Nota: Este artículo, como se dice al final, fue publicado, el 15 de febrero de 1994, en el diario El Norte. Chávez todavía estaba detenido en Yare; fue sobreseído un mes después. Sólo la curiosidad y hasta ociosidad si se quiere, me llevó a reponerlo en este espacio. Al hallarle en mí archivo y reelerlo me llamó la atención; el cuadro, aquellas circunstancias tan sugerentes. Espero que al lector también, sin que eso pase de allí. El estado de cosas actual llevará a una salida. Tengo mis opiniones sobre lo que debería acontecer, que no debe ser “La salida”. Por ahora me las reservo, pues quizás no sea el momento para exponerlas, más careciendo de los detalles indispensables . No he tenido oportunidad de discutirlas con nadie. Tengo mucha experiencia en ser minoría, de eso sé bastante y por esto, espero que la “ola” crezca. Iba a decir “marea”, pero me contuve porque podría mal interpretárseme. Espero que nadie se tome a pecho las referencias a los ex presidentes, pues sólo a aqellos se dedicaron ellas.
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Los venezolanos caminamos sobre el filo de la navaja. El margen de maniobra se redujo ostensiblemente. Ya no podemos darnos el lujo o soportar la pesadilla, para ser ásperamente sinceros, de tener en el palacio de misia Jacinta a un diletante cualquiera, amparado tras una quincallería verbal o a un confeso iletrado que se lo juega todo en una presunta habilidad.
Quedó atrás la Venezuela de Jauja, donde cualquier bufón podía ser presidente, gobernador o jefe de oficina, como en "cambalache", el tango siempre fresco de Discèpolo, porque las cosas se resolvían a realazos.
Ya cometimos demasiados errores; tantos que agotamos la fuente que nos permitía vivir en un permanente festín donde la torta grande se la repartían "nulidades engreídas", caudillos sin talento ni coraje y más de un Juan Peña, el mediocre personaje del celebrado cuento de Pedro Emilio Coll, titulado "El Diente Roto".
Es el momento de crear. Precisamente la grandeza de un pueblo se demuestra en las dificultades. Y este pueblo nuestro tiene historia de pueblo grande y heroico. Es la hora de levantarse por encima de las dificultades, poner en tensión toda la capacidad creadora y vitalidad de los venezolanos.
También en las dificultades se evalúan las mejores condiciones en la pertinencia de un liderazgo.
A pesar del descenso de los precios del petróleo y el estallido de la crisis fiscal, agravada por el peso de la deuda externa, en gran volumen ilegalmente contraída, los venezolanos pudimos descubrir con diafanidad la estrechez de miras de nuestros dirigentes. La totalidad de la crisis, como aquel felino, de la premiada película checa, "Un día un gato" pintó de colores a la dirigencia. Un color para los corruptos, otro para los comisionistas e intermediarios, mediocres, charlatanes de oficio disfrazados de sabios, analfabetas funcionales con su pequeño inventario de palabras desleídas.
Es el momento de inventar y para ello se requiere el concurso de los mejores venezolanos sin revisarle el carnet o solicitarle complicidades infamantes.
Como dijo Ramón J. Velásquez, uno de los pocos presidentes cultos que hemos tenido desde la época del maestro Gallegos, el acuerdo que demandamos exige no excluir a nadie. Aspirar que nuestras proposiciones prevalezcan es una manera de excluir o dividir.
El momento demanda un acuerdo que incluya a lo mejor del país, romper con la práctica nefasta de consolidar un clientelismo político abusando de los recursos del Estado; o lo que es lo mismo, ganar indulgencias con escapulario ajeno.
Por esto último, el pueblo, el país todo, exigen una participación sin cartas en la manga, ni cálculos burocráticos; pero también y esto es fundamental, para citar de nuevo al presidente Velásquez, el acuerdo no es sólo cosa para acceder al poder, y una vez alcanzado éste, lo único que importa y conviene es el interés del grupo pequeño que lo controla.
El presidente propuso un acuerdo nacional por encima de las cúpulas o cogollos de los partidos; la mayoría de los nacionales le dimos el triunfo por eso y porque lo creemos capaz de pilotear con éxito esta nave de velas deshechas. Pero él solo no puede. Necesita ayuda y debe dejarse ayudar de la mejor gente venezolana y que se fortalezca en el centro de poder político la idea de derrotar el pasado, acabar con las sectas, logias y la sola intención de oxigenar al clientelismo y la mezquina politiquería.
El Norte
Bna. 15 de febrero de 1994.