Los Consejos Comunales son expresión primaria de ese nuevo socialismo que se desea fundar en Venezuela a partir de la participación y del protagonismo de las organizaciones comunitarias, grupos sociales, ciudadanas y ciudadanos, quienes –de manera autónoma y colectiva- ejercerán directamente la gestión de las políticas públicas, además de aquellos “proyectos orientados a responder a las necesidades y aspiraciones de las comunidades en la construcción de una sociedad de equidad y justicia social”, tal como lo señala el Artículo 2 de la Ley de los Consejos Comunales, recientemente sancionada. Aunque esto no es aún suficiente para acceder al cambio estructural que modificará radicalmente el orden social, económico y político venezolano, sí es importante resaltar que este paso adelante permite una mejor identificación de los sectores populares con los progresos alcanzados en este país durante los siete años de vigencia del actual proceso revolucionario bolivariano.
Esto contribuirá, sin duda, a fortalecer el hecho revolucionario, dándole un cariz constituyente, ya que el pueblo podrá decidir el rumbo u orientación socialista que éste ha de tener. Sin embargo, dicha orientación no puede desvirtuarse bajo ningún concepto, ya que sólo el socialismo se adecua a las exigencias y aspiraciones populares más allá del simple formalismo democrático, trascendiendo el marco representativo para ser fiel manifestación de la voluntad popular colectiva. El hecho que los Consejos Comunales sean promovidos desde el gobierno central por Hugo Chávez, obligando –prácticamente- a los gobiernos estadales y municipales a involucrarse en ello, habla de la comprensión por abrir escenarios de socialización del poder como parte de una estrategia dirigida a producir una auténtica revolución popular en Venezuela.
Quienes ven en estas nuevas instancias de participación popular la oportunidad de usufructuar el poder al estilo reformista, tendrán que cederle paso a aquellos que sí están convencidos de que el objetivo es revolucionario. Es un tsunami social el que se está desatando y el mismo apunta a destruir las viejas instituciones del Estado porque resultan obsoletas frente a la nueva realidad estaría imponiendo el ejercicio democrático de los Consejos Comunales. Pero, no hay que creer que el providencialismo de Chávez es capaz de suscitar por si solo esta nueva realidad, aunque su influencia es innegable. Hay que comprender que también tiene su base en la evolución política y, hasta, ideológica, de los sectores populares que lo siguen como líder indiscutible del proceso revolucionario bolivariano, lo cual representa un aspecto positivo puesto que supone el abandono de los esquemas inducidos por el sistema bipartidista puntofijista y la adopción de los que sustentan la democracia participativa y protagónica, como antesala al socialismo en el siglo XXI. Cabe decir que la activación de la soberanía popular enunciada en el Artículo 5 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, comienza a disponer de un espacio propio, libre de la tutela de partidos políticos y gobernantes locales.
La misma tiene que concretarse, incluso, en oposición a las viejas prácticas de la democracia representativa que aún se mantienen vigentes, a pesar de que muchos de los dirigentes políticos y gobernantes locales y regionales se rasgan las vestiduras, pregonando ser tan revolucionarios como el que más, siendo connotados reformistas. Aún así, los Consejos Comunales abren la brecha para que exista, o comience a existir, una praxis social socialista, lo que podría eslabonarse con una praxis espiritual socialista.
En todo caso, si las Asambleas de Ciudadanos y Ciudadanas como máxima autoridad de los Consejos Comunales, generan sin interferencia alguna el protagonismo y la participación colectiva, podrían ser la base fundamental de ese nuevo socialismo que comienza a tener un perfil particular e inédito en Venezuela. Sin embargo, habría que acompañar tal ensayo, revolucionario desde cualquier punto de vista, con una adecuada y sostenida formación ideológica revolucionaria, de modo que nunca pueda ser víctima del reformismo, de la demagogia ni del oportunismo, combatiéndolos frontalmente cada vez que intenten apoderarse del mismo, desvirtuando su esencia y objetivos.-