. los otros, de textura interna, se encontrarían sembrados y desparramados a lo largo y ancho de nuestra generosa patria, identificados en las llamadas oposiciones ideopolíticas, en los empresarios apátridas y unas puntuales culturas mediáticas totalmente desnacionalizadas.
Unos y otros (enemigos) vivirían tanto acordándose como permutándose permanentemente en sus distintas acciones y resistencias contra la revolución, por ello es que solemos escuchar las reiteradas acusaciones que hace el gobierno a las oposiciones ideopolíticas internas, calificándolas tantas veces como “pitiyanquis”.
Hasta aquí las cosas de estrategia política revolucionaria parecieran resultar bien limpias, pues fuera del sucio imperio y las entregadas oposiciones pitiyanquis estacionadas nacionalmente por doquier, solo quedarían -en la otra acera- puros militantes, amigos y simpatizantes del proceso transformador en cuestión, cuyo principal sujeto emblemático y mayoritario lo constituiría “el pueblo”, suerte de copioso roble todo convicto y confeso con la causa revolucionaria.
Las dudas que nos van asaltando con el fundado esquema estratégico de la revolución bolivariana empiezan a emerger-nos cuando hacemos mirada y algo de examen crítico a las mentalidades, los imaginarios, los comportamientos, los desempeños y las prácticas sociales que en general viven prosperando tanto el grueso de revolucionarios que comandan al proceso mismo, mutados nacional, regional o localmente en tantos cuerpos y funciones burocráticas, como en el trasegar cotidiano que deja observar nuestro propio pueblo, o al menos segmentos importantes de él.
Sin que neguemos la existencia de algún vínculo o plan conspirativo permanente alimentado por la llamada derecha endógena y exógena nacional e internacional contra la amenazante gesta transformadora venezolana, hemos de reconocer que en parte importante de suyo la hasta ahora declarada revolución socialista (del siglo XXI) encuentra sus otros duros enemigos en sus propias fauces, que parte de los enormes muros y murallas que le impiden trasegar como revolución de verdad, están localizados (en gran modo) en lo que han venido siendo sus políticas, sus programas, y sus planes de gobierno como en ese abultado continente de instituciones y funcionarios públicos que juegan al papel de gerentes, administradores y/o consortes de la transformación.
Es todo un despropósito andar atribuyéndole a las oposiciones ideopolíticas y al imperio “mesmo” las tantas trabas que realmente han venido ocurriendo, por ejemplo, alrededor de los procesos de perforación, extracción, producción, transportación, refinamiento comercialización y ventas de nuestro más importante recurso petrolero.
Resulta inaudito y paradojal que siendo el petróleo aquel recurso extraordinario sobre el cual se asienta y dinamiza nuestra economía, sociedad y culturas, tenga las malas atenciones y tratos gubernativos que tiene, los cuales finalmente nos rebotan como negatividades, sólo disimuladas cuando los marcadores de precios internacionales de este cochino “oro negro” toman elevadas crecidas.
Es francamente ridículo, por decir lo menos, que andemos buscando culpables fantasmáticos dentro o fuera del país para atribuirles las tantas negligencias, insolidaridades, pesadumbres, deficiencias, corruptelas y miserias que destellan tanto nuestras instituciones públicas como esas voluminosas tropas de funcionarios que pesadamente les regentan.
Tanto para el ciudadano de a pie como para aquel que no lo es, suena bien absurdo atribuirle al oposicionismo bastardo que tenemos en el país el hecho de que nuestras vías agrícolas, carreteras nacionales o calles urbanas estén en los deplorables estados que exhiben, muy a pesar de los tantos planes y ferias de asfalto que regularmente viven decretando nuestros ligeros ministros, gobernadores y alcaldes.
Es francamente grosero y ofensivo para una ciudadanía decente el que unos y otros funcionarios públicos junto a un batallón de “disciplinados” camaradas militantes anden cargando de totales culpas al imperio y a las oposiciones tenidas del más completo desabastecimiento nacional, de los apagones constantes, del estado de mega inflación que presenta nuestra economía, so pretexto de una guerra económica, unos saboteadores y unos cochinos especuladores que igual se campean a pleno día por tanto por los predios de Miraflores como en las plazas y boulevares contiguos a cualquiera de las tantas gobernaciones y alcaldías rojas, rojitas, que abundan en la generosa y ancha patria que en verdad tenemos.
No se trata con este espéculo de jugar a santos socarrones o de intentar repartir equitativamente culpas, al estilo de “al Cesar lo que es del Cesar”. Para nada queremos ocultar aquí las presencias escondidas y/o alquiladas que, como siempre, viven haciendo los enemigos históricos de cualquier revolución, para lo cual ofician, ejercen y ejercerán todo aquello imaginable e inimaginable.
El asunto de este liminar está más bien centrado en señalar y denunciar esos modos bastardos y groseros con los cuales nuestros timoneles revolucionarios vienen leyendo y dando a leer aquellas vicisitudes y anomalías que en verdad ahora ocurren y trasiegan a cada instante y por cada poro de la Venezuela bolivariana que efectivamente tenemos.
¿Qué dirá sobre lo dicho nuestro querido lector?
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