El adjetivo cómplice tiene un uso, por lo general, peyorativo. Es epíteto para calificar a quien está implicado. Por extensión, cuando este último expresa la acción de implicar, se ha pretendido usarla como sinónimo de comprometer. Recuerdo claramente al maestro periodista y poeta Jesús Rosas Marcano, predicando por todas partes que por qué, teniendo un verbo tan bonito como comprometer, se le sustituye por “implicar”, cuando éste está reservado para las acciones delictivas.
Las explicaciones precedentes las he considerado necesarias porque, para referirme a mi complicidad con el camarada presidente Nicolás Maduro, aludo a la solidaridad de clase con una revolución en la que creo: la Revolución Bolivariana y Chavista.
Con el ser humano, con el individuo, Nicolás Maduro, puedo tener coincidencias o desavenencias (aunque suene grosero, a nadie eso le importa), pero con el jefe de este proceso en la coyuntura actual y luego de que le eligiéramos como Presidente de la República, en compromiso con el ruego que nos hiciera el Comandante Supremo Hugo Chávez, asumo mi solidaridad, mi complicidad, mi acato y obediencia a su responsabilidad de mando. Es mi jefe y el jefe de todas y todos quienes creemos que éste es el camino revolucionario para alcanzar la independencia definitiva y la Patria socialista.
Me declaro cómplice de Maduro, de sus decisiones y ejecutorias, de sus decretos y proclamas, siempre y cuando sean asumidas en obediencia al pueblo trabajador, al proletariado como clase, al que ambos, y millones más, nos debemos.
Soy cómplice del Decreto de Emergencia Económica, del esfuerzo por rescatar las “empresas de producción social” que habían terminado en manos de los neo burgueses, requeteneoliberales, y de muchas otras medidas de las que intentan frenar las arremetidas del imperio y de las transnacionales del capital. Soy cómplice de querer encontrar soluciones y de no querer detenernos, cansados y vencidos, como lo pretenden los planes imperiales que golpean desde todos los flancos.
Claro, yo no quisiera caer en el reduccionismo al que nos empuja, con sus propagandas y sus acciones, el imperio estadounidense que, por querer acabar con nuestra soberanía y frenar nuestro camino a la independencia y la Patria socialista, proponen e imponen “salir de Maduro” culpabilizándolo de todo cuanto a ellos se les ocurre o de sus acciones terrorista, golpistas o de guerra económica, con las que pretenden desestabilizar a nuestro país y a nuestro proceso revolucionario.
Nuestra defensa, expresada en la figura de Maduro, es la defensa de nuestro camino al socialismo, de nuestra Revolución Bolivariana y Chavista. Eso no significa culto a la personalidad ni creer que una sola persona puede ser encarnación de todo un procesos que es complejo, que es de pensamiento múltiple, que es diverso y uno al mismo tiempo. Es que estamos convencidos de que hoy, Venezuela y Nuestramérica necesitan de Nicolás Maduro para mantener la coherencia de paz que sólo Hugo Chávez supo construir, en su perseverancia de líder mundial de este proceso llamado a superar al capitalismo.
Entendamos, no se trata de una deificación, de un personalismo y mucho menos de un jalabolismo a un individuo. Se trata de un reclamo de humildad, para entender la complejidad de todo un proceso en el que “ser un tilín mejores” (como lo sugiere el trovador Silvio Rodríguez) es un desafío que está planteado para todas y todos, quienes apostamos a la esperanza y luchamos por la victoria del socialismo.