Ya arrancó, oficialmente, la campaña electoral para elegir la nueva Asamblea Nacional, la suerte está echada; serán tres semanas en las que cada fuerza política, las de mayor significación, estarán enfocadas en función de ganar los votos con los cuales obtener la representación necesaria que le permita garantizarse la mayoría en el Parlamento Nacional.
Objetivo fundamental, este, en cualquier régimen democrático, en el que los actores políticos actuantes se ciñen a las pautas señaladas por la respectiva Carta Constitucional, al menos, en teoría, como así está contemplado en los textos de los clásicos que concibieron y desarrollaron el sistema político moderno de la democracia burguesa, que es la que todavía impera, transicionalmente, en nuestro país; pues, la sociedad socialista ha de desarrollar sus propios esquemas de funcionamiento mucho más democrático y cohesionado con el pueblo como sujeto político.
Dos visiones
Pero, como sabemos, en la realidad concreta venezolana, es ostensible que la derecha paraopositora, ni siquiera asume y menos practica los postulados de la democracia parlamentaria, más bien persiste en negarse a sí misma como actor político democrático orientándose por un guión que le es impuesto por factores extraños cuyos intereses en nada se corresponden con los de la Patria venezolana.
Precisamente, atendiendo a esta imposición es a lo que se debe el hecho, de que en la Venezuela de apertura del siglo XXI, se haya constituido como una constante, que en todos los procesos electorales que se realizan, independientemente, del corte o alcance que tengan, bien sea presidencial, parlamentaria, de gobernadores o municipales, siempre esté en juego el problema del poder, del poder político.
Esta constante condicionante es expresión de la aguda confrontación o polarización planteada de manera permanente entre dos visiones de país, que son abiertamente contrapuestas: una que actúa en función de establecer las bases para la instauración de una nueva sociedad, socialista, incluyente, soberana y humanista, orientada a impulsar la integración entre los pueblos nuestroamericanos; y otra, que, por el contrario, pretende restaurar y acentuar los rasgos característicos de la vieja sociedad capitalista, excluyente e insolidaria, inclinada a mantener los nexos de dependencia que durante siglos nos mantuvieron, como pueblo, atado a los centros de poder imperialistas.
Sin cabeza propia
Y estas próximas elecciones del 6D, evidentemente, no son la excepción, pues, el polo opositor, como siempre, se está planteando el lance electoral como una oportunidad para poner en jaque al poder político legítimamente constituido a pesar de ser una elección de corte parlamentario. Una vez más se está jugando a Rosalinda, desarrollando una estrategia bifronte con dos aristas claramente definidas: alentando la participación electoral pero, al mismo tiempo, instrumentando la siniestra guarimba insurreccional; es decir, el tramposo doble juego.
Cada vez es más evidente la sumisión que mantiene, esta derecha paraopositora, con el imperialismo yanqui, limitante que no le permite actuar con cabeza propia ni mucho menos pensar o concebirse como una opción soberana. Y el decadente imperialismo, como siempre, decidido a persistir en su afán a histórico de destruir la esperanza de regeneración nuestroamericana que constituye la Revolución Bolivariana, apostado, como caimán en boca e` caño, a la caza de una oportunidad que le facilite dar el ansiado zarpazo anticonstitucional con el que aspiran retomar el control del país.
Fragua maniobrera
Esto nos explica el inacabable enjambre maniobrero que todos los días están alimentando en el ámbito internacional (el espureo decreto de Obama, la pretendida relación del gobierno bolivariano con el sucio negocio del narcotráfico, la supuesta violación de los derechos humanos, las chantajistas y amenazantes declaraciones de funcionarios como Kerry y Kelly, el manejo titiritero de desprestigiados expresidentes latinoamericanos y de elementos de la derecha internacional con la intención de desacreditar el sistema político venezolano y, especialmente, cuestionar al poder electoral, la persistente manipulación mediática tergiversadora de la realidad del país, la reciente ofensiva que han desatado contra gobiernos progresistas de la región, etc.). Todo ello, enfilado a crear un ambiente que les permita debilitar la imagen del país y fraguar, combinado con lo que acontece en su interior, cualquier eventual acción intervencionista como las que estilan realizar en Latinoamérica y en otras regiones del mundo.
Pura finta electoral
En el ámbito nacional la derecha paraopositora persiste en su doble juego poniendo el empeño en la salida insurreccional. La política desarrollada por la mentada MUD- más que en la campaña electoral, en la que sus candidatos sólo hacen fintas promocionales- descansa en la acción desestabilizadora de su brazo económico que ha optado por acentuar la guerra económica, apretando sus atosigantes medidas, de desabastecimiento y altos precios inducidos, que ya no se preocupan en negar, pues, su promotor principal, Lorenzo (Oso) Mendoza, en el video con Haussman, reconoció su existencia y el papel que desempeña en la misma; guerra económica que está acompañada del saboteo de los servicios públicos, particularmente, al sistema eléctrico nacional, destinada a crear la zozobra y la desesperanza colectiva.
Mientras, por otro lado, hacen sus amagos electorales procurando imponer, a través de los medios y redes sociales, la matriz de opinión de que tienen ganadas las elecciones, sustentado dicho supuesto triunfo en el descontento general que han venido sembrando concienzudamente; de allí la disposición a embochinchar al país cuando enfrenten la realidad de que, una vez más, el bravo pueblo les demuestre su madurez política y ratifique el triunfo de la Revolución Bolivariana