Miguel Enrique Otero, gerenciando “El Nacional”, en nombre de la familia, pues como es sabido, es hijo del notable escritor venezolano Miguel Otero Silva, a quien su padre Miguel Otero Vizcarrondo, le favoreció fundando la editorial para que tuviese como desatar sus inquietudes que eran entonces muy revolucionarias, tanto que era miembro del PCV, optó por apoyar la Candidatura de Chávez. Uno creyó que tenía algo que ver con aquello de sus ancestros, pues su madre, María Teresa Castillo, también tuvo vínculos con la intelectualidad izquierdista de su tiempo, pero esos amores poco duraron. Se dijo que Miguel Enrique, alejado de la derecha por la historia de su padre y del diario que manejaba, aprovechó la coyuntura que significó la candidatura de Chávez para pasar sus guardadas facturas. O mejor dicho, mostrar que nada tenía de sus padres, lo de encontrar en la vida valores más altos que el dinero. Entre esas facturas, a cambio de sus servicios en la campaña electoral, una relacionada con un proyecto turístico para el que requería una gruesa inversión y nada más natural, en el pensamiento del “empresariado” venezolano, que usar las arcas del Estado. Pero Chávez, pasados los momentos de euforia por aquel triunfo, sobre todo de un joven provinciano sin vínculos con las clases altas, puesto sobre aviso, más por sus propias antenas que por su entorno, “no pisó el peine”. Entonces Miguel Enrique pudo preguntarse con verdadera sensatez ¿qué hago yo aquí?
Mientras tanto, Alfredo Peña, empleado de la editorial de los Otero, quien también abrazó la causa del chavismo, con su particular proyecto y su concepto, como otros tantos, que el candidato, un campesino y formado en la escuela militar, algo así como una papaya para engatusarle, meterle en sus carriles o mejor rediles, sería moldeado por ellos y ya el mandado estaba hecho. Logró estar cerca del presidente o de Miquilena, quien si se prestaría para sus planes, pero en todo caso llegó muy alto. Pero pronto, como éste último, su larga corte de adulantes, Miguel Enrique, Olavarría y otros tantos, militares y civiles, se percató que mejor era coger sus macundales, hacer las maletas, embarcarse en el golpe y quizás ahora sí se darían sus planes.
Por una interrogante anterior, aquella relacionada con Miquilena, al comenzar todo, después de electo Chávez presidente, hice una lista del orden en que abandonarían la “hazaña”; a Jorge Olavarría puse de primero y segundo al viejo dirigente sindical. Creo haber acertado. Miquilena no fue nunca en el chavismo un líder, sobre todo por su avanzada edad, acabar de salir del congelador, atraído aquel fuego enorme del de Sabaneta, se le dejó ser, lo que siempre quiso, en un “gran jefe”, burócrata, cabildero y cogollérico a quienes muchos rindieron pleitesía, mientras hizo esfuerzos para mantenerse fingidamente leal a una causa hermosa, para sacarle provecho propio y para sus amigos íntimos, entre los cuales abundaron empresarios de maletín, banqueros y tramposos de toda laya. Recuerdo como muchos, hasta de quienes formaban filas en grupos, iban a Caracas desde el interior o de algún rincón de esa ciudad donde se aposentaba “el viejo caudillo”, a presentarle reclamos hasta por cosas que acontecían por el concepto que éste mismo tenía del partido y de las cosas. Cuando Miquilena se fue del lado de Chávez, en aquellos agitados días de abril, acusándole de los crímenes que la derecha y sus francotiradores producían en la ciudad para alentar un levantamiento militar, se llevó consigo una corte de adulantes, muchos de ellos diputados, que formaban parte de su grupo, uno de los tantos que habían en el MVR. Fue aquello como una procesión de cadáveres que cargaban su propia urna. Casi ninguno de aquellos, escogidos a dedo en una especie de aquelarre por el ex líder falconiano, volvió a asomarse al mundo de los vivos. Es decir, el grupo que para entonces pudiera haberse calificado de la derecha como estrictamente, se fue y dejó todos los espacios a los de otros signos. Pero aquí en Anzoátegui se dio el curioso caso, no sé si se repitió en otro sitio, que miembros de la “Liga Socialista”, quienes hacían militancia dentro del MVR, de estrechos vínculos con Maduro, lo que sabía por las comunicaciones que tenía con ellos, por inconformidades con la escogencia de David De Lima como candidato a la gobernación, decisión que atribuyeron estrictamente a Miquilena, se sintieron afectados y se fueron.
. Estuvieron en desacuerdo con aquella decisión porque teniendo mayoría en la Dirección Regional del partido, aspiraban que el futuro gobernador fuese uno de ellos. Algunos se quedaron y de aquellos, otros poco tiempo después volvieron con las mismas charreteras. Gesto que repitieron muchas veces hasta que Maduro sucedió a Chávez y optaron por quedarse; cómo sentar cabezas y las posaderas.
Vale la pena mencionar aquí, por lo curioso y hasta estrafalario del asunto, el caso del Coronel Luis Alfonzo Dávila y aquellos miembros de la “Liga Socialista” que se fueron por lo que llamaron maniobras de Luis Miquilena; quien como dije mandó a Dávila a defenestrar el poder de la “Liga”.
Luis Alfonzo Dávila, quien había sido miembro del MBR-200, llegó a Anzoátegui enviado por la Dirección Nacional del MVR, entonces manejada a su gusto por Luis Miquilena, para encargarse de la jefatura del mismo en esta entidad federal. Por considerarle un invasor, extraño y agente de Miquilena, gente de la “Liga Socialista”, que no se fue y tenía una fuerte influencia entre los cuadros y dirigentes regionales, de inmediato se declaró opuesta al militar. Pero pocos días después del golpe, en el cual este tuvo una conducta dudosa siendo canciller, que determinó se fuese o lo sacasen del partido, aquellos ex militantes de Liga Socialista y el MVR, hicieron causa común con quien antes tuvieron como enemigo y le apoyaron en su aspiración a ser Gobernador de Anzoátegui. Después de esa aventura, unos pocos se fueron a la MUD y otros volvieron al chavismo siendo recibidos con beneplácito. ¡Borrón y cuenta nueva! Porque esos “revolucionarios” actuaron igual que los copeyanos en la época de Caldera II y
Hubo saltos increíbles, cuyos autores no sé qué harán para explicárselos a sus descendientes, como los de aquellos que se fueron porque Chávez no aligeraba el proceso, lo que implicaba ahondar su enfrentamiento con ciertos, si no todos, grupos empresariales, pero optaron por incorporarse a las filas de quienes querían desaparecer. Ahondar el proceso para ellos era hacer lo que en otros sitios habían hecho y culminado en absolutos fracasos, pero tenían como fuentes de inspiración. Es decir, como Chávez no se deshacía de aquellos empresarios y políticos venales, quienes eso pedían, con ellos se fueron. ¿Cómo entender eso? Un amigo nuestro, proveniente del MIR, incorporado a las filas del chavismo desde los tiempos del MVR, estuvo entre los primeros en irse comenzando Chávez a gobernar por considerar que las políticas del “Comandante” no se avenían con su visión revolucionaria; haber mantenido el IVA y a la señora Izaguirre al frente de las finanzas, lo definió como un pacto del comandante con el neoliberalismo; pero en lugar de irse a las alturas, a las montañas, como antes lo hizo, aunque no fuese el Olimpo, tomó para la derecha; asunto que nunca entendí. Afortunadamente siguió siendo el hombre humilde y abnegado de siempre, sólo que pudo haber sufrido una crisis de identidad. Uno de los pocos argumentos contra Chávez que recuerdo de Pablo Medina, fue su reclamo persistente que el presidente debía desconocer y negarse a pagar la deuda externa. Lo que implicaba una acción agresiva, extremista y riesgosa por la reacción que aquello iba a producir. Solicitaba nada más y nada menos que un reto al FMI y al mundo de las finanzas y banca mundial, uno de los sectores más fuertes del capitalismo. Era como poner una bomba en medio de las oficinas del gran poder imperial. Pero, aquel atrevido proponente, por no haber sido escuchado ese su discurso para justificar su separación, terminó enrolándose en las filas de quienes antes fueron sus enemigos y en buena medida responsables de la deuda contra la cual se manifestaba y los acreedores mismos. Es decir, fue a enrolarse en las filas dela gente contra quienes pedía medidas a Chávez. Se fue a servir al FMI, el gran acreedor. El mismo Aristóbulo en medio de una de esas crisis y estando en el PPT, se distanció de Chávez y hasta le acusó de “haberse fumado una lumpia”. Pero tuvo arrestos para volver, eso sí, acompañado por su gente; y allí está dando una pelea en desventaja.
Uno, después de toda esa historia, que incluye lo que llamaron saltos de talanqueras y personajes que no vale la pena mencionar, pero que es una larga lista, pudiera creer que todo está en calma y la última remezón fue la “Marea Socialista”, pero no es así. Luce más bien que se concentraron dos grandes bloques que por ahora subsisten en paz, montada esta sobre una frágil plataforma. Los más, son ánimas solas que, por serlo, nadie les toma en cuenta; ni ellos mismos se reconocen, por ese como nihilismo o vocación anacoreta, no importa qué tengan qué decir, aportar y hasta a cambio de nada.
Aquel parto literario pudo germinar en la vida del Psuv. ¿Acaso lo que hemos contado, que es sólo una pequeña parte, no parece sacado de alguna de las obras de aquellos…..digamos que pioneros?