La marcha del pasado sábado 28 de febrero, excelente por su contenido, su espíritu, la masa, mucha o poca, eso es secundario, salió a la calle actuante tras objetivos políticos altruistas: la lucha antiimperialista. Ahora la dirigencia tiene, como nunca, el deber de dirigirla en esta decisiva batalla. Veamos.
A veces la política adquiere una simplicidad que asusta, si se determinan los campos en lucha lo que parecía confuso se evidencia. Podríamos decir que la política es, en gran medida, un intento de la dominación por ocultar los campos y un intento revolucionario por evidenciarlos.
En Venezuela, el ambiente se enrareció de la noche a la mañana, lo que por unos días parecía apacible, la búsqueda de la paz entre tigres y conejos, la convivencia, adquirió tintes de asalto final, convulsión social y política. El diálogo se transformó en golpe, la lucha por el poder surgió desde lo profundo y pulverizó las ilusiones socialdemócratas.
La oposición, unánime, insiste en "la salida" del gobierno, ahora la llaman "transición", que es otra manera de nombrar al golpe; la guarimba se hizo internacional, ahora hasta Pepe, el de Uruguay, le teme al avance del Socialismo, que llama “golpe de izquierda”, como el de Chávez el 4 de Febrero.
El gobierno, por su parte, da un tiro al aire, otro al suelo y a veces se pega en un pie, es errático porque no termina de delinear con precisión, simplificar, la batalla que hoy se libra. Al contrario, la confunde, la enrarece: un día le quita la visa a los gringos (muy bien, aplausos) pero en la tarde de ese mismo día llega la Schlumberger, responsable del sabotaje petrolero, y penetra un poco más en nuestro corazón económico, clava sus garras de nuevo en PDVSA, los verdugos de ayer, ahora son de nuevo socios, controladores. Podríamos decir que los golpistas gringos tienen visas, que ya están en el corazón de la Patria. Un día el gobierno acusa a los líderes de la oposición de golpistas, los pone presos (muy bien, aplausos) pero en la tarde, los líderes, acusados de magnicidio, están en una manifestación pidiendo el golpe que ahora llaman transición. Vocifera el gobierno contra la “guerra económica” y simultáneamente se reúne perez abad, agente capitalista, con los empresarios a proponer medidas económicas; "zamuros cuidando carne". Confusión.
La masa que salió a la calle el 28 de febrero merece ser guiada, saber cuáles son los campos en pugna, sin ambigüedades, este es paso previo para construir el triunfo.
Nos atacan hoy por la posibilidad socialista que heredamos de Chávez, he allí la esencia de la confrontación: el Socialismo enfrentado al Capitalismo. Y he allí la fuente de lo errático del gobierno: en lo declarativo, socialista; y en la práctica, capitalista. Tienen vergüenza de ser socialdemócratas, de salir del closet, de ser como la oposición. Todo en un trasfondo filantrópico, asistencial, clientelar, imposible de sostener sin un chorro de dólares abierto.
La batalla es total. Al hacer concesiones al capitalismo en lo económico debilitamos la conciencia y lo político, y esa debilidad nos obliga a nuevas concesiones que nos debilitan más, y esa debilidad obliga a ceder y así, más débiles, hasta que llegue el día final. Es un círculo demoníaco propio de la socialdemocracia. En conclusión: no se puede ser socialista de boca y capitalista de hecho, no se puede estar bien con Dios y con el diablo.