Visión y ética republicana de Simón Bolívar

En Simón Bolívar, El Libertador de medio continente americano, el factor ético de la lucha revolucionaria por la Independencia de nuestros pueblos se expresa en la intransigencia patriótica, la condena al despotismo colonial, el odio a quienes oprimen a la nación americana, la valentía política y la honradez a toda prueba; lo que servirá de estímulo para que exista y perdure, además, una conciencia nacional sólida. Esta posición ética se ha de asumir en la lucha por la liberación nacional, en especial, en lo relativo al sacrificio personal, la satisfacción por el deber cumplido (aunque no sea reconocido), el anteponer a los intereses particulares los intereses del pueblo y trabajar activamente cada día por consolidar la democracia y la independencia nacional.

En todo ello juega un papel trascendental la educación, una educación dirigida a la emancipación de los ciudadanos y a su formación como republicanos honestos, responsables y productivos; ciudadanos que pudieren acometer la importante tarea de construir una sociedad republicana y democrática, sirviendo de modelo al resto de las naciones. Por eso, llega a asegurar que “la educación e instrucción pública son el principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la libertad de los pueblos”. Ello es requisito insoslayable para que las virtudes republicanas dominen todos los aspectos de la vida en sociedad, permitiendo que cada persona sea capaz de ejercer el gobierno de la República o, al menos, saber escoger a los mejores para dicha función, sin ser víctima de la demagogia acostumbrada. Esto haría que todos los ciudadanos participaran, en pie de igualdad, en el desarrollo de las instituciones democráticas, de modo que las leyes fueran accesorias.

Sin embargo, Bolívar era consciente de la necesidad de la disciplina revolucionaria a fin de evitar las desviaciones del proceso emancipador. “Es preciso –afirmaría en uno de sus escritos- el último rigor con los malvados, sean godos o sean patriotas, porque la república tanto gana con la destrucción de un buen realista como de un mal ciudadano. El crimen en todos los partidos es igualmente odioso y condenable: hagamos triunfar la justicia y triunfará la libertad”. A estos efectos, impuso la condena a muerte, de modo sumario, de todos aquellos funcionarios de gobierno que, abusando de la confianza general depositada en ellos, se roban los dineros públicos; igual pena sufrirían los jueces que, conociendo las denuncias en contra de aquellos, no las procesaran y, en consecuencia, no castigaban a los culpables de dichos delitos.

En el campo político, El Libertador se encamina hacia la autonomía, en lo jurídico hacia la unidad latinoamericana, en lo económico hacia la justicia agraria y en lo social hacia la igualdad. Para Bolívar, la liberación de nuestra América no es un fenómeno político aislado, es justicia económica, autonomía política, unidad latinoamericana, libertad de espíritu, igualdad social, perfección ética, y progreso cultural y educativo. Todo ello en constante construcción hasta dar nacimiento a sucesivas generaciones de líderes republicanos que se encargarían de enrumbar debidamente a las nuevas naciones americanas, generaciones capaces de inmolarse por defender a su Patria de las acechanzas de cualquier poder extranjero. En esto, salvando las distancias y el contexto en que cada uno vivió, Bolívar se adelanta a la propuesta del hombre nuevo que formulara el Che Guevara y que coincide plenamente con la que elabora, a su vez, su Maestro Simón Rodríguez, el inquieto e irreverente Samuel Robinson.

Consciente de la trascendental empresa de producir una revolución original, sin ser copia burda de otras en el pasado, Bolívar es un convencido de que ello será realidad si se atiende a la formación de los nuevos republicanos, despojándolos de las viejas costumbres heredadas del pasado colonial, cuestión que debe acompañarse de una ética y de una moral plenamente blindadas para que nunca sucumban a las tentaciones generadas en torno al ejercicio del poder, desde los niveles más humildes hasta los más encumbrados.-


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Homar Garcés


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