El resultado electoral del pasado 6D no es otra cosa que la evidencia de un cambio de puntuación, es decir, del final de lo que podríamos denominar la primera etapa de la Revolución Bolivariana, etapa signada de manera absoluta por el pensamiento humanista, nacionalista, antiimperialista y socialista del Comandante Hugo Chávez Frías.
Al mismo tiempo, es también el inicio de una etapa nueva, consecuencia del proceso general de polarización política del país, producto de estos 14 años de constante confrontación, en medio de los permanentes intentos de desestabilización de los sectores de la derecha nacional unida a los intereses del imperialismo financiero internacional, esfuerzos de desestabilización intensificados en los dos últimos años, luego de la fulminante enfermedad y muerte de H. Chávez, mediante el sabotaje económico generalizado del país; proceso que tienen, en el ámbito del bolivarianismo, un sin número de avances en distintas áreas, como educación, salud, transporte, vivienda, seguridad social, inclusión de la población de tercera edad en el sistema de pensiones; logros que se reflejan, por ejemplo, en la disminución del Índice de Gini, que mide la desigualdad en la repartición de la riqueza a nivel mundial, y el Índice Desarrollo Humano (IDH), del Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD), todos ellos asociados a las políticas de estímulo a la participación protagónica e inclusión social dirigidas a los sectores que, siendo la población mayoritaria del país , vivieron hasta 1999 marginados y explotados.
Junto a estos logros, es también necesario reconocer la existencia de un conjunto de vicios, fracasos e insuficiencias, entre los que hay que incluir la corrupción galopante, en la que están asociados por igual factores de la burguesía y pequeña burguesía, junto a un gran número de oportunistas entronizados en las filas del bolivarianismo y en las distintas instancias de la administración pública; el derrumbe de la producción y de las políticas económicas impulsadas por el gobierno nacional, y la ineficiencia e incapacidad evidenciada para combatir el desabastecimiento, la especulación, la inflación y la inseguridad.
Más allá de todo ello, el hecho significativo más importante a resaltar, es que todos estos proyectos y toda esta inversión pública, incluidos los avances en infraestructura realizados o en proceso de desarrollo, no trascienden ni están estructuralmente pensados en función de romper con el modelo de economía petrolero rentista heredado de la IV república. Por el contrario, es posible plantear que la economía del país se ha hecho cada vez más dependiente de dicho esquema, lo cual hace evidente que, pese a existir un avance importante a nivel de desarrollo de la autonomía política del país, las condiciones estructurales de naturaleza económica sobre la que nuestra dependencia estructural se fundamenta siguen casi exactamente iguales a las heredadas producto de 300 años de coloniaje y 200 de neocolonialismo. Luego de 16 años de bolivarianismo, las políticas asistencialistas cortoplacistas y oportunistas parece ser todo lo predomina a nivel de nuestra dirigencia.
No obstante, es necesario decirlo, de esté torbellino de contradicciones, ha venido emergiendo, lentamente, distintas organizaciones, hasta ahora minoritarias, que han asumido la tarea de construir alternativas comunitarias de organización y producción a lo largo de todo el país.
Sin desconocer su relativa importancia, no nos referimos aquí al sin numero de Consejos Comunales "formales", que en la práctica sólo operan como requisito para el acceso al financiamiento esporádico y poco articulado de las políticas del Estado a partir del esfuerzo individual de 3 o 5 delegados esforzados que trabajan por todo los demás; nos referimos a aquellos que han asumido la tarea de la transformación de su "hábitat", entendido en forma integral, e incluida allí la dimensión económica y productiva, como una práctica colectiva basada en una participación protagónica de carácter profundamente democrática de base.
Producto de esta intensa década y media de gestación, el resultado del 6D muestra, de manera diáfana que, muerto nuestro líder y estratega, el contenido nacionalista y antiimperialista en que se fundamentó hasta ahora el apoyo mayoritario al proyecto impulsado por el bolivarianismo, con sus éxitos y fracasos, ha agotado su capacidad de seguir actuando como los componentes aglutinadores centrales del proceso, dando lugar a una nueva etapa, en que la permanente apelación a la imagen y frases de nuestro Comandante no bastan, como ha resultado evidente, para seguir garantizando al proyecto bolivariano de transformación del país el apoyo individual y la adhesión colectiva de la diversidad de sectores sociales con que se contó en nuestros inicios.
LA NUEVA ETAPA.
Resultado de las circunstancias anteriores, la nueva etapa que inaugura el 6D pone en evidencia un nuevo escalón en el proceso de radicalización de la división de clases de la sociedad venezolana que opera sobre la base de: o una reafirmación de los lazos que definen la pertenencia objetiva a una clase determinada, o en una afirmación de carácter ideológica, basada en aspiraciones de clase, en el sentido de ascenso social, o de posición de clase, en el sentido de identificación con los intereses y valores de una clase distinta a la que se pertenece.
Es decir, el 6D pone en evidencia un proceso de radicalización social en el que las opciones políticas pasan a estás basadas, en forma preeminente, en la doble relación que cada individuo tiene, cree tener, o aspira a tener, respecto al conjunto de las relaciones sociales de producción del país, es decir, en su relación respecto a la propiedad o no de los medios de producción, en el sentido estricto de Marx: burguesía o proletariado –asunto que en el marco de las relaciones que caracterizan nuestra condición de país dependiente petrolero, pasa por el control del poder del Estado como principal intermediario en la expropiación-apropiación del excedente de la producción petrolera– y, a la vez, en la relación que a nivel ideológico, es decir, de falsa conciencia, cada individuo establece con los procesos de distribución y consumo: pequeña burguesía, sectores de clase media, intelectuales, etcétera.
Dicho en otros términos, los 14 años de confrontación política del país, y los dos últimos de guerra económica, han llevado a una radicalización de la sociedad en función de los lazos de clase, que han pasado a ser el factor determinante a nivel individual en la toma de posiciones políticas respecto a la disyuntiva entre las fuerzas que persiguen mantener la continuidad de las relaciones de producción capitalistas que ha dominado los más de 500 años de existencia de lo que es hoy Venezuela, fuerzas que se oponen a toda posibilidad de cambio estructural económico, político, social y cultural del país, o la propuesta bolivariana para la construcción de un modelo de sociedad socialista alternativo al modelo capitalista, que Hugo Chávez denominara "Socialismo del Siglo XXI", propuesta de cambio y de transformación que caracteriza la coyuntura actual de la política del país.
En este sentido, bueno es puntualizarlo, el único "cambio" que promueve la derecha reaccionaria de nuestro país es, exclusivamente, el de impedir todo cambio para volver a lo que ha sido siempre Venezuela, para que nada cambie, para que sigamos siendo el país que siempre fue, un país dominado por el capital internacional y la oligarquía y pequeña burguesía nacional, que constituyen un sector minoritario del país, junto a una población dominada y explotada, de más del 60% de sus habitantes, viviendo en condición de sub-empleo, de pobreza, y pobreza extrema.
CLASES SOCIALES E IDEOLOGÍA
Sin pretender hacer aquí un examen integral de las clases sociales del país, y más allá de la división clásica marxista de clases sociales, interesa analizar los resultados del 6D a partir de la perspectiva ideológica en el sentido antes definido.
Dos son los componentes que definen desde este punto de vista nuestra situación como país y justifican la importancia de un análisis de los resultados electorales desde esta perspectiva.
En primer lugar, desde una perspectiva local, el hecho de ser la sociedad venezolana una sociedad sometida históricamente a un intenso proceso de homogenización ideológica que tiene como fundamento la ideología de la burguesía comercial, usurera y parasitaria, que evoluciona desde su condición de oficio totalmente desprestigiado en la Colonia, a la de intermediaria de los intereses de los países hegemónicos neocoloniales después de la Independencia. Combatida demagógicamente por el liberalismo a partir de 1830, fusionada y aliada a la oligarquía latifundista, se impone en todo el país a partir de la derrota de las fuerzas populares en la Guerra Federal, luego del asesinato de E. Zamora y el desmantelamiento y derrota del Ejercito del Pueblo Soberano, orquestada por los mismos autores intelectuales del asesinato de Zamora: Falcón y Guzmán Blanco, transformándose en el eje de la política económica de los gobiernos de Guzmán Blanco, hecho que coincide con el comienzo de la introducción en el país del capitalismo financiero monopólico imperialista asociado a los intereses neocoloniales de las potencias europeas y norteamericana, proceso que desemboca, luego de la Segunda Guerra Mundial, en la primacía de E.E.U.U como país hegemónico dentro del cuadro de nuestra dependencia estructural, y, a partir de 1926, en el modelo petrolero rentista.
A nivel social y cultural, la influencia ejercida por esta burguesía parasitaria ha llegado a imponer y difundir, directa o indirectamente, en todos los ámbitos y estratos sociales del país, incluida las clases sociales populares, un modelo de vida, una idiosincrasia, una ideología cuya mayor aspiración es vivir del cambio y del consumo, de la especulación financiera, del negocio y del negociado, del enriquecimiento fácil, de la usura, del inmediatismo, del oportunismo, y, por tanto, de la corrupción, de hacer la ley pensando de antemano en hacer la trampa, etc., etc.
Mentalidad mercantilista contraria en principio a toda forma de trabajo productivo, estructuralmente ligada a los intereses de los factores de dominación externos, a los que sirve de articulación necesaria interna, cuyo propósito principal es el de participar en la mayor parte de los beneficios provenientes de la explotación imperialista de los recursos del país en función de sus intereses individuales.
Respecto al papel nocivo de esta influencia sobre la clase obrera, Brito Figueroa anotaba lo siguiente:
"sicología de clase media", modelos culturales de clase media y la inestabilidad social de la pequeña burguesía. Modelos y valores que son asimilados por la clase obrera, esencialmente por las categorías urbano –industriales, en razón de la significación cualitativa de la pequeña burguesía en todos los niveles de la estructura social venezolana. Necesario es subrayar este elemento para comprender la función política desempeñada por la clase obrera en nuestro país en la última década.
En segundo lugar, desde una perspectiva global, dentro del sistema dual de países hegemónicos y dependientes, característico del capitalismo imperialista monopólico y financiero– a excepción de la burguesía y el proletariado, es decir, la clase poseedora de los medios de producción y del capital financiero, cuyos miembros tienen siempre muy claro cuál es su posición social y el lugar que ocupan en las relaciones de producción, y del proletariado con conciencia de clase, cosa cada vez más rara en la actualidad– es la denominada economía de consumo la que sustenta la integración ideológica, política, económica y social del sistema, integración que opera a partir de la exacerbación el proceso de individuación basado en el consumo generalizado de bienes a través del crédito y su instrumento fundamental, la tarjeta de crédito, de forma tal que, en la sociedad globalizada, de la que formamos parte en condición de país dependiente neocolonizado, la individuación y realización personal depende directamente de la capacidad de acceder a los bienes de consumo que el sistema promueve: "Soy lo que consumo".
Un ejemplo tomado de uno de los tantos con los que nuestro Comandante educaba la conciencia del pueblo, puede bastar para ilustrar tanto el significado de este hecho en nuestra sociedad de consumo, como la necesidad de superar esta determinación en una sociedad socialista.
Tiene que ver con los primeros tiempos de nuestro Comandante como oficial de Ejercito, en que su carro era un viejo Volkswagen, al parecer bastante destartalado, y los comentarios reiterados de su oficial superior, incómodo de ver a un oficial en tal vehículo, repitiéndole: ¡Ese carro no lo representa Chávez!. Pues bien, en la sociedad de consumo actual, lo que un individuo "es" depende de los objetos y bienes que puede llegar a consumir: La casa en que vivo, la urbanización en que esta se encuentra, el carro en el que puedo exhibirme, la ropa que uso, el celular de última generación, los lugares a donde puedo viajar, los colegios donde pueden estudiar los hijos, el club al que pertenezco, la cantidad de dinero que poseo (dinero que no es otra cosa que el equivalente general de cualquier mercancía), etc., etc. Soy lo que consumo o lo que potencialmente puedo llegar a consumir mediante la acumulación de dinero.
La sociedad capitalista de consumo, a través de los medios de comunicación de masas, está constantemente bombardeando nuestra conciencia con una serie interminable de modelos ideales de consumo que en el fondo promueven la formación de una autoimagen de realización personal basada en la posibilidad de acceder a la posesión de los objetos asociados a estos modelos y estilo de vida; al mismo tiempo, la banca financiera, a través de la tarjeta de crédito, tiende a hacer posible el acceso a este sueño mediante el "compre ahora y trabaje luego", para pagar y poder volver a consumir.
Luego de 40 años de democracia representativa clientelar y de dependencia estructural respecto a los intereses y estrategias del capitalismo financiero imperialista globalizado, es en este mecanismo ideológico básico –en el que está subsumida la mayor parte de nuestra población, incluida, por supuesto, nuestros sectores populares– desde esta ideología del individualismo exacerbado de realización personal a través del consumo, el egoísmo, el derroche y el dinero como principal bien a perseguir, desde la que la mayor parte de nuestra población ve el mundo y toma parte activa en él. Al mismo tiempo, es a esta ideología a la que el socialismo opone los valores de la solidaridad y el bien común.
En este sentido, sostengo la tesis de que la fundamental y monumental labor didáctica y comunicacional realizada por el Comandante Chávez, para poner al descubierto las raíces y antivalores de la ideología que sustenta al capitalismo venezolano, lejos de ser reforzada en la práctica por las políticas del gobierno Bolivariano, la enfrenta a profundas contradicciones que, en muchos casos terminan por reforzar los antivalores ideológicos del capitalismo y la sociedad de consumo y no los del socialismo. Entre muchos ejemplos de estas contradicciones, podemos citar aquí, las políticas que, por una parte refuerzan los valores de la solidaridad, la participación protagónica y "lo común" a partir de la organización comunal, enfrentadas a las que refuerzan la propiedad privada, por ejemplo, la titularidad de tierras urbanas en los barrios; o las políticas asistencialistas y clientelares, que tienden a reforzar de manera unilateral los derechos de los individuos y nunca o casi nunca los deberes, políticas que refuerzan no la solidaridad sino el individualismo y las aspiraciones de "clase media" de los sectores populares.
Cuando se radicaliza el enfrentamiento entre poseedores y no poseedores de los medios de producción, entre capitalismo y socialismo, es desde esta ideología basada en el consumo –que es el factor fundamental de integración social y político con que opera actualmente el capitalismo globalizado, ideología que permea por lo demás a todos los estratos sociales de nuestro país– desde donde se dirimen las opciones políticas a favor o en contra de uno u otro bando.
Si el mensaje de Hugo Chávez fue capaz de cautivar el interés de amplios y diversos sectores de nuestra población en función de los ideales de nacionalismo y antiimperialismo, si su labor incansable para transformar con su palabra y su ejemplo esta falsa conciencia, esta ideología del individualismo y el egoísmo por la de la solidaridad y el bien común, pudo llegar a los sectores más olvidados del país, y su magnetismo personal fue capaz de de concitar la adhesión de las grandes mayorías, no por ello la ideología del consumo ha sido derrotada. Ha bastado que la oposición pusiese en jaque la posibilidad del consumo del país para que una buena parte de esa misma población, que hasta ese momento era capaz de acompañar las propuestas nacionalistas y antiimperialistas de orden más general y, si se quiere, más abstracto, rompiera este apoyo al ver amenazados sus sueños de realización individuales y su ideología y aspiraciones de clase media.
La ideología que surge de la participación de los individuos en las instancias de distribución y consumo de la sociedad, y, en particular, de la sociedad de consumo de la que formamos parte, opera en el sentido de falsa conciencia, es decir, en el sentido de un enmascaramiento de las relaciones de producción, y, por tanto, de un enmascaramiento de las relaciones de clase objetivas entre propietarios de los medios de producción y asalariados, dueños exclusivamente de su fuerza de trabajo, relaciones que son, en definitiva, las que determinan la forma en que se realiza la expropiación-apropiación histórica del excedente de la producción del país, en particular de la petrolera y minera, que es la actividad económica fundamental de nuestra economía.
A menos que exista una transformación real de la conciencia, que pueda aportar las herramientas intelectuales necesarias para superar las ideologías y asumir posiciones revolucionarias de clase para superar el orden capitalista actual basado en la sociedad de consumo y el individualismo, ese orden difícilmente podrá ser superado. Más aún si se trata de su superación por la vía exclusiva del voto. Cualquiera sea el caso, el problema reside en el hecho de que esta transformación de la conciencia no puede ser alcanzada solamente por medio de la palabra, es decir, exclusivamente por medio del discurso revolucionario. Hace falta que este discurso tenga como contrapartida una práctica revolucionaria transformadora coherente con este discurso. Es en la relación entre teoría y práctica, entre lo que se declara y lo que se hace, dónde residen tanto las razones del éxito de estos 16 años de revolución, expresados en los resultados del 6D, como, al mismo tiempo, la raíz del fracaso electoral del 6D.
UN PEQUEÑO ANALISIS DE LOS RESULTADOS
Como se señaló, puede afirmarse que la política del gobierno bolivariano, ya desde la última etapa de nuestro Comandante, y durante todo este último período posterior a su fallecimiento, ha derivado en una práctica clientelar y asistencialista que contrasta abiertamente con un discurso revolucionario que se vuelve cada vez más apologético, que lejos de reforzar los valores de la solidaridad y del bien común, refuerzan la ideología y aspiraciones de "clase media" de una parte importante de los sectores populares que hasta hace poco nos apoyaban.
Por mucho que se trate de justificar todo con el argumento de la "deuda social", cuando se entrega un apartamento o un taxi o un tractor, o una fabrica, o una finca expropiada a los sectores populares, sin que haya un profundo trabajo previo para transformar su conciencia en una conciencia de clase, lo que se está haciendo, básicamente, es reforzar su ideología y sus aspiraciones de clase media basadas en los valores de esa burguesía parasitaria a que nos hemos referida antes.
Era pues un asunto más que evidente que, frente a la guerra de desabastecimiento, las colas, la inseguridad, la especulación y la inflación galopante a que ha estado sometida nuestra economía, si alguna vez el bolivarianismo aspiró y pudo llegar a contar con alguna pequeña parte de los llamados "sectores de clase media", eso que llamábamos "clase media en positivo", en estas elecciones ese sector en su conjunto se pasaría completamente a la oposición ( salvo un muy pequeño grupo de individuos que perteneciendo a los sectores de clase media, poseen una formación intelectual y una conciencia política revolucionaria bien sustentada. A ellos les atañe perfectamente el término posición de clase). Ello es evidente pues estos sectores de la "clase media", son en lo económico de los más afectados por la situación imperante, puesto que, dependiendo en su mayoría de un sueldo, han visto volatilizarse casi completamente su poder adquisitivo y el estilo de consumo al que estaban acostumbrados.
Asumido en términos pragmático el razonamiento anterior, y descartada cualquier posibilidad de apoyo de la clase media, excepto el señalado, el problema de fondo antes de las elecciones del 6D se planteaba en si el efecto que tendría la guerra económica en la población de escasos recursos, donde reside el grueso de nuestro apoyo, se traduciría o no en una pérdida sustancial de votos bolivarianos.
Si se considera en forma realista el peso que una guerra de desabastecimiento y una inflación muy mal enfrentadas de nuestra parte, pueden llegar a tener sobre la ideología de los sectores populares, que en su gran mayoría tienen como aspiración central de vida el de ascender a clase media, era bastante evidente que o perderíamos la elección, o quedaríamos, en el mejor de los casos, en una situación de empate técnico que sería casi peor que perder completamente.
Lejos de asumir y enfrentar en forma realista esta posibilidad, nuestra dirigencia apostó y quiso convencerse, y convencernos a todos, que los sectores populares harían el siguiente cálculo: "Si bien estamos pasando trabajo con las colas, con el desabastecimiento y la inflación, tenemos una serie de beneficios que antes nunca tuvimos: precios subsidiados de alimentos, los beneficios de las distintas misiones, en particular de la Misión Vivienda, inclusión en las pensiones, etc. etc. Si votamos por la oposición, perderemos estos beneficios. Conclusión. Perderemos más de lo que estamos ganando." Confiando en esté cálculo, nuestro gobierno y nuestra dirigencia se jugaron el todo por el todo en una política oportunista y electorera dirigida exclusivamente a reforzar por todos los medios los elementos que sustentaban este supuesto razonamiento político de los sectores populares. De acuerdo a ello, se insistió en reforzar la idea de que la guerra económica de la oposición era la responsable exclusiva del desabastecimiento, la especulación de precios y la inflación; se aceleró la entrega de viviendas y hasta se inventaron números de viviendas para entregar; se inventaron leyes de precio justo y se juramentaron miles de fiscales populares sacados de la manga, que más allá del despliegue propagandístico televisivo, jamás tuvieron efecto positivo alguno para detener la especulación de precios o el desabastecimiento. Se regalaron taxis a diestra y siniestra (y no es sólo una metáfora), se pintaron fachadas en los barrios, se importaron alimentos en grandes cantidades y, pese a ello, el resultado no fue distinto al de una gota de agua en el desierto. Resultado, una gran parte de esos sectores populares que hasta ayer nos apoyaban prefirieron, como sabemos y es evidente, votar por una oposición que, para cualquiera que tenga aspiraciones y de clase media, de consumismo, de ascenso social y de hacerse rico a corto plazo encaramándose por sobre los demás, es la garantía de dar continuidad a esos sueños. Nos olvidamos también que esa población, todavía inmersa en el adequismo de la IV Republica, juega a ganador, y nuestra política lamentablemente olía mucho a perdedor. A mucho ruido y pocas nueces para decirlo elegantemente. Resultado, a nuestra dirigencia le salió el tiro por la culata.
No creo que exista mejor prueba del peso que el factor ideológico tiene en el panorama político actual del país.
Sobre este particular, sería importante que nuestro Presidente y nuestro partido tomaran nota de la lección del 6D y cesaran definitivamente en su política de seguir en el uso y abuso reiterativo de la imagen y las frases de nuestro Comandante, que, frente a la ausencia de una acción coherente de gobierno, sólo está contribuyendo a vaciar de contenido su discurso, y a hacer evidente que, detrás de este despliegue constante, sólo se esconde la incapacidad para estructurar una política económica coherente frente a los problemas que enfrentamos a nivel nacional e internacional, sustituyendo los cambios radicales por las frases revolucionarias.
Un problema adicional a tener en cuenta, que surge a partir de las premisas de nuestro análisis, y que al menos aparentemente ya tuvo una cierta manifestación como resultado del 6D, tiene que ver con el hecho de que el proyecto bolivariano ha perdurado durante estos 16 años gracias al apoyo popular y al apoyo de todo lo que implica en el lenguaje bolivariano, la "unión cívico militar". Si el razonamiento que hacemos en términos del pesó de la ideología de "clase media" en la radicalización de los lazos de clase puestos en evidencia en estos comicios es un hecho cierto, tal como lo sostengo, resulta un factor de la mayor preocupación el hecho de que, independientemente de su extracción social popular, la educación que recibe la oficialidad de las fuerzas armadas, al igual que la educación que se imparte en las universidades de todo el país, constituye uno de los más poderosos factores de ascenso social de clase media en Venezuela.
PESE A LA DERROTA DEL 6D, DÓNDE ESTA NUESTRO VERDADERO ÉXITO Y NUESTRO VERDADERO CAPITAL
Lo que muestra el resultado de la votación del domingo 6D, es que el país está dividido, desde el punto de vista de sus lazos de clase, en aproximadamente un 30% claramente definido por su pertenencia a la burguesía y pequeña burguesía y clase media, el núcleo duro de la oposición que tiene muy clara su opción a favor del capitalismo y en contra de toda idea de socialismo. Un sector, de aproximadamente 10% de la población, que proviene evidentemente de los denominados "sectores populares", sector que hasta hace poco apoyaba el proyecto nacionalista y antiimperialista bolivariano, que seguramente se ha beneficiado de las políticas de inclusión social, y que en esta elección paso a las filas opositoras, sector que debemos suponer de mentalidad oportunista que no está dispuesto a renunciar a sus aspiraciones de clase media y de ascenso social dentro de la sociedad de consumo actual. Un 2% de otras opciones y un 3,5% de votos nulos. Un 26% de la población que se abstuvo de participar, porcentaje que se ha mantenido más o menos constante durante todos los comicios celebrados. Y un 29% de los votos Bolivarianos.
Luego de 16 años de revolución bolivariana, en un mundo dominado casi completamente por el capital internacional financiero e industrial, que ha llevado a concentrar sobre el 1% de la población mundial el 90% de la riqueza mundial, donde la competencia de estos factores de poder por el control de las principales fuentes de energía y materias primas, en particular por el petróleo, ha llevado a nuevas e interminables guerras que destruyen países y hogares de millones de personas ajenas a estos conflictos, intereses que son del todo incompatibles con nuestro proceso bolivariano socialista y que son los que están en la base de las constantes agresiones, del boicot económico y político sistemático y de la permanente campaña de desinformación nacional e internacional, campañas que atacan la condición esencial en que se sustenta ideología de realización individual basada en el consumo de casi toda la población del país, para generar malestar y enfrentarlos a la idea de socialismo, es en medio de estas circunstancias en las que tanto los éxitos de las políticas sociales bolivarianas como el peso negativo innegable que la generalizada ineficiencia, la corrupción y el oportunismo mercantilista que afecta no sólo a nuestro proceso, sino a todo el país, herencia de 300 años de colonialismo y doscientos de neocolonialismo; más allá de inmediatismo, de los criterios básicamente cuantitativos y clientelares, y más allá del fracaso de la política económica, lo cual no es poco decir, la elección del 6D muestra que el proyecto bolivariano, en lo que a su propuesta de transformación revolucionaria se refiere, orientada a la superación del capitalismo y a la construcción de las bases de una sociedad socialista basada en el bien común y la solidaridad, "socialismo del siglo XXI", ha sido capaz de consolidar de manera efectiva el apoyo de 5,6 millones de votantes.
En el marco del conjunto de contradicciones señaladas, que son de hecho una dura prueba para las convicciones de cualquier persona, el sólo hecho de considerar que en un mundo globalizado sobre la base de dominio omnímodo y universal del capital financiero y el consumo, se ha logrado conservar el apoyo del 29% de los votantes para un proyecto socialista de transformación del país es, objetivamente, un logro extraordinario en sí mismo que raya casi en lo milagroso.
La verdadera herencia, el verdadero legado de Hugo Chávez no consiste exclusivamente en sus ideas y en su ejemplo, el verdadero legado está representado en este conjunto de más de 5,6 millones de venezolanos que han asumido de manera más o menos consciente y central el reto de transformar su vida y con ello, la vida del país, en una sociedad fundada sobre los valores de la solidaridad social y el bien común.
Sin embargo, es este un sector que necesita ser cohesionado, organizado y fortalecido ideológicamente, y parte fundamental de ese fortalecimiento tiene que ver con su inserción orgánica en formas de producción comunitarias y socialistas a nivel del país, a partir de relaciones de producción alternativas a las relaciones de producción capitalistas asociadas a la economía de consumo.
En lo personal, considero que es esta la primera tarea central inmediata de nuestra revolución a partir del 6D, tarea que incluye la reestructuración completa del PSUV en el que se supone milita buena parte de los 5,6 millones de votantes chavistas. Sobre ello escribí un artículo en esta misma página que se puede consultar. Del 6 de diciembre a esta parte, poco o nada se ha avanzado, como no sea seguir en la misma tónica clientelar y demagógica a que nos tienen acostumbrados nuestros dirigentes, ninguno de los cuales, a excepción de Aristóbulo Istúriz, hecho que lo honra, ha asumido su responsabilidad como dirigente en la derrota de las ultimas elecciones. Hay que transformar el partido de una maquinaria electoral en un partido de clase, vanguardia del programa socialista revolucionario para el Socialismo del Siglo XXI, vanguardia de una nueva ética social y política para el país.
Junto a este asunto central, y en particular frente a la situación internacional presente y futura del mercado petrolero y la absoluta incapacidad de la OPEP para enfrentarla, es de fundamental importancia proceder a una revisión general y cambio radical de nuestra política económica, que incluye la revisión y redimensionamiento de la política de subsidios y misiones, en particular la de la Gran Misión Vivienda Venezuela y Barrio Tricolor. Una reducción del gasto público que adicionalmente opere como ejemplo moralizante frente al país y ponga fin a los privilegios personales de los funcionarios públicos de todo nivel. La revisión de la política de cambio en consonancia con un plan para la recuperación y desarrollo de la producción nacional, que parta del redireccionamiento de la mayor parte del excedente de la producción nacional a la producción y no al consumo, e incluya el desarrollo y fortalecimiento de distintos modelos de gestión comunal de la economía sobre solidas bases de eficiencia social, como modelo alternativo al del capitalismo privado.
Sobre todo, una política radical para garantizar la eficiencia, eficiencia revolucionaria, en todos los niveles de la administración pública y de la producción nacional vinculada a las políticas del Estado.
Estos y otros muchos temas deben ser el fruto de una amplia, rápida y eficiente discusión que parta de las bases mismas de nuestro partido unido al Gran Polo Patriótico. Pero no de las bases inventadas a dedo por los cogollos partidistas, sacadas de la manga en medio de un programa televisado. Se requiere, como en todo, de un verdadero cambio radical en la forma de hacer las cosas, cambio que incluye el que nuestros actuales dirigentes asuman su responsabilidad frente a la derrota y se aparten generosamente para dar espacio a las nuevas generaciones que surjan de este proceso de reorganización y discusión. Es necesario confiar en que en esos 5,6 millones de venezolanos y venezolanas están los miles de nuevos Hugos Chávez que nuestra revolución necesita. No hay mucho tiempo.
Basta de populismo clientelar, basta de burocratismo y de oportunista corruptos: Partido, Unión Cívica y Militar, Comuna Socialista y Eficiencia Revolucionaria, deben ser nuestras consignas.
Alfredo Mariño E.
Miembro del PSUV