Es muy difícil, incómoda, la posición de ser libre. Cualquiera supone que poder decir o hacer lo que a uno se le antoje, es demasiado cómodo y hasta ventajoso. Es verdad que decir lo que uno no quiere ni debe, por estar atado a compromisos de distinta naturaleza, como el estar bien con el patrón, ajustarse a la línea del partido o no levantarse barreras, tiene muchas ventajas; cierra unas puertas, pero suele abrir unas más amplias. Pero, si el lector siguió mi discurso, comprende que eso significa renunciar a cada paso o circunstancia a un pedazo de libertad que, siendo tantas las renuncias, uno terminaría tan atado como un esclavo. Pese todo es ventajoso, pero cómo poco limpio. Lo digo así, pese alguien me tilde de pendejo, estoy acostumbrado, y me diga, “con eso no se hace mercado”. Por ser de mi lote, puedo darme el lujo de decir lo que ahora diré sin que entre quienes me lean se sientan aludidos, ni traicionados, porque mi libertad me lo permite. Puedo darme el lujo de criticar la oposición, al gobierno y “amigos” como Nícmer y Navarro, porque soy libre, tan libre como para no estar buscando nada que me ate. Claro, asumo las desventajas. Menos mal que ya estoy tan viejo como para garantizar que moriré como viví. Nunca he sido candidato a nada, portavoz de nadie, ni viajado en comisión alguna. Gozo de tal desprestigio que nadie en mi confianza tiene, pues no sirvo para atarme a nada, ni hacerme socio de nada en lo que no crea. Los políticos, aun los más limpios, tienen sus caídas y requieren quienes en eso les apoyen y las oculten; esos serán recompensados. Se les reservará un puesto en el reino de los cielos.
He leído con detenimiento las declaraciones de Marea Socialista que, como el mismo sector del cual forman parte Héctor Navarro y Ana Luisa Osorio, por cierto, entre estos no distingo a Giordani, piden con la misma vehemencia opositora la realización de ¡Revocatorio ya!, sin importar si están cubiertos los extremos. Me llama más la atención porque antes, después de lo decidido por el CNE, Marea, por lo menos que sepa, no había solicitado Revocatorio, menos recogió firmas ni llamó a firmar para el proceso destinado a recabar el 1%. Fue con posterioridad al cumplimiento de esa meta o condición establecida en la Ley, que he escuchado a esos grupos o tendencias pronunciarse sobre la obligación del CNE de llamar a Revocatorio, aún sin todavía haber recogido el 20% de firmas. Si es verdad, es un derecho constitucional que debe solicitarlo quien lo quiere y como dice Simón Díaz, “quien quiere la sabana que se la dén”.
Marea y el grupo de Navarro, parecieran coincidir con la oposición, no sólo en que se llame a ¡Revocatorio ya!, como hasta sin cumplir la formalidad de recoger el número de firmas que la Ley exige, sino que el asunto, para un sector y otro, sin importar si se viola la Ley o comete fraude, es “que se vaya Maduro”.
Sectores opositores empeñados en esta meta, sin importar lo que después venga, pues es lo que conviene, en su opinión, que no sería otra cosa, según cómo anda el panorama, que volver al redil del FMI, Banco Mundial y dictados de los intereses gringos en todos los órdenes, ponen como propósito inmediato, objetivo a lograr, sacar a Maduro y con ello dispersar las fuerzas progresistas que le apoyan o, lo que es lo mismo, debilitar el movimiento popular. Hay como un sueño sin fundamento dentro de gente que uno sabe revolucionaria, llena de buena fe, que cree una vez logrado ese estallido, esa fragmentación, pero también frustración popular, podría atraer hacia ella esas fuerzas, el gran apoyo popular del cual todavía el gobierno goza. Parece cosa de ilusos, cómo ignorando la historia.
No parecen valorar que, apareciendo de alguna manera, de repente, y manejando las mismas banderas opositoras, como lo del “Revocatorio, ¡Maduro vete ya!, y aquí hay una dictadura”, las masas del chavismo, fundamentales para todo proceso de cambio y alcanzar esa democracia – que debe ser revolucionaria, distinta a la vieja representativa y a esta protagónica viciada en la práctica del dedo– podrían confundirles con la derecha tradicional, esa que se aglutina en la MUD. Pero lo más triste es, no comprender que siendo ellos minoría, grupos aislados, en medio de los dos grandes bloques, podrían estar contribuyendo en fortalecer a la fuerza opositora de derecha y hasta de la ultra, de la cual, bien sé, están muy distanciados.
Pero lo que más me asombra, de todo eso, porque uno, para decirlo con lugares comunes, que ha visto “tanto muerto cargar basura” y “bastante agua pasar bajo los puentes”, ya poco le falta que le asombre, son las declaraciones de Nícmer Evans. Y me asombran porque le vengo leyendo desde hace unos años y lo he percibido sensato, con los pies sobre la tierra, pletórico de buena fe y nada ingenuo. Justamente por todo eso y más por lo último, no sé qué pensar cuando he leído que dice:
“Pedimos la renuncia del CNE”, porque se subordina a otro poder. Es como si repitiese los mismos argumentos que desde la oposición se han agitado desde los tiempos de Chávez. ¿Por qué Nícmer Evans, se siente obligado a pedir esa renuncia y hacer ese calificativo, en el mismo lenguaje opositor? ¿Acaso simplemente porque ese organismo, como él lo sugiere, no les permitió le legalizaran como partido? ¿Sólo por eso? ¿Es suficiente para fijar una posición tan trascendente, que le confunde entre sus enemigos históricos?
Pero veamos como intenta Nícmer justificar su pedido de renuncia. “Aspiro”, habla en primera persona, “que esa renuncia esté acompañada de un cambio drástico del sistema electoral venezolano que excluye”. Para fundamentar esta calificación cita el caso de Marea y el tratamiento excluyente que le dio el CNE, cuya renuncia pide.
¿Tiene fundamento, desde la perspectiva de un hombre de la izquierda, un revolucionario que ha estado combatiendo contra la derecha, el capitalismo y el imperialismo, esa aspiración de Nícmer?
Es elemental que de renunciar el CNE, como pide Nícmer y supongo, no sé, Marea toda, la Asamblea Nacional, de conformidad a lo constitucional, tendrá que nombrar nuevos rectores.
¿Creen Nícmer Evans y Marea, que esa Asamblea, tal como ella es, escogería rectores equilibrados, independientes de ella misma y capaces de satisfacer ese bello e ideal deseo expresado por el primero?
Quien esto escribe, un solitario, anacoreta, que paga por ser libre las multas que ese lujo significa, también quisiera ver ese deseo de Nícmer hecho realidad, pero tengo los pies sobre la tierra y, para decirlo en un lugar común, tan común en estos tiempos, pero que viene justo al pelo, no voy a “pedirle peras al olmo”.
Es bello ser idealista. Imaginarse el mundo, cerrar los ojos y soñar que todo transcurre tal como uno lo desea. Pero eso no es más que un sueño y al despertar, la realidad puede volverse más amarga.
Respeto a Nícmer y los compañeros de Marea; sé que sólo sueñan y son cosas hermosas; no hay en ellos cabida para lo feo y malo. Menos para los cálculos materiales y políticos. Por eso, me he atrevido a escribir esto y terminar diciéndoles, la vida también está llena de amarguras; transitar el camino al lado acompañantes que no tienen las virtudes del que sueña, pero para desbrozar las caminos hacen falta, es propio de la vida. Es mejor que ver los sueños hechos añicos por escoger malas compañías. Unos son mejores o menos malos que otros. Hay que saber distinguir y para eso no dejarse llevar por arrebatos.