Al momento de escribir estas líneas, no se ha producido en España la configuración de la investidura. Pero, la aparición de Pablo Iglesias luego de las rectificaciones y autocríticas del caso: su relajamiento, confinamiento al escenario virtualizado de las encuestas introduce nuevos elementos; su giro hacia el “socialismo-podemos” entendido como la focalización de los poderes financieros. Ello vislumbra un replanteamiento de la alianza en los términos de la re-valuación del “interés general” en España.
El aporte de la izquierda, redefinida en el nuevo gobierno en alianza con Pedro Sanchez-PSOE, tendrá sus consecuencias para Europa y el mundo. La coalición Unidos Podemos gradualmente se sitúa en ventaja programática, de allí que la campaña de producir antinomia entre estas fuerzas resultó favorable para la derecha. Pero hoy, Unidos Podemos y PSOE no son precisamente aceite-vinagre.
En las conversaciones Sánchez-Iglesias está la clave. Este último tiene una plataforma programática con el cambio de modelo político-social, formulación de políticas públicas, inclusión social-profesional, revalorización de las pensiones, reindustrialización sin bancos y sustentabilidad de su programa económico.
Hay puntos capitales: la auditoría de la deuda y consecuente disciplina fiscal hacia capitales cuantiosos. Unidos Podemos aportaría al PSOE una estructura polivalente, con novedosa geografía del poder local, inclusión de diversas demandas sociales, nacionalistas, apoyos a municipios autárquicos, para nutrirse del espíritu y motor constituyente del pueblo. Bloque histórico con intelectuales, artistas, estudiantes, exempresarios, un nuevo empoderamiento del ciudadano, la vocación participativa y las raíces políticas de la trayectoria de izquierda continental y mediterránea.
Europa hoy no vive necesariamente el auge del neoliberalismo, como cuando a finales de los ochenta del siglo XX, la caída del muro de Berlín anunciaba con bombos y platillos el fin de la historia y las ideologías.