Del presidente Maduro ya nada nos sorprende. Ha hecho habitual lo desconcertante. Sus sacudones y revolcones se repiten casi a diario como las réplicas que vienen detrás de cada movimiento sísmico. Uno sabe que a diario sucederá algo que antes producía sorpresa y desconcierto. Cuando anunció el primer “Sacudón” y luego el “Revolcón”, los venezolanos dejamos de respirar en el lapso que fue del dicho al hecho. Ya estamos tan acostumbrados a esas cosas, que nos comportamos como quien vive en la pata de un volcán. Y él, el presidente, por su discurso, nos produce la idea de eso mismo.
Del presidente Chávez, Maduro tuvo la oportunidad de aprender muchas cosas. Uno supone que le resultó de mucho provecho haber estado al lado de aquél, desde la salida de la cárcel de Yare hasta su muerte.
El comandante, dio muestras de ser poco confiado, no voy a decir en la gente, porque en muchos casos pecó de lo contrario y lo aprovecharon, como Miquilena, Ismael García, Isea, el ex gobernador de Aragua y unos cuantos nombres que ahora no recuerdo, pero se sabe que por Miami andan con sus jugosas cuentas en dólares. Hasta el primer General en Jefe, Lucas Rincón, lo dejó sorprendido y lo volvió más desconfiado, cuando aseguro que el presidente “había puesto la renuncia”. Pero no hay duda que en muchos casos pecó de extremo celo, tanto que era frecuente al intentar cambiar su gabinete se limitaba al enroque; quien había estado en un ministerio se iba para otro y el que en estaba en este se trasladaba para aquél, tal como las amas de casa que suelen, cada cierto tiempo, cambiar el orden en los espacios de sus hogares con la sana intención de cambiar el paisaje y dar la sensación de vitalidad y cambio. Es como un renovarse, suelen decir.
Daba la sensación que desconfiaba en algunos casos en demasía, salvo de aquellos que estuvieron con él en el MBR-200, alzamiento del 4F y en la cárcel de Yare o cuando en esta estaba le visitaron con persistencia, como Nicolás Maduro. Del libro del ex embajador de Cuba, Germán Sánchez Otero, uno saca esta conclusión. De quienes se le acercaron después que optó por participar en el proceso o lucha electoral, salvo pocas excepciones, como casualmente Miquilena, dio muestras de tener poca confianza. Hubo casos todavía inexplicables de aquellos se incorporaron después al MVR, habiendo sido electos diputados se les nombraba ministros y luego destituidos del cargo cuando apenas comenzaban a tomar las riendas. Fueron como movidas responsabilidad de gente del primer anillo para colocar a alguien suyo. Sobran nombres de personas de mucho valor, como gente del PCV, que a lo largo de sus vidas han dado muestras de coherencia, lealtad a los principios revolucionarios, los mismos que justifican “La Revolución Bolivariana”, que han sido absolutamente ignorados porque no llegaron a eso que llaman “el primer anillo de seguridad”.
Es natural que el presidente Maduro, habiendo vivido esas experiencias al lado del comandante, las haya considerado pertinentes. Además, como militante que fue de la “Liga Socialista”, con los atributos y concepciones de aquella organización muy reducida que, aun en la legalidad, operaba como clandestina, está como “hecho” para las mismas prácticas.
Pocos días atrás, el presidente Maduro, comentaba a unos jóvenes, que ellos solían pintar enormes consignas de protesta en las paredes, “pese la rígida vigilancia policial”. Detalló que cuando la “Guerra de las Malvinas”, ellos cumplieron esas tareas; mientras unos pintaban otros, en cada esquina, vigilaban para advertir la presencia policial. Al escuchar aquello me asombré. La “Guerra de las Malvinas” se produjo entre abril y junio de 1982, la Liga Socialista era un partido legal y el gobierno de Luis Herrera Campins le dio abierto apoyo a la Argentina, pese que en este país había una dictadura. Hasta desde las pantallas de RCT, la de Marcel Granier, se hacían arengas en favor de las fuerzas militares del país suramericano. Lo que indica que hacer lo que fuese en favor de la causa Argentina tuvo el aval del gobierno. Eso hace presumir que Maduro pudiera haber sufrido del mismo síndrome de los luchadores clandestinos, sobre todo si lo fue, que al volver a la legalidad, por largo tiempo, conservan la costumbre de hablar en exceso quedo y mirando de lado a lado, escrutando los espacios, “no vaya a ser que ande un espía por allí”.
Hay personajes, por ejemplo, como Aristóbulo, a quien creo el más eficiente y dinámico, que pasaron y han repasado el gabinete y llevan tantos años que pareciera se hubieran graduado de ministros. Muchos de ellos no empapan ni mojan, pero allí están como los monarcas que lo son para toda la vida o les venga en gana. Si salen de ministro por alguna causa van a ocupar otros elevados cargos, nadie les evalúa, salvo el pueblo a quien nadie le para.
Es que Maduro, no hay duda, tiene poca confianza en la gente del abanico de la izquierda, del GPP, al cual dice darle mucho valor, pero no parece hallar a mano gente disponible en él. Hace poco nombró a Pérez Abad y, aparte de la pertinencia o no de ese nombramiento, no tardó en destituirlo sin que sepamos las razones. No le dieron tiempo ni para que fracasase. Lo que es cierto, de eso uno está seguro, el pequeño empresario anzoatiguense no forma parte de ese primer anillo. Quizás porque eso pensaba Chávez, un hombre salido del sector castrense, donde si halló bastante gente de confianza, Maduro como “heredero” que es de aquél crea indispensable serle “fiel” hasta en eso.
Hay algunos que salen a cumplir otras funciones o permitir un enroque “novedoso”, pero luego regresan pese uno no se explique el motivo. También quienes actúan como presuntos apagafuegos, que no pudiendo hacer nada ante cualquier novedad, regresan a su estado anterior como si fuesen Alejandro Magno después de una nueva conquista.
Ahora mismo, lo acabo de leer como noticia de última hora, el presidente Maduro ha promovido un “Sacudón y Revolcón” al mismo tiempo, con tanta audacia y novedad, que ha regresado al gabinete a un poco de gente que no hace mucho estuvo en él y uno tampoco halla las razones.
Pero así es el presidente, una persona dado a cambiar con la velocidad de los huracanes, que en cualquier parte pudiera sorprender y hasta provocar excitación, como impredecible, pero acá en Venezuela, estamos ya acostumbrados, tanto que sabemos de memoria la hora que habrá de venir un cambio o movimiento telúrico. Además, pese tanto agite, todo sigue igual o peor. Por eso, nada nos sorprende. Como no sorprenden los huracanes a los habitantes de las islas del Caribe.