Los pueblos no suelen equivocarse, sucede a veces, la historia nos da ejemplos de ello, pero no es lo usual… Con todo respeto hacia el Presidente Maduro, tenemos que cuestionarlo – protestar y reclamar – cuando él señala que el pueblo “cometió un error”. Decir esto sí es un irrespeto hacia el pueblo, una demostración de soberbia y de falta de humildad. Más aún cuando lo señala menos de 48 horas después del 6D. Y además nos preocupa porque esta afirmación afecta la popularidad del presidente, ya muy menguada, y afecta al propio proceso revolucionario y la necesidad de recuperación… ¿O no está menguada la popularidad del Presidente Maduro?
Esa persona sabia, pura y noble, esa fuerza telúrica, quieta y sosegada que es el pueblo, despierta cada cierto tiempo y se manifiesta de manera estruendosa, con expresiones breves y precisas, al igual que profundas, para guiar o reorientar el rumbo. Y el 6D lo hizo… Se ha manifestado 4 veces en las últimas décadas: el 27 de febrero de 1989, el 4 de febrero de 1992, el 12 y 13 de abril de 2002 y, ahora, el 6 de diciembre de 2015. Las tres primeras veces, contra la derecha, contra una democracia insustancial y formal, de privilegios económicos, de exclusiones sociales, de corrupción institucionalizada y, ahora, contra nosotros, contra una democracia que hemos declarado como participativa y protagónica, pero que ha extraviado el camino. Que se ha desconectado con el pueblo. ¿Vamos a desoír al pueblo, como lo hizo muchas veces la derecha, e ignorar esta sonora campanada?
Hasta ahora es lo que estamos haciendo. Estamos preocupados porque en las primeras horas no vemos propósito alguno de enmienda en el Presidente Maduro y en nuestra alta dirigencia. Prevalecen las bravuconadas políticas… La retórica insustancial… ¡Y tenemos todo el derecho de reclamar seriedad política! La política es dura y fría. No podemos ignorar el significado de una “mayoría calificada” de 2/3 partes de los diputados y diputadas, y desconocer las prerrogativas constitucionales que tendrá la oposición a partir del 05 de enero de 2016. No podemos ignorar la ventaja de más de 2 millones de votos que le dará legitimidad democrática a la oposición. Y, muy muy particularmente, no podemos ignorar los vaivenes de la política que hace que grupos de poder, como pueden ser magistrados del TSJ y miembros de nuestra FANB, suelen “anotarse a ganador”. ¿No recordamos cómo la mayoría de los magistrados de la extinta Corte Suprema de Justicia, nombrados por CAP, cuando lo vieron caído o tambaleándose, “se le voltearon”? ¿Muchos de nuestros funcionarios públicos que han usufructuado del poder, serán leales a la revolución, cuando la corrupción es el mayor acto de deslealtad revolucionaria, o buscarán negociar con la derecha “para salvar su pellejo”? ¿Es tan difícil darse cuenta de ello? ¿O será que somos esclavos de nuestras propias contradicciones?
Ahorita, la actual AN quiere apresurarse para nombrar, antes del 05 de enero de 2016, a 13 magistrados del TSJ. ¿Vamos a colocar los mejores hombres y mujeres, con las mejores credenciales o a los “amigos” y “allegados” de siempre? ¿Vamos a “hacerle el mandado” a la oposición con otra arbitrariedad que ellos, fácilmente, podrán revertir posteriormente? ¿Vamos a dejarle “otro mango bajito” como lo hicimos cuando eliminamos la elección de los 12 diputados al Parlatino, creyendo tontamente que “nos la estábamos comiendo”? ¿Vamos de manera infantil y socarrona seguir creyendo que somos “eternos en el poder”?
Aún el gobierno tiene mucha fuerza, tiene mucho margen de maniobra pero se requiere actuar con mucha habilidad política. ¡Sólo vemos ingenuidad e infantilismo político! ¡Y ninguna intención de ver la verdad a la cara y afrontar la realidad de frente! ¿Y actuando así somos fieles a Chávez? ¿Somos fieles al pueblo? ¿Somos fieles a la revolución?
¡La unidad revolucionaria es indispensable pero desde la verdad y desde la dimensión moral de la política!
