Para reforzar y ampliar las potencialidades del proyecto transformador de la revolución bolivariana en Venezuela, lo ideal sería fomentar el surgimiento de novedosas formas de organización popular, que reflejen la idiosincrasia heterogénea del pueblo venezolano, siendo ésta -como lo es- producto del entrelazamiento étnico que hubo en este territorio luego de la invasión europea y la importación forzada de negros africanos esclavizados. Esto, además, contribuiría a desarrollar una identidad popular completamente diferente a aquella que quiso imponerse bajo los parámetros desarrollistas y reformistas que prevalecieron en el país durante los cuarenta años del régimen bipartidista surgido del Pacto de Punto Fijo. Esto llevaría a replantearse, ineludiblemente, marcos teóricos que sirvan de orientadores respecto a las situaciones, tensiones y contradicciones surgidas en el camino transitado hasta ahora, proclamando la necesidad histórica del
socialismo revolucionario, pero curtido y abonado con las experiencias extraídas del devenir venezolano.
Ello ha de conducir -aún sin quererlo- a un cuestionamiento y desplazamiento radical de la universalización del mercado y de la lógica capitalistas, las que han demostrado ser las causas de la problemática generalizada y los conflictos que aquejan a los pueblos en todo el planeta; incluyendo en esto la realidad y vigencia del Estado-nación, ya que ambos elementos están imbricados de tal modo que es difícil separar a uno del otro. De hecho, se debe objetar todo lo referente a estos elementos característicos del modelo de civilización actual, entendiendo de antemano que los mismos no son totalmente uniformes, pese a sus raíces comunes, sobre todo en las naciones de nuestra América.
Al mismo tiempo, aunque existan marcadas deficiencias teóricas respecto a cómo lograr una transición segura y enmarcada en un proyecto de revolución real, los excluidos y humildes (aquellos que sólo han servido para enriquecer a una minoría y encumbrar a unos oportunistas y demagogos en el poder) con todo lo que ello implica en su contra, podrían convertirse en sujetos del cambio revolucionario, configurando así una nueva situación desde la cual plantearse -en el terreno económico y productivo- una lucha de resistencia frente al sistema capitalista existente, excediendo la vigencia e influencia del sistema de partidos políticos. Para muchos, esto representaría una vuelta a la utopía que tanto combatieran en el pasado los seguidores del materialismo histórico, sin embargo, es una opción que abre posibilidades de engendrar algo más que la simple satisfacción de una necesidad política o material coyuntural; llegando a promover formas de
propiedad social/comunitaria que allanen el camino hacia un modo de vida radicalmente distinto, basado en principios de reciprocidad, redistribución y/o autoabastaecimiento. Una buena oportunidad la ofrecen las comunas y los consejos comunales, si se les diera -sin disminuir el paso- esa visión revolucionaria de ir sustituyendo las estructuras y las relaciones de poder vigentes; transformando (a pesar de los remanentes de democracia representativa que todavía subsisten) la concepción que se tiene de la democracia participativa y protagónica a una de mayor significación y efectividad: la democracia directa.
Por tal motivo, es imprescindible generar enclaves de poder soberanos y subversivos del orden establecido, lo cual tendrá que ser acompañado por nuevos valores individuales y colectivos que moldeen esa nueva cosmovisión enraizada en lo que se es, y se ha sido, históricamente como pueblo, en constante lucha por mejores niveles de vida, la igualdad social y la soberanía popular, entre otras aspiraciones legítimas, que den nacimiento a un nuevo tipo de modelo civilizatorio donde no sólo se restituya la dignidad de los seres humanos sino que sea restituida también su relación armónica con la naturaleza que lo sustenta.-
Maestro ambulante
¡¡¡Rebelde y Revolucionario itinerante!!!
¡¡¡Hasta la Victoria siempre!!!
¡¡¡Luchar hasta vencer!!!