Ya no hay lugar a dudas, la liberación irracional de precios en Venezuela es toda una realidad, y a estas alturas es poco lo que queda sin haber sufrido un aumento considerable durante el Gobierno de Nicolás Maduro, especialmente desde el año 2015. Es más que evidente que ante el impacto de la “crisis” global del capitalismo en el país suramericano, el Gobierno dizque revolucionario no ha hecho sino favorecer al gran sector privado; según funcionarios como el empresario Miguel Pérez Abad, la liberación de precios es necesaria para estimular al sector privado, al reconocer la estructura de costos. Pero como buen empresario, Abad jamás admitirá que la medida señalada busca, en buena parte, proteger los márgenes de ganancia de los capitalistas, para quienes al fin y al cabo el principal estímulo es la acumulación y multiplicación de su riqueza, y no la satisfacción de las necesidades populares.
Mientras tanto la mayoría de la población venezolana, que percibe salarios miserables, paga las consecuencias de la espantosa liberación de precios. A manera de ejemplo, alimentos como el arroz, la leche y sus derivados, el aceite, la pasta, los huevos, las carnes de diversos animales, el azúcar, los cereales, las leguminosas, el pan, las frutas y pare de contar, han sufrido aumentos de precios en algunos casos de hasta el 1000% y más en un corto periodo. Tanto que criticaban algunos voceros opositores el supuesto control de precios, para que finalmente el Gobierno de Maduro hiciera realidad el sueño de todo empresario. Si quedaban dudas del carácter capitalista de las “Revolución Bolivariana”, esta liberación de precios las ha despejado totalmente, y deja al descubierto, además, que el tal socialismo del siglo XXI jamás trascenderá de la retórica populista de las actuales autoridades nacionales. Tal es la situación, que la zozobra de millones cada día es más grande, lidiando con un fenómeno como la escasez, y arreglándoselas como se pueda con el altísimo costo de la vida, que al parecer tiende a elevarse aún más. Por cierto, no se entiende bien que luego de tan notable aumento en los precios de casi todo, aún haya escasez de algunos productos básicos.
Claro está que ante el alza cada vez mayor en los costos de alimentos, medicinas, servicios y otros rubros, la paciencia de las masas se viene agotando, pues no es para menos tener que seguir soportando largas filas y para colmo no poder ya ni alimentarse adecuadamente. En verdad hay una situación que pudiera desembocar en un estallido social masivo, mediante el que se pueda obligar al Gobierno nacional, al gran empresariado, y a la dizque oposición, a reconsiderar medidas como la liberación de precios. Irónico que el Gobierno de Maduro haya criticado día tras día al capitalismo, y al final de cuentas ha aplicado recetas económicas parecidas a las ejecutadas por Gobiernos venezolanos anteriores, y a las que históricamente han aplicado Gobiernos en todo el mundo por “recomendación” del FMI y de la banca global.
Por cierto que el Gobierno nacional, que de revolucionario e izquierdista tiene nada, sabe bien que la liberación es una medida profundamente impopular, y el estado de excepción recientemente decretado tiene, como objetivo parcial, intentar controlar la violencia social que indudablemente se multiplicará y será cada vez más intensa. Tristemente no falta quien califique a las protestas como simples acciones que buscan derrocar a Maduro. No hay dudas de la intervención permanente de intereses nacionales y foráneos en Venezuela, debido, entre otros factores, a la presencia de abundantes riquezas naturales en suelo venezolano; pero es justo valorar la rabia espontánea de millones ante un fenómeno grave como el altísimo costo de la vida.
