Sería argumento sin patas ni cabeza, responsabilizar únicamente a quienes por falta de cojones bien puesto y andar cuidándose del que dirán, no ejercieron a tiempo la debida autoridad que el Estado proporciona a los gobernantes. Duela a quien le duela, lo cierto es que a Chávez y Maduro se pasaron de dosis de tolerancia, permitiendo así que la oligarquía parasitarias se desbocara en sus planes apátridas. Por esta razón, hoy Venezuela está pasando las de Caín, y otro gallo no podrá cantarnos, porque ambos a su turno no entendieron que bueno es cilantro pero no tanto. De ahí, que ahora les toque llorar como mujeres lo que no supieron defender como hombrecitos. ¿Qué errores y debilidades se pagan muy caros, de eso poco entienden quienes se dejen picar por el gusanito del cesarismo mesiánico?
De ahora en adelante, que sirvan de lección todas las inconveniencias acarreadas por no apretarse bien los pantalones, sobre todo en ocasiones cruciales cuando están en juego las puertas del cielo. De modo que sería un ejercicio de majadería quijotesca, no admitir que ese desabastecimiento inducido de la ultraderecha trajo consigo consecuencias tan fatales, que al poder del pueblo le toca andar pariendo para recuperar importantes parcelas de simpatías en la calle.
Por lo pronto, todavía queda un pelín de tiempo para que las corrientes progresistas logren abortar el plan macabro que busca retrocedernos al bipartidismo puntofijista, trazo de negra historia que represento la peor de las pesadillas en nuestro aprendizaje republicano.
¿Y será por eso que dicen que por acción u omisión también se puede pecar?