De no ganar terreno el conjunto de medidas anunciadas por el Presidente Nicolás Maduro para superar exitosamente las dificultades creadas en el ámbito de la economía nacional, estaría por definirse si ello representa una crisis económica o, algo de mayor gravedad, una crisis de Estado. En cualquier caso, esta situación que padece Venezuela aumenta la necesidad de redefinir los valores culturales, políticos, sociales y económicos sobre los cuales se erigió el actual modelo de civilización u orden social, especialmente cuando se ha tenido la pretensión -hasta ahora, fallida- de constituir uno nuevo bajo la inspiración del “socialismo del siglo 21” Comprometidos con la subversión del orden existente, a los revolucionarios les corresponde no solamente denunciar el contexto de injusticia, de explotación o de discriminación de cualquier tipo que soportan los sectores populares sino luchar por una revolución con opciones propias, proponiéndose seriamente derogar dicho contexto de una manera definitiva, teniendo en cuenta las causas históricas que la produjeron.
Por esto, es fundamental que el poder popular (armado de una organización y una verdadera conciencia revolucionaria) se movilice de un modo constituyente, destituyente e instituyente, con respuestas soberanas, creativas y audaces que tengan por meta asegurar la transformación estructural del Estado burgués liberal, la ideología dominante y la economía capitalista que rigen al país; creando opciones propias, desde abajo, y asociadas a principios subversivos, críticos y radicales que permitan -en consecuencia- la revolución. No se puede olvidar, bajo ningún concepto o circunstancia, que la lucha popular sigue siendo contra la hegemonía de los grupos oligárquicos parasitarios, usufructuarios del poder y de la renta petrolera en el pasado; lo cual obliga a librar batallas ideológicas y culturales que la neutralicen de manera categórica, promoviendo un vasto proceso de formación y debates que genere una nueva conciencia entre los sectores populares.
No hay que llamarse a engaño. No basta con un simple cambio de gobierno ni de representantes políticos. De hacerse con el poder, los partidos políticos de la derecha aplicarían la misma fórmula neoliberal que quiso imponerle Carlos Andrés Pérez al pueblo venezolano en 1989, cuando sucediera el Caracazo: privatizaciones de la salud, el agua, la electricidad y la educación, entre otros, además de una flexibilización laboral y una congelación general de salarios, liberación de precios, divisas e intereses que beneficiarían considerablemente a los grupos oligárquicos parasitarios; elevación de los impuestos y una disminución significativa de lo que llaman "gastos" sociales, afectando la continuidad de las distintas misiones sociales que iniciara el Comandante Chávez en beneficio de los sectores populares.
Cuando se imponga finalmente la organización consciente, mayoritaria y pluralista (sin sectarismo) de los sectores populares, tanto en la estructura productiva como sobre el resto de las estructuras que conforman el orden establecido, se podrá hablar entonces de la instauración revolucionaria de una sociedad, de unos valores culturales y de un Estado de nuevo tipo; construyéndose, en consecuencia, una hegemonía popular que erradique las causas y las condiciones históricas de la situación actual del país.