Para el Partido Comunista Cubano o para los camaradas chinos el socialismo del siglo XXI es el que ellos predican. Igual ocurre con la izquierda ortodoxa y la extrema izquierda en cualquier parte del mundo. Por su parte para los chavistas el socialismo del siglo XXI en Venezuela es el que pensaba el Comandante Chávez expresado en los fundamentos teóricos de su extensa oratoria y en su breve, pero brillante, obra escrita. Chávez hablaba muy bien pero escribía mucho mejor.
La crisis del pensamiento filosófico no es sólo propia sino universal agravada por la subestimación de los pragmáticos para quienes la filosofía es pura paja. De esa paja que no comen los burros según decía el recordado profesor de filosofía Enrique Vásquez Fermín cuando le tocaban ese tema.
En el legado ideológico que nos dejó Chávez no hay un sistema teórico, una categoría de análisis o una filosofía del socialismo del siglo XXI. El Plan de la Patria, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela o el Árbol de las Tres Raíces son trascendentes pero no suficientes para establecer de manera concluyente la fundamentación ideológica del socialismo chavista del siglo XXI. Así son las cosas aunque no nos gusten. La praxis política es harta conocida, nadie ignora que seguimos aplicando el modelo burgués capitalista en un ambiente retórico de lucha nacionalista y antimperialista, pero la descripción de esa cotidianidad no es la motivación de este artículo.
La idea socialista de Chávez era un pensamiento en constante evolución cuyo proceso dialéctico fue interrumpido dramáticamente por su muerte temprana o supuesto asesinato por ser probado. Sea como sea, la investigación prospectiva del pensamiento chavista conduce a suponer el posible alcance, si hubiera vivido más tiempo, de etapas más avanzadas en sus concepciones teóricas. Esa posible idea superior por concretarse en la teoría del socialismo del siglo XXI, desafortunadamente, se la llevó Chávez al reposo eterno en el Cuartel de la Montaña.
Los herederos del legado ideológico de Chávez son de diferente origen y procedencia: comunistas, socialdemócratas y socialcristianos en lo político; desposeídos, clase media y burguesía en lo social; ateos, cristianos, musulmanes y judíos en lo religioso; civiles y militares en el ejercicio profesional; indígenas, afrodescendientes, asiáticos, árabes, integrantes de las diversas colonias europeas y latinoamericanas en lo geográfico. Esta condición poliétnica y multicultural del chavismo tiene una identidad propia e intrínseca que es la misma de la compleja sociedad venezolana con todas sus virtudes y defectos. A falta de una formación ideopolítica profunda de las grandes mayorías chavistas hay la veneración, el amor y el mito del chavismo por el Gigante Eterno.
Ante ese panorama confuso por la falta de solidez ideológica del llamado socialismo del siglo XXI cualquier conclusión errática es posible por parte de sus protagonistas. Uno no sabe por dónde van los tiros pero se observa un vacío ideológico en la toma de decisiones. El discurso teórico de los dirigentes del chavismo está bien pero hay una enorme discrepancia entre lo que dicen y lo que se hace, lo cual ha ido horadando la credibilidad de la gente en la factibilidad de la idea socialista.
No puede ser que nuestra izquierda, extrema o moderada, reformista o revolucionaria, gobernante o subversiva, busque la unión con la derecha para intentar producir los cambios que la revolución reclama. Aquí está el quid de la cuestión.