En ningún país, el socialismo burocrático y estatista ha tenido éxito, porque el gobierno ha secuestrado las funciones que debieron asumir los trabajadores y el pueblo en general. En Venezuela, las cúpulas del PSUV decretaron el “socialismo del Siglo XXI”, que no es precisamente producto de una consulta a los trabajadores, a los campesinos y al pueblo en general, si no una lucha de poderes entre oligarcas de la cuarta República y nuevos oligarcas formados durante 16 años, y sobre todo que ese supuesto socialismo es una falacia inventado para desviar el proyecto original de bolivariano, y creando falsas expectativas de solución a la problemática social y económica del país. Todo fue un artificio para entretener a los venezolanos y así constituir una nueva oligarquía con los recursos de la nación.
En Latinoamérica lo que ha existido es un disfraz de izquierda y un esnobismo en los intelectuales y sectores de clase media con pretensiones pequeñoburguesas, motivados principalmente por razones emocionales y no por convencimiento. Debido a eso es que al solo oler el poder sufren una inflexión y abandonan la ilusión de cambiar lo viejo por lo nuevo, cayendo en lo mismo del pasado, siendo más de lo mismo o aún peor de lo que había antes.
En la revolución francesa de 1789 los jacobinos, partidarios de un sistema republicano, se ubicaron a la izquierda de la Asamblea Constituyente, no por eso se les puede denominar socialistas, solamente querían nuevas relaciones de producción no feudales, y sus consignas políticas era la igualdad, fraternidad, solidaridad y en lo económico el liberalismo, mientras que los girondinos o la nobleza, partidarios de que se mantuviera la monarquía, se ubicaron a la derecha. Los primeros, partidarios de los nuevo, de una República, los segundos, deseaban mantener lo viejo, el régimen monárquico.
Ser de izquierda es querer suplantar lo viejo por lo nuevo, monarquía por República, dictadura por democracia, y democracia por más y mejor democracia. Todos los cambios de gobierno en Venezuela han mantenido la supremacía de una clase social por encima de las demás, y han incrementado las abismales y crecientes desigualdades sociales, hambre, pobreza, miseria y corrupción. Ninguno de ellos ha erradicado estos males sociales. Por tales razones, es un absurdo pensar a estas alturas que “la izquierda se despide”, si aquí no ha existido una izquierda real.
Es cierto que el humanismo cristiano es lo que ha hecho falta en los políticos tradicionales tanto de la derecha como de la falsa izquierda. Pero aún los más cercanos a esta propuesta que son los creadores de la Teología de la Liberación, han podido romper con el predominio de los políticos corruptos. Es necesario un método propuesto a los pobres que les permita su participación en los asuntos políticos y públicos para transformar la sociedad y eliminar las injusticias e iniquidades en la vida terrenal. Mientras tanto, se deja a sus anchas a los políticos tradicionales corruptos e ineptos el privilegio y el monopolio de conducir el Estado. Ni en la derecha de la MUD, ni en la falsa izquierda del PSUV y sus aliados hay la voluntad de revertir esta realidad.
A eso se agrega que los sectores políticos que son realmente de pensamiento transformador, están atomizados en el país. Es por eso que ante un eventual revocatorio de Nicolás Maduro, un recorte a su mandato presidencial, una Asamblea Constituyente o reforma constitucional y el llamado a elecciones generales, no favorece al pueblo porque no hay hasta el momento otra alternativa que se oponga a ambos bloques de la derecha de la MUD y PSUV. Es urgente la organización de estos sectores cristianos y los sectores políticos honestos del país para que a su vez organicen al pueblo para futuras contingencias políticas en el país.