El país vive la tragedia que, la lucha de clases está polarizada y lo que es peor, los extremos, o para decirlo de manera más benigna, quienes representan los términos opuestos, son sacerdotes del dogmatismo. En un lado u otro, los no dogmáticos, son para decirlo como le gustaba a Chávez, como comandantes sin tropa.
Chávez fue un hombre que discurseó bastante contra el dogmatismo y los dogmáticos. Sabía bien lo peligroso y hasta la inutilidad de esa actitud y manera de abordar la vida. Aquella que en un viejo libro, alguien describiendo a un dogmático, decía de él, era un individuo que intentando captar o interpretar los hechos de acuerdo con sus fórmulas y no poder hacerlo o comprobar luego se había equivocado, concluía que aquellos eran defectuosos. Esperaba con obstinación que la vida transcurriese tal como la concebía y jamás diferente y menos al contrario. Intentaba que la vida se metiese por el molde por él elaborado.
Por eso, asombra como se invoca el discurso del propio Chávez, tal si fuese un "santo para prenderle una vela", como condenó Alí Primera a los dogmáticos, o un "catecismo", para usar una palabra utilizada por José Vicente Rangel este domingo, pasando por alto los cambios o las diferencias de la vida. Dijo esto el periodista por el discurso de Schemell, su entrevistado, según el cual el gobierno y oposición parecieran atrapados en un discurso que es ajeno a lo que le gente espera. Como que el 70% o más de los venezolanos ansían por un diálogo entre el gobierno y empresarios. Lo que expresa que la gente no se conforma con ofrecimientos a futuro, la santificación o una vida hermosa en el más allá, sino que se resuelvan las calamidades que ahora confronta. Un dogmático dirá que eso es reformismo, pero nadie que tenga dos dedos de frente puede hacer política con posibilidades de éxito si ignora el pensar de las multitudes. Lo que pasa es que entre el dogmatismo, el masoquismo o la egolotría hay muchos puntos de encuentro.
En libro que antes he mencionado, en el cual el ex embajador de Cuba, Germán Sánchez Otero, hace un recuento de la vida de Chávez, hay un relato en el cual éste deja sentado su rechazo por los dogmas y los dogmáticos. Estando de servicio en Elorza, a donde fue enviado por ser sospechoso de conspirar, viaja a Maracaibo y allí asiste a un "Congreso" del MBR-200", en el cual se acuerda entre otras cosas editar una revista para hacerla circular en el seno de las fuerzas armadas especialmente. Antes, han venido insistiendo no hablar de Marx, Lenin ni en lenguaje que a ellos aluda directamente porque a su entender eso no tiene buena acogida aún en los sectores que procuran influir. Tampoco a la guerrilla venezolana que él mismo, para aquel tiempo, percibe casi en extinción. Un buen día le hacen llegar 300 ejemplares de la revista y al leerla en detalles se halla que en ella "todos los contenidos son muy radicales, y en ninguna parte se menciona a Bolívar, Zamora y Rodríguez. Arde en cólera. Sabe que una revista así no tiene aceptación entre oficiales e incluso en la calle; es otra retórica izquierdista, sin raíces bolivarianas. Decide no repartirlas y quemarlas"*. Por aquello, logra contactar al editor, por cierto según allí se dice, militante del PCV a quien le reclama por aquello y opta por romper con éste y quienes le acompañan.
Fue una reacción contra el dogmatismo y los dogmáticos, que les resulta difícil abordar la realidad con el lenguaje de la gente común, muchas veces porque no saben hacerlo, por la costumbre de repetir oraciones. También porque no entienden que su historia y espacio le ofrece los ejemplos y motivos.
Ahora mismo, a raíz de las declaraciones de Del Pino, quien por cierto todavía sigue en el cargo, pese atreverse a decir algo que le puso a chocar de frente con los dogmáticos, el dogmatismo pareció tomar fuerza o por lo menos aliento. Tanto que hubo discursos que parecieron poner de nuevo en el tapete aquella absurda discusión de cuando se introdujo la primera enmienda constitucional, elección perdida por el gobierno precisamente, entre otras cosas, por las dudas generadas al discutir la propuesta de reforma al artículo 115 constitucional, que originaron a aquellas cosas jocosas como "de dos casas te quitamos una", a lo que la oposición supo sacarle ventaja. Haber propuesto volver a contratar a pequeños empresarios para prestar servicio en PDSA en el área del lago, al margen que eso sea pertinente o no, provocó que a Eulogio Del Pino, Jaua le recordara el Plan de la Patria. Pero como este está inscrito dentro de lo que los dirigentes chavistas mismos llaman el "Plan Maestro", la Constitución vigente, no es ilegal ni inmoral la propiedad, pues está definida en el artículo 115 y lo establecido en el 112 sobre el derecho a dedicarse a cualquier actividad lícita. Lo que sí es trascendente en materia de propiedad, relativo y pertinente en esta etapa del proceso, aún hundido hasta las cejas en las redes del rentismo, es lo relativo al artículo 113 que se refiere a la prohibición de monopolios que ejercen grandes empresas y la cartelización de estas.
Lo ideal, entiéndase bien el significado de esta expresión, es que se pudiera hacer, para decirlo más o menos en palabras de Mao, "renazcan las flores" prontamente, crear lo más rápidamente empresas socialistas que ocupen el espacio de buena o gran parte de las privadas. Decimos así, porque es difícil saber cuándo llegaría el momento ideal o eso que Chávez llamaba el "minuto crítico". Eso lo previó el constitucionalista del 99. Por eso, esas condenas a las relaciones de producción privadas de manera absoluta, al margen de la realidad y blandiendo dogmas, generan confusión y más temor del que ya existe.
Elías Jauja, sin duda, recriminó a Del Pino, provocó un respaldo hasta un tanto extraño de Cabello y Maduro, quienes tocaron el tema de la no privatización, aunque haya motivos para ello, de manera dogmática y ajena a la constitución, como si se estuviese proponiendo la venta de PDVSA, CORPOELEC o CANTV, para sólo nombrar algunas, mientras se negocia, de manera que uno apoya y entiende, con el capital privado internacional para tareas de gran envergadura que demandan altas cifras de inversión. En Venezuela, la educación es gratuita y es obligación del Estado invertir en ella. Pero cualquier persona sabe que la matrícula privada en relativamente grande todavía y así permanecerá, es el deber ser, por largo tiempo, por dos razones; primero que el Estado no puede todavía con toda esa carga y la gente se siente asistida por el derecho a decidir dónde poner a estudiar a sus hijos e impedirlo, por ahora, significaría ampliar el margen de los opuestos al proceso de cambio.
Pero pese a esa reacción y el apoyo que Jaua ofrece al gobierno, él mismo, en artículo que ahora –hablo de este domingo 7 de agosto – al hablar de la Carta Magna dice que "diversifica y democratiza las formas de propiedad sobre los medios de producción, como la propiedad individual….".
Siendo así, eso cree sin duda Jauja, ¿por qué mirar con horror que una empresa que fue estatizada - subrayo, estatizada – y mal manejada desde tiempo atrás y por distintos administradores pueda ser "reprivatizada", tratándose de "medios de producción", para usar el mismo código de Jauja, de poca significación, como una fábrica de pasta o un pequeño servicio a la industria petrolera? ¿Acaso eso no existe en otras áreas? ¿Por qué tanta bulla? ¿Será que la soledad a uno obliga a gritar para atraer la atención?
Claro, a mi parecer, en teoría hay una mejor opción, mejor y pertinente que la estatización, socializarla. Pero esta no es fácil, menos en gran escala, por razones de carácter cultural y el peso que en estas tiene la historia del capitalismo. El obrero mismo, pese a lo que digan los dogmáticos, tiene una pesada carga cultural capitalista. Tanto que muchos prefieren ser bachaqueros. El gobierno cubano y hasta el venezolano, tienen experiencias de lo que hablamos. Por eso, si bien no se puede caer en la epidemia de la reprivatización, menos entregarle a empresarios negocios como el de Movilnet y Cantv, según entendemos altamente rentables, tampoco en el dogmatismo de negarse a lo contrario a ultranza, en el sólo discurso, pues mientras tanto a diario nacen empresas de esa naturaleza, habiendo razones que no justifican esa negativa y cuando la Carta Magna establece el principio de propiedad en distintas versiones. Si lo que invocan los dogmáticos fuese cierto o valedero, ¿cómo entender lo que hacemos de firmar convenios con empresas privadas en el área minera y petrolera? ¿Cómo concebir que eso también esté previsto en nuestra Constitución?
Lo que sucede, pareciera serlo así, que alrededor de quienes manejan el aparato estatal, hay muchos de aquellos como el redactor de la revista que Chávez quemó y es necesario tranquilizarlos con el discurso. No importa si eso crea confusión en el chavismo y genera mayor temor y resistencia en sectores que deberían estar del lado éste.
Pero los dogmáticos también cunden en el bando opositor. De eso hablaré en otra oportunidad. Pero como dije al principio, tienen peso y le ponen ritmo a la historia venezolana de ahora.
* "Hugo Chávez y la resurrección de un Pueblo". Germán Sánchez Otero. Edit. Vadell hermanos. Pag. 201.