Para el Guerrillero Heroico no escapó la importancia decisiva de la problemática de la burocracia en el funcionamiento del proceso revolucionario cubano. No fue casual, por ejemplo, que uno de sus análisis al respecto lo titulara: «El cuadro, columna vertebral de la Revolución» y otro: «contra el burocratismo».
Para el Che, existían tres causas fundamentales para el desarrollo con fuerza del burocratismo en la revolución:
1. La falta de un motor interno. Con esto quería decir: «falta de interés del individuo por rendir un servicio al Estado y por superar una situación dada» y consideraba como causa de este fenómeno: la falta de conciencia revolucionaria o el conformismo.
2. La falta de organización. El explicaba que al pretender destruir el «guerrillerismo» de los primeros años, sin tener suficiente experiencia administrativa se cae en el otro extremo: «la centralización excesiva sin una organización perfecta frenó la acción espontánea sin el sustituto de la orden correcta y a tiempo.» Y considera autocríticamente que « la dirección económica de la revolución es la responsable de la mayoría de los males burocráticos». Esto lo escribió en 1963, posteriormente los informes centrales a los diferentes congresos del PCC, y a través de los discursos de nuestros máximos dirigentes se ha venido confesando una responsabilidad semejante.
3. «La tercera causa -según el Che- muy importante, es la falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo.»
Y concluía: «Estas tres causas fundamentales influyen, una a una o en distintas conjugaciones, en menor o mayor proporción en toda la vida institucional del país», y, a la altura de 1963, alertaba: «ha llegado el momento de romper sus malignas influencias.» {1}
En general compartimos la lógica del Che, no obstante, en el análisis de sus consideraciones, vayamos por partes:
La primera causa: definida como «falta de un motor interno», y que considera consecuencia de una falta de conciencia revolucionaria y el conformismo; y que desarrollando con empeño un trabajo político se podría liquidar; revela una cierta confusión en la comprensión de la naturaleza y dinámica de lo ideal en el individuo. Comprensible en el Che por su acrisolada integridad revolucionaria. No obstante, para pretender al menos aproximarnos a la compleja naturaleza y dinámica de lo individual y lo social con relación a lo ideal, consideramos oportuno remitirnos a la definición de «hecho social» que ofrece E. Durkheim (1858-1917), uno de los padres de la sociología contemporánea: «...cuando desempeño mi tarea de hermano, esposo o de ciudadano; cuando ejecuto los compromisos que he contraído, cumplo con los deberes que están definidos fuera de mí y de mis actos, en el derecho y en las costumbres. Aunque siento interiormente su realidad, ésta no deja de ser objetiva; pues no soy yo quién los ha hecho, sino que los he recibido por la educación «...Estos tipos de conducta no sólo son exteriores al individuo, sino que están dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se imponen a él, lo quiera o no. Sin duda, cuando me conformo a ellos por mi entera voluntad, como la cohesión es inútil, no se hace sentir, o se hace sentir muy poco. Pero no por ello deja de ser un carácter intrínseco de estos hechos, la prueba está en que ella se afirma en cuanto trato de resistir. Si intento violar las leyes del derecho, ellas reaccionan contra mí ... Si se trata de máximas puramente morales la conciencia pública contiene todo acto que las ofende... si no me someto a las convenciones del mundo, si al vestirme no tomo en cuenta las costumbres seguidas en mi país y en mi clase, la risa que provoco, la distancia a que me mantienen producen... los efectos de una pena propiamente dicha...» y concluye: «No hay innovador, por afortunado que sea, cuyas empresas no vengan a encontrarse con imposiciones de éste género.»
Durkheim con esta larga cita no hace más que ilustrar la conocida tesis marxista de que: «el individuo humano es en esencia el conjunto de sus relaciones sociales».{2} Es decir: que su «mundo interior» y su conducta están determinadas en buena medida desde «fuera» por el conjunto de relaciones sociales de las que forma parte. Y al integrar el sistema de relaciones profesionales que se conocen como burocráticas, debe subordinar su individualidad a los requerimientos de la psicología y el comportamiento de ese grupo social. A ello se refiere Max Weber (1864-1920), uno de los máximos apologistas de la burocracia, quién, no obstante, tuvo que reconocer que: «Las organizaciones burocráticas demandan que el individuo actúe de acuerdo con las reglas y fines de la organización, esto significa que debe relacionar sus acciones con las metas de la organización, y eventualmente puede verse obligado a realizar actos para los cuales él como individuo no está dispuesto a responsabilizarse; pero que puede defender o justificar refiriéndose al cumplimiento de las órdenes que ha recibido. Por lo que puede existir un conflicto entre lo que él llamó las reglas de la «ética de la responsabilidad» del individuo y la acción de tales organizaciones. Weber ejemplifica el conflicto refiriéndose a un político que actúa como un burócrata y no desea «tomar su propia responsabilidad», implicando que no fija metas independientes de los objetivos de la burocracia o, en el caso de que tenga ese tipo de metas, que no trata de materializarlas.{3}
En el análisis del Che, éste se representa al burócrata como un individuo «en general», abstracto; frente a la ideología revolucionaria oficial, concebida también como ideal abstracto; no se percata que la psicología individual, donde puede o no tomar cuerpo una u otra ideología, depende en lo fundamental de las condiciones y formas de vivir de ese sujeto concreta y socialmente determinado.... No se puede ser revolucionario si no se vive de forma revolucionaria.
Entonces, cualquier intento serio de penetrar el «mundo interior» y la conducta del burócrata nos obliga al análisis de la naturaleza y dinámica de la burocracia como fenómeno social e histórico.
El término burocracia, el diccionario lo define como: 1) Importancia excesiva de los funcionarios públicos; 2) clase social formada por esos empleados; 3) Fría rutina en el cumplimiento de las tareas oficiales; 4) La totalidad de los funcionarios en las oficinas del gobierno.
Me voy a referir a la burocracia como un «sistema de oficios» indispensables para la dirección, control y administración de innumerables actividades «públicas»: sean estatales, políticas, militares, &c. Que tienen como característica común una estructura jerárquica de poder.
Weber al analizar el fenómeno significaba algunos de sus rasgos característicos:
a) El funcionario individual está encadenado con toda su existencia material e ideal al aparato del cual es un minúsculo elemento;
b) Su actividad está determinada por la «ruta» del mecanismo, que prescribe a cada funcionario movimiento o detención en su función específica;
c) Esto conduce a que cada funcionario esté firmemente soldado a la comunidad de intereses de todos los funcionarios incorporados en este mecanismo, comunidad que tiene interés en la prosecución del funcionamiento del mecanismo y la persistencia del dominio burocrático (espíritu de cuerpo específico de la burocracia);
d) En base a este carácter «impersonal», el sistema burocrático es capaz de pasar con facilidad al servicio de un nuevo poder o de un «conquistador», conservando al hacerlo sus antiguos hábitos;
e) Puesto que un aparato organizado de funcionarios, una burocracia, es indispensable en la sociedad moderna, la suspensión de su actividad conduciría al caos que difícilmente se podría dominar si se eliminan las fuerzas calificadas del viejo aparato.{4}
Por otra parte, la burocracia como «sistema de oficios» revela su semejanza al comportamiento de las antiguas castas al fortalecer su poder rodeando sus conocimientos especializados con el velo del misterio, dejando de lado a la opinión pública y aislándose de la sociedad. En el caso de la existente en el socialismo «real» ésta tiende a padecer de lo que algunos denominan: el complejo de «bastardo de la historia»,{5} ya que beben reconocer la ilegitimidad de su existencia y privilegios por constituir una flagrante contradicción con el ideal materializado de sociedad igualitaria que dice representar.
Al poseer una organización jerarquizada tiene sus leyes y normas propios:
1. Inter-influencias.
2. Mutuo apoyo.
3. Disciplina como sometimiento y hasta adulación.
4. Necesidad de un caudillo para darle estabilidad al aparato.
5. La información tiende a cerrarse sobre sí misma en cada célula, en cada subsistema, bajo la celosa vigilancia y control de su jefe, que con ello extiende sus prerrogativas y su poder.
6. La comunicación hacia abajo asume la forma de orden, y hacia arriba como informe.
La burocracia no debe ser concebida como una clase social como tal; pues, no cumple los requisitos sociológicos establecidos por el marxismo para ello. En primer lugar: las clases sociales ocupan un determinado lugar en un sistema de producción social históricamente determinado. Así hubo esclavos y esclavistas, siervos y señores feudales, &c. Mientras que la burocracia ha tenido que existir desde el proceso de descomposición de la Comunidad Primitiva hasta nuestros días con independencia del régimen social establecido, y muchas veces con cierta indiferencia de los cambios políticos ocurridos: como sistema de «oficios» especializados, como determinada actividad profesional dentro de la división social del trabajo. Lenin ilustra la naturaleza «orgánica» y autónoma de la burocracia cuando en el VII Congreso del PC (b) de Rusia confiesa: «Hemos disuelto este aparato burocrático anticuado, lo hemos removido y luego hemos comenzado a colocar en otros puestos a los elementos que lo integraban. Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con el disfraz de comunistas y, para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnets del P.C. de Rusia. ¡De modo que después de ser echados por la puerta, se meten por la ventana! Aquí es donde se deja sentir más la escasez de elementos cultos. A estos burócratas podríamos liquidarlos, pero no es posible reeducarlos de golpe y porrazo. Lo que aquí se nos plantea ante todo son problemas de tipo cultural y educativo... la capa de obreros que integra los órganos de administración del Estado es excesivamente, increíblemente escasa.»
El proceso de derrumbe del socialismo en la Europa del Este, también puso de manifiesto con crudeza este fenómeno: Si alguna gran lección nos dejó fue que la «improvisada» Perestroika: que se presentó bajo las consignas «más socialismo más democracia», firmó su sentencia de muerte al declarar públicamente, y sin existir entonces un verdadero dominio político de la situación:que el proceso debía iniciarse desde la propia superestructura política y estatal. Esos mismos elementos de la «nomenklatura» central y en las repúblicas, muchas veces integrados a estructuras «mafiosas» paralelas de poder, se constituyeron inmediatamente en sus más encarnizados adversarios y no vacilaron en manipular a las masas: poniendo al desnudo ante la opinión pública una historia de represiones y arbitrariedades cometidas por la propia burocracia y no saldadas con el pueblo; azuzando las escisiones y los odios nacionalistas, y en algunos lugares aprovechando la situación socio- económica y política desfavorable contra el sistema socialista que al parecer aspiraba seriamente a perfeccionarse. Este acontecimiento significó, en mi criterio, el triunfo de la burocracia como «cuerpo» ante un ingenuo intento de perfeccionar el socialismo; un rotundo triunfo sobre la sociedad civil, la que fue manipulada políticamente para propiciar el reacomodo y la legitimación del «cuerpo» de los antiguos funcionarios en la sociedad burguesa. Conseguida esta meta las masas fueron desmovilizadas, ¡Nuevamente en la historia los pueblos se cambiaron con fuerza y llenos de entusiasmo el dogal!
La burocracia se comporta como un organismo vivo, sumamente «eficiente»: si la amenaza interna es pequeña; la aísla y la expulsa (como cualquier cuerpo extraño); como históricamente hizo con sus críticos, catalogándolos de enemigos del pueblo» y estigmatizándolos. Y si la amenaza es mortal: muta a otro cuerpo donde la antigua amenaza no pueda existir.
Por otra parte, volviendo a las cualidades que caracterizan a las clases sociales, éstas juegan un determinado papel en el régimen de la producción social: las que caen bajo la denominación de clases trabajadoras: esclavos, campesinos siervos, obreros, &c.: vinculadas al trabajo físico; y las clases dominantes en cada época: sólo se han mantenido como tales mientras representan a las relaciones de producción más desarrolladas en cada etapa. Mientras que la burocracia se ocupó siempre de otra serie de funciones sociales no productivas. Sólo con la instauración del «socialismo real» y la eliminación por decreto de la propiedad privada sobre los medio de producción es que este sector logra el acceso a la dirección y control de la actividad económica de la sociedad. Este fenómeno hizo expresar a algunos autores que con el paso del capitalismo al socialismo lo que se producía era el tránsito de la propiedad privada sobre los medios de producción a la propiedad privada sobre los cargos públicos.{6}
Al retomar el análisis de las reflexiones del Che sobre la primera causa por él señalada de la existencia del burocratismo, considero concluir que la falta de «motor interno» del burócrata se debe, ante todo, al condicionamiento existencial de burócrata deese funcionario.
La segunda causa esencial del burocratismo, el Che la caracteriza como: «la falta de organización», y contrapone el guerrillerismo de los primeros años con el exceso de centralismo que vino después. Sobre el particular, considero que la relativa libertad de decisiones en cada célula guerrillera, su «frescura natural» y cierto culto a la audacia y la iniciativa; unido a una absoluta falta de «cultura» burocrática de esos antiguos jefes guerrilleros. Y la necesidad de que fueran ellos precisamente los que ocuparan los cargos de los antiguos burócratas; pues en el caso de Cuba, los viejos funcionarios, en vez de tratar de reintroducirse en el «nuevo aparato», huyeron en masa hacia el vecino imperio. Configura la tercera causa: la falta de conocimientos apropiados para dirigir, la pérdida de la cultura organizacional hasta ese momento existente, por supuesto con todas sus corrupciones y excrecencias. Nosotros tuvimos que hacer lo que Lenin creyó imposible: crear un nuevo «aparato» de funcionarios y reeducarlos en la marcha. El precio también lo hemos estado pagando: aunque, si se hubiese quedado «remodelado» el antiguo «cuerpo», el precio en general debió ser mucho mayor. Eso sí, conservamos el aspecto más negativo del antiguo guerrillerismo: la existencia en la práctica de verdaderas «bolsas» o «bancos» de cuadros de dirección a diferentes niveles para que dirijan cualquier actividad a ese nivel por instinto, vocación o inspiración; y si se evalúa positivamente su gestión podría, por estímulo, pasar a dirigir cualquier otra cosa en un nivel superior. ¡Increíble y costoso lastre: concebir que se puede dirigir bien una actividad que no se conoce! Esto trae aparejado, en ocasiones, que se reproduzca el fenómeno caracterizado con tono satírico en varias ocasiones por el segundo secretario del PCC: Raúl Castro Ruz como el cuento del «bobo y los bobitos» o del «burro y los burritos».
¡La otra «esperanza increíble» del método burocrático es esperar que se pueda dirigir adecuadamente en la sociedad alguna actividad que necesite iniciativa y creatividad mediante el método de las órdenes hacia abajo y los informes hacia arriba!
Sin embargo, no compartimos el criterio del Che, ni el de la Dirección Política del país respecto a que la dirección económica de la revolución es la máxima responsable de las constantes y manifiestas insuficiencias del método burocrático-autoritario de ordeno y mando, pues este fenómeno escapa a la intención y la voluntad del «cuerpo» de los funcionarios, que actúan así, no por ser insuficientemente revolucionarios; Tampoco nuestros máximos cuadros de dirección económica han actuado como lo han hecho en esencia por «blandenguería» o falta de preparación técnica, muestra de ellos son las constantes «limpiezas» que se realizan desde «arriba» para sanear las estructuras de dirección a todos los niveles y a lo largo de la Isla. Lo que sucede, es que es así como funciona históricamente el aparato burocrático: existe con vida propia y escapa al control de sus protagonistas. Para decirlo con el lenguaje de Marx: se enajena de sus creadores, con su consustancial propensión objetiva al autoritarismo, la hipertrofia y el parasitismo.
La gran contradicción entre el ideal y la realidad, es que si el socialismo se presenta, como estamos acostumbrados a hacerlo: como el «ideal materializado» de sociedad humana, igualitaria, &c. En esas condiciones se hace muy difícil admitir que este «aparato» al que consideramos constituido por la «vanguardia de la revolución», su más puro representante, padezca, igual que el resto de los «aparatos» burocráticos de cualquier parte del mundo y durante todas las épocas de la historia de la humanidad ciertas tendencias malignas e incurables en su desarrollo autónomo. Pero si al fin llegamos a reconocer la existencia de ese fenómeno social objetivo valdría entonces la pena preguntarse: ¿Hasta dónde podría hacerse responsable a un individuo por contraer una enfermedad profesional?... ¿Hasta dónde puede hacerse responsable a un creyente por sus ideas religiosas?
Al analizar las dos últimas causas señalas por el Che, observamos que en esencia están íntimamente relacionadas, pues en el fondo hay una sola causa que existe como unidad dialéctica de dos aspectos, uno que se presenta como el contenido económico de la causa y el otro que constituye, a nuestro juicio: la forma social que asume ese contenido económico; analicemos primero ese contenido:
La propiedad privada capitalista y en general, las relaciones de producción capitalistas no constituyen un engaño o una trampa de los capitalistas para explotar a las masas trabajadoras. Los propios capitalistas no actúan como individuos sino como representantes del capital, tengan ellos mismos conciencia de ello o no; si no cumplen en su actividad productiva o económica en general con las leyes objetivas inherentes al sistema; esos individuos dejan de ser capitalistas y son sustituidos por otros burgueses mejores directores. lo anterior no niega la explotación, ni las lacras, ni los conflictos de todo tipo que conocemos genera tal sistema. Recordemos que Marx, al definir la estructura del ser social, es decir el conjunto de las condiciones y relaciones materiales sociales que no dependen de la voluntad de los hombres; significó el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas; a las que identificó como el contenido económico del Modo de Producción históricamente establecido; y las relaciones de producción, que constituyen la forma social que se corresponde con tal contenido. Y dentro de las relaciones de producción son precisamente las formas de propiedad su elemento determinante. A esto se refería Carlos Marx cuando en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 recalcaba que la propiedad privada no constituye la causa de la enajenación del trabajo; sino consecuencia de las condiciones materiales de trabajo enajenantes. No se hace nada, entonces, eliminando por decreto la propiedad privada cuando quedan en pie las condiciones materiales que generan constantemente esa y otras muchas formas de enajenación del trabajo. Debemos convencernos que la humanidad no puede imponer por la fuerza el tipo de sociedad que desee, por muy buenas o malas que sean sus intenciones. Admitir esa posibilidad sería a mi juicio, negar totalmente la esencia de la concepción materialista de la historia descubierta por Marx.
Por otra parte, sería injusto plantear que se eliminó por decreto la propiedad privada por el simple gusto de los dirigentes de las revoluciones socialistas. En el caso de la URSS debemos recordar las titánicas batallas que tuvo que librar y vencer el poder soviético contra la contrarrevolución interna amparada por la burguesía nacional, tanto agraria como industrial en alianza con las fuerzas del capitalismo mundial. En el caso de Cuba: no fue la revolución triunfante la que echó de su lado a la burguesía autóctona; fue de esta última de donde partieron constantemente las tendencias a capitular ante el imperialismo y las traiciones a la patria. Por ello, al ser incapaz de adaptarse a la nueva realidad revolucionaria y constituirse en enemiga de la revolución en los momentos decisivos de la lucha antiimperialista, el Gobierno Revolucionario se ve obligado a adoptar medidas que liquidaran definitivamente el poder económico de aquella escasa y castrada políticamente clase social en Cuba {7} y buscar en fraternas y lejanas tierras aquellos medios y métodos que le permitieran resistir y avanzar. Es necesario reconocer también que a una subvaloración del papel del capital en la producción social, o una mixtificada ponderación del papel de la voluntad del proletariado en el poder pudo haber contribuido una «solución» típica de la burocracia en el poder, para la cual, como «aparato», es un atentado a sus prerrogativas y «principios» que alguna actividad social pueda escapar a su control. Esta «arista» de la psicología del burócrata la ilustra el Profesor Shmeliov {8}refiriéndose a Stalin: «Pepe aplastó a los artesanos, incluyendo a los limpiabotas. Liquidó a cinco millones de ellos. Estoy seguro que no lo hizo por motivos económicos. Lo que no podía tolerar era que escaparan siempre al control de la burocracia. Manifestando una autonomía indomable. Lo que lo irritaba era la imposibilidad de dominar su individualismo.»
Considero que la experiencia histórica ha demostrado hasta la saciedad la tesis de Marx y Engels de que no se trataba de abolir por decreto la propiedad privada; sino, de desarrollar con tacto y sabiduría la compleja y sostenida tarea de mantener bajo control popular al burgués sin menoscabo del estímulo individual y social al trabajo con el fin de continuar mejorando y desarrollando las condiciones materiales de vida de esa sociedad.
La otra «co-causa», que se presenta como la forma social que se asume a consecuencia de la primera, es lo que sintéticamente pudiéramos denominar como el tránsito de las relaciones capitalistas de producción a las relaciones burocráticas de producción. El desarrollo y las consecuencias de dicho proceso lo vamos a encontrar plásticamente reflejado en la rápida toma de conciencia de Lenin del fenómeno a nivel social: En 1917, en vísperas de la revolución,{9} plantea: «mientras los capitalistas no sean expropiados, mientras la burguesía no sea derribada, será inevitable cierta «burocratización» incluso de los funcionarios proletarios»; dos años después tiene que reconocer -como habíamos ya apuntado- el asalto y conquista del Estado soviético por la antigua burocracia zarista, que lejos de dejar de burocratizarse al estatalizarse las propiedades de la burguesía; ahora podía extender su poder, dominio y privilegios a expensas de toda la riqueza social y podía inmiscuirse, con sus nefastas consecuencias en todos los poros del organismo social a nombre de la «dictadura del proletariado»; tres años después, en noviembre de 1922, {10} debe reconocer que: «Hemos heredado la vieja administración pública, y ésta a sido nuestra desgracia. Es muy frecuente que esta administración trabaje contra nosotros. Ocurrió en 1917, después que tomamos el poder, los funcionarios públicos comenzaron a sabotearnos. Entonces nos asustamos mucho y les rogamos: «por favor, vuelvan a sus puestos.» Todos volvieron, y ésta a sido nuestra desgracia. Hoy poseemos una inmensidad de funcionarios, pero no disponemos de elementos con suficiente instrucción para poder dirigirlos de verdad en la práctica sucede con harta frecuencia que aquí, arriba, donde tenemos concentrados el poder estatal, la administración funciona más o menos; pero en los puestos inferiores disponen ellos como quieren, de manera que muy a menudo contrarrestan nuestras medidas. Hombres de los nuestros, en las altas esferas, tenemos no sé exactamente cuántos, pero creo que, en todo caso, sólo varios miles, a lo sumo unas decenas de miles. Pero en los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos funcionarios que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa que trabajan contra nosotros, muchas veces de manera consciente, y otras inconsciente». Es esta situación existente, la que lo hace precisar que: «el objetivo final de toda actuación de la clase obrera puede ser solamente el fortalecimiento del Estado proletario y del poder del Estado proletario de clase, mediante la lucha contra las deformaciones burocráticas en este Estado, contra sus defectos y yerros, contra los apetitos de clase de los capitalistas que se esfuerzan por desembarazarse del control de este Estado, &c.»{11} Es decir, considera que la lucha del proletariado como clase contra el burocratismo es tan urgente e indispensable como la que se debe mantener contra los intentos de la, ya en ese momento considerada necesaria y existente clase burguesa para evadir el control del Estado.
En el caso de Cuba, el tránsito de la burocracia burguesa a la revolucionaria constituyó un proceso, a mi juicio, peculiar: Nuestra burocracia se formó con la revolución, nació de las filas revolucionarias, no se subió al carro de la revolución después de haber servido a la dictadura batistiana y luego se reprodujo durante décadas a imagen y semejanza de la antigua maquinaria corrupta y antipopular, como, a mi juicio, sucedió en la URRS. Proceso que (después de haber conocido la «experiencia rusa» en boca de Lenin) no tenemos, ni mucho menos, que lamentar. Los defectos de nuestro «aparato», sus «errores de dirección», son manifestación de las insuficiencias típicas del método burocrático de gestión, su enfermedad profesional», sumada a la pérdida de la cultura «técnica» anterior, lo que degeneró en nuestro guerrillerismo burocrático. Esta particularidad trae consecuencias políticas importantes: Si se produce un cambio contrarrevolucionario en nuestra sociedad, nuestra burocracia será barrida totalmente y sustituida por el «cuerpo» de la antigua burocracia (que se ha mantenido y perfeccionado en el vecino imperio como fuerza política antinacional, antipopular y corrupta). A la falta de competencia «política» se le sumaría cierta «falta de competencia técnica» para poder enfrentarse con éxito a aquellos en un mercado burgués de ese tipo de fuerza de trabajo especializada. Por lo que considero, estamos en mejores condiciones que aquellos «socialismos» para emprender un proceso de democratización y perfeccionamiento de las estructuras de dirección de la dinámica económica de nuestro país.
La construcción, mantenimiento y desarrollo por parte de nuestra revolución de un aparato burocrático de poder, sobre todo en la esfera económica, tiene, en primer lugar, y como causa esencial, el ejercicio del principio sobre el cual se levanta toda la «política de cuadros» de la revolución. Este principio cardinal consiste, según el propio Guerrillero Heroico en que: «Estos compañeros deben seleccionarse de las masas, aplicando el principio único de que el mejor sobresalga y que al mejor se le den las mayores oportunidades de desarrollo.»{12}
Este principio a primera vista es totalmente democrático, pero sólo se revela su total insuficiencia cuando lo contrastamos con el antiguo principio de los comuneros de París, avalado con entusiasmo por Engels: Cubrir «todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante el sufragio universal concediendo a los electores el derecho de revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, todos los funcionarios, altos y bajos», deben estar: «retribuidos como los demás obreros» y sentenciaba Engels: «con este sistema se alza una barrera eficaz ante la caza de cargos y el arribismo».{13} Nuestro principio, en su etapa inicial es democrático sólo cuando la masa es la que elige por el voto libre y secreto a sus representantes. De la efectividad de un método parecido deja constancia el Che cuando afirma: «no hay mejor cuadro que aquel cuya elección efectúa la masa en las asambleas que designan los obreros ejemplares»{14}. Pero el propio enfoque de nuestro principio de «seleccionar de las masas al que sobresalga y darle las mayores oportunidades de desarrollo», contiene ya, en germen, una valoración: «desde arriba», independiente, ajena, por encima del control y la valoración de las propias masas. Aplicando rigurosamente este principio, puede ser promovido a la condición de «cuadro» cualquier individuo, no necesariamente elegido democráticamente por la masa, sino por sus resultados laborales o profesionales según el criterio del «nivel superior», con toda la carga de subjetivismo y todos los riesgos de favoritismo, nepotismo y corrupción que la aplicación de esta «vía legal» puede acarrear.
Y lo más negativo de este método es que el «cuadro», después de elegido, entra a formar parte de un sistema de relaciones-burocráticas en el mejor sentido- donde, en lo fundamental, la evaluación de su labor, su estabilidad y posibilidades de ascenso sigue dependiendo más desde «arriba» y no de los subordinados, ¡siguiendo el mismo principio!. Con esa «lógica funcional-estructural» terminamos estableciendo un mecanismo burocrático de control de la burocracia. En lo fundamental son los propios burócratas quienes de «arriba a abajo» deben seleccionarse y controlarse unos a otros.
Afortunadamente, en la esfera del Gobierno y en general en las organizaciones políticas y sociales, se cumple en lo esencial el principio de los comuneros. No así en lo que respecta a la vital actividad económica, donde los mecanismos burocráticos hacen imposible garantizar el despliegue de la iniciativa, la creatividad de las masas, la calidad, la rentabilidad económica, la responsabilidad y el interés individual o colectivo por el trabajo. Y esto último, es lo que va a constituir, precisamente, la otra gran causa de los problemas económicos que confrontaron siempre el resto de los «socialismos reales» y la Revolución Cubana: confundir la tradicional gestión burocrática sobre los asuntos «públicos» con un tipo de acción técnica, o científico-profesional, cuyo rasgo esencial debe ser el liderazgo y la utilización de métodos participativos y abiertos de dirección.
Por ello en la esfera económica se hace indispensable la aplicación escrupulosa del principio de los comuneros de que las propias masas de trabajadores, con su inteligencia, su experiencia y por qué no: su responsabilidad política elijan por sí mismas a sus dirigentes laborales, tanto directivos como administrativos, controlen su actividad y revoquen su mandato cuando lo entiendan oportuno. De esa manera cobraría más importancia, y jugarían un papel más activo las organizaciones políticas y de masas de los trabajadores en cada lugar. Y cumplir estrictamente el principio de los comuneros hasta el más alto nivel de la gestión económica de nuestra sociedad, como se hace en el resto de las esferas, pero sin confundirlas en su especificidad. Como estructuras de dirección de la actividad social cualitativamente diferentes. Establecer el cumplimiento riguroso del principio de los comuneros en cada actividad ya sea cultural, política, sindical, educacional o económica. Respetemos sagradamente el desarrollo espontáneo de ese proceso y aparecerán como regla general, como dirigentes, los líderes revolucionarios de cada actividad en cada lugar. También entonces la dinámica de sustitución de unos cuadros por otros más eficientes será espontánea y natural. Muchas veces el traslado de un cuadro para dirigir otra actividad constituye una excusa para no quitarle los beneficios que todos conocemos posee al mantener esa condición; porque le tenemos aprecio o porque sentimos por él deudas de gratitud, &c. Ese gesto aparentemente «humanitario» y típicamente burocrático, sacrifica a la sociedad.
Los capitalistas que vengan aquí a establecer sus empresas en asociación con el Estado Revolucionario deberán encontrar como auxiliares y contrapartida a compañeros no sólo inteligentes y probados políticamente, sino compañeros con una alta calificación técnica y científica, a líderes que utilicen un estilo gerencial participativo abierto que propicie en la masa de trabajadores la permanencia de un sentimiento general de identidad, pertenencia y compromiso; un ambiente político-moral en favor de la calidad y el aumento de la productividad. Sólo así dichos empresarios podrán sentir respeto profesional por éstos. Sólo así esos compañeros podrán cumplir dignamente y a cabalidad la compleja tarea que les otorga el pueblo.
Sólo el pueblo, las masas que se dedican al desarrollo de esas diferentes actividades productivas y económicas en general, son las que conocen a aquellos compatriotas que mejor puedan dirigirlas. Son las únicas también que podrán conocer con precisión cuando estos compañeros, por una razón u otra, han dejado de representarlos. El pueblo es el que más sabe, el pueblo lo ve todo, el pueblo es siempre el primero en sufrir las consecuencias cuando una actividad funciona mal.
Es necesario lograr en la vida económica de nuestra sociedad una cultura organizacional participativa, libre y consciente.
La actividad económica dejará de ser dirigida por la burocracia en la medida que se ejerza por los propios trabajadores y sus líderes naturales en un proceso interactivo vital donde todos participen directa, consciente y activamente.
Negar de plano la conveniencia del método de los «comuneros» de protagonismo obrero en la dirección económica de la sociedad y rodear esta propuesta de recelos e impugnaciones sería, por supuesto, la reacción natural de aquellos burócratas que pretenden seguir medrando a costa de los bienes del pueblo y el futuro de la patria.
Realícense los experimentos sociológicos que sean necesarios, recopílese la experiencia acumulada en aquellas empresas de nuestro país donde su dirigencia fue seleccionada por la masa. Y si hay que hacer cambios: cuanto antes mejor . ¡Todavía estamos en tiempo!
Es de significar que la aplicación práctica del método «comunero» de gerencia participativa y de liderazgo no fue un «aporte» del socialismo real, como debió ser, siguiendo incluso a Lenin; sino de las ciencias sociales al servicio del aumento de la eficiencia económica del propio capitalismo desarrollado que lo viene utilizando desde hace décadas con excelentes resultados económicos para esas empresas de producción o servicios.
Finalmente: en mi exposición he pretendido demostrar que tanto la abolición de la propiedad privada capitalista por decreto, como las insuficiencias y nefastas consecuencias que puede acarrear las «relaciones de producción burocráticas», como sustitutas de un tipo de actividad que en la sociedad socialista, como sociedad más humana y democrática debe ser expresión de participación libre y consciente de las masas trabajadoras; constituyen manifestaciones de la enajenación social típicas de un modelo de socialismo todavía tosco, primitivo y no viable.
La enajenación social la entendemos como el hecho simple y cotidiano de que el hombre crea cosas: ideas, instituciones, objetos, &c. Persiguiendo determinadas metas, y luego esas diversas producciones, al entrar a formar parte de un sistema de relaciones objetivas, pueden distanciarse de las metas fijadas e incluso convertirse en una amenaza o una fuerza material que termina eliminando a sus propios creadores.
Teniendo en cuenta esta «cara oculta» de la práctica histórico-social que fija al hombre a su dimensión cultural real y no a la deseada, es que me permito expresar por último esta minucia filosófica: Es esta consustancial condición mimética del individuo la que me hace considerar, siguiendo al profesor Gustavo Bueno y su Escuela de Oviedo, que: «el hombre es un animal de ritual, un animal de ceremonia»... aunque muchas el ritual o la ceremonia consista en su propio sacrificio voluntario como animal y como hombre.
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