Hoy es 3 de noviembre de 2015. Quedan 34 días de aquí a las elecciones de 6D en Venezuela y cada vez es más evidente la intención de los factores de la derecha de asumir esos comicios como un punto de ruptura. Nunca había sido tan intenso y descarado el plan para actuar a lo Jalisco, que si no gana arrebata. Nacional e internacionalmente se prepara con descaro el escenario para el desconocimiento de los resultados, si no les son favorables ¿Esperan que cantar fraude les rinda rédito de inmediato? No necesariamente. No son tontos, saben que si la diferencia no fuera demasiado estrecha, aun cuando no sea tan amplia, va a ser difícil conseguir respaldos firmes de organismos oficiales internacionales (la OEA, la ONU. Unasur, la CELAC, la UE, etc.) que se puedan traducir, por ejemplo, en sanciones contra Venezuela. Pero ya ha comenzado la deslegitimación mediática del proceso electoral venezolano, la siembra de dudas, de desconfianza, que se conviertan en plataforma de la prolongación de la conspiración permanente, bajo nuevas condiciones.
La fecha de los comicios no ayuda a que los planes opositores desestabilizadores poselectorales cristalicen de inmediato. A las elecciones les siguen las festividades navideñas, las vacaciones, los viajes, las rumbas. En 2002 la derecha pudo montar un tinglado desestabilizador en plena época navideña, pero las condiciones eran muy diferentes a las de ahora. Entonces, tenía un muy buen músculo movilizador de masas y un dominio mediático absoluto: todos los canales privados se encadenaban en la conspiración y VTV, el canal del Estado, trataba de responder casi en solitario a la cayapa comunicacional, mientras a El Nacional le acompañaban casi todos los diarios impresos nacionales en la labor de zapa. Al nivel externo, los procesos de integración latinoamericana y de desarrollo de la multipolaridad carecían de los avances que hoy presentan. PDVSA, el corazón financiero del país, estaba dominada, en los más altos cargos, por los gerentes traidores y la oposición, en general, lucía mucho más articulada y poderosa que ahora. En este momento, todas esas condiciones se han modificado a nuestro favor y la conspiración no podrá extenderse hasta las fiestas de Navidad. Claro, nos referimos a una situación de victoria electoral revolucionaria. En el caso contrario, el análisis tendría otros elementos que hoy no vamos a abordar.
Pero por otra parte, el ataque mediático contra nuestras instituciones y contra el proceso electoral tiene un fin no inmediatista, si hay una derrota contrarrevolucionaria. Los argumentos de la derecha internacional, por ejemplo, apuntan a profundizar la negación del carácter democrático del Gobierno de Maduro. Una victoria revolucionaria no sería atribuida al apoyo mayoritario del pueblo, sino al “ventajismo oficial”, a un proceso signado por la “persecución a los opositores”, apoyándose, entre otras cosas, en los “presos políticos” y en los “exiliados”, al “reparto demagógico” de beneficios (aumentos salariales, distribución de alimentos, bonificaciones navideñas, etc.). No dejarán de denunciar abundantes “irregularidades” posibilitadas por la ausencia de “observación electoral internacional adecuada”. En fin, habrá un desconocimiento político de los resultados, aunque no puedan establecer sólidos argumentos jurídicos, lo cual persigue montar la olla de la apuesta a la no superación definitiva de las dificultades económicas y a los efectos del sabotaje general ininterrumpido, y por ende al avance hacia alguna posibilidad insurreccional o intervencionista a partir de 2016.
La verdad es que nunca antes en los años de Revolución Bolivariana habíamos visto a una derecha continental tan activa contra Venezuela. Lo más reciente es la maniobra de sectores conservadores de Uruguay en torno a la Corte Electoral Uruguaya (CEU), que preside el Consejo Electoral de Unasur. Este organismo oficial del país sureño habría advertido que “el sentido” de la misión de observación del bloque para los comicios legislativos del 6 de diciembre “está en riesgo”. Supuestas “fuentes oficiales” habrían declarado a la agencia EFE que la CEU resolvió que ante la proximidad de las elecciones, la “demora y el agotamiento” de los plazos para la aprobación de la misión han puesto “en riesgo” el sentido de la misma “en cuanto a su eficacia y resultados”.
Más grave aún, en un documento oficial la CEU considera que “si no fuera posible conformar la misión en tiempo y forma” no debería realizarse para preservar la trayectoria de Unasur “a favor del ejercicio democrático en la región” y no perjudicar “la seriedad y el prestigio ganados en el ámbito internacional”. No se debe olvidar que
Uruguay ejerce la presidencia pro témpore de la Unión de Naciones Suramericanas y, por tanto, el presidente de la CEU lo es a su vez de la Corte Electoral de este organismo internacional. Se trata, pues, de una maniobra muy peligrosa desde el punto de vista de la proyección mediática contra la democracia venezolana.
Recientemente, el dirigente socialista venezolano Elías Jaua visitó Uruguay y se reunió con el ex presidente Pepe Mujica y con el secretariado del Frente Amplio (FA), el bloque gobernante con fuerte influencia de la izquierda, para tratar la participación de una misión de acompañantes de Uruguay en las próximas elecciones. Después de esta visita, miembros de la oposición de Uruguay dijeron que si se envía una misión de observación a los comicios de Venezuela, debe contar con miembros de todos los partidos y no solo del Frente Amplio. Es claro, pues, que estamos ante un movimiento coordinado de los factores contrarrevolucionarios del continente que tuvo una reciente y conocida manifestación por parte del Tribunal Superior Electoral de Brasil.
Todo el tema de la observación internacional, de los presos políticos, de los Derechos Humanos y otros referidos a Venezuela tienen el objetivo de cuestionar la democracia en Venezuela y de caracterizar al gobierno de Maduro como dictatorial, autoritario y totalitario. Internamente, esa línea se complementa con acciones opositoras como la no participación en el simulacro del CNE y el rechazo a firmar un acuerdo de reconocimiento de los resultados del 6D.
Entretanto, la ultraderecha venezolana sigue tejiendo la telaraña del fascismo. En una reciente declaración, la delincuente reincidente María Corina Machado, afirmó que “Nos queda claro que el 6 de diciembre no se trata de ser mayoría en la Asamblea Nacional, se trata de elegir a hombres y mujeres que van avanzar a la transición a la democracia, para que esta dictadura militarista mafiosa salga del poder… hagan lo que hagan Maduro y su régimen, pase lo que pase, el 7 de diciembre comienza la nueva Venezuela… encuentro en toda Venezuela una coincidencia, estas elecciones serán el veredicto claro e inequívoco de que Maduro y su régimen se tienen que ir, que ha llegado la hora de un cambio definitivo en la sociedad venezolana y sus valores”.
Con razón la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, se refirió a estos sectores fascistas como “un grupúsculo que quiere arrebatar el poder político que no alcanza por la vía democrática, los votos”. Para que se vea como están las cosas.