El título es preciso, es decir, no es lo significativo sí colocáramos: “Venezuela histórica y el Comandante Fidel Castro Ruz” porque tendría, la idea central, otro significado y, en consecuencia, un muy profundo desarrollo y, evidente, diferente significado en tanto y cuanto nos abocamos a ese proceso histórico entre el líder cubano y allende y la historicidad de lo significativo y representativo significativo que expresa la Venezuela histórica. Quizás ustedes pudieran considerar que no hay ni se expresa mayores diferencias pero cuando nos adentramos a ciertos procesos históricos en cercana objetividad, inmediatamente, salta lo real-significativo de la idea que tratamos de transmitir.
La interrelación de Venezuela y Cuba se traslada a aquellos tiempos de los caribes para transportarse a los tiempos de cuando la corona española marcaba las serias diferencias en el marco de la juridicidad que impuso Madrid en tanto y cuanto el “control y manejo” de sus colonias en territorio americano incluida la península de lo que actualmente se denomina como “La Florida”. Pero esa interrelación no se circunscribió a lo antepuesto sino que la Historia de la América estuvo y está signada por las realidades que se irían expresando tanto con lo significativo de la independencia de Haití como del proceso de la independencia en el sur del continente americano cuando los gestores de nuestra independencia se abocaron a lo significativo por dramático de ese proceso por la libertad del colonizador independientemente de los correspondientes paradigmas heredados.
Tal sería en los tiempos históricos sucedidos que marcó la importancia y significado del proceso independentista americano en las figuras venezolanas que, inevitablemente, marcaría las mentalidades de gestores, intelectuales, políticos y nacionalistas en el continente que aún en la actualidad, gracias a Hugo Rafael Chávez Frías, ese significado de ese inconsciente colectivo americano ha vuelto a resurgir con tal ímpetu que se ha trasladado allende las costas americanas hacia lejanas tierras globales. Es en ese marco de referencia histórica que José Martí tomó aquella decisión de “…beber en las propias fuentes del pensamiento revolucionario bolivariano…” cuando se trasladaría a las calles de la capital caraqueña para elevar una poderosa elegía que transformó su propio ser de revolucionario insigne obligándose a “…dar el salto a la Historia…” más allá de su propia patria para incidir en los pensamientos contemporáneos americanos.
Entra América en la contemporaneidad histórica que se expresara en y durante todo el siglo XX, siglo, inevitablemente, recordado con impactos en las sociedades americanas a los cuales ningún transeúnte que han deambulado por los caminos empedrados se ha podido mostrar indiferente obligándole a ser y formar parte en todos y cada uno de los procesos socio-históricos que se han manifestado a lo largo del siglo en referencia y es en ello que aparece, una vez más, esa histórica relación entre Venezuela y Cuba donde otros países y circunstancias se han visto involucrados, inevitablemente con fuertes impactos sico-sociales a los cuales ha contribuido lo significativo por realista del imperialismo estadounidense.
Sería en Colombia en aquellos tiempos y momentos de profundo drama, cuales impactaron realidades internas y externas americanas, cuando la Historia de América no anglo-saxona se expresó en su propio seno y realidad en un nuevo proceso de independencia contra el “neo-colonialismo” tanto en el marco conceptual de “colonia” como de “semi-colonia” cuando, es obligante exponerlo, las tesis de la Internacional y los procesos nacionalistas irrumpen con agresividad inusitada para los centros de poder imperialistas que obligan a reacciones aún no del todo expuestas ni comprendidas para las masas actuales en desconocimientos no contrastados.
Sería en Colombia cuando se expone el “Plan de Barranquilla” firmado por don Rómulo Betancourt, don Pedro Juliac, entre otros, en aquel día 22 de marzo del año 1931, en la propia ciudad de Barranquilla, Colombia (Libro Rojo. José Agustín Catalá, editor. El Centauro, Caracas, 2005, pp. 328); cuando es asesinado Jorge Eliécer Gaitán; cuando Fidel Castro Ruz caminaba las calles acompañando el pensamiento social de la sociedad reprimida colombiana. Aquellos escenarios, permítanme comentarlo, llevó a la dignidad colombiana a expresarse en armas con el tránsito hacia las recientes conversaciones de paz en La Habana, Cuba.
Las relaciones se reactivarían en aquellos tiempos del triunfo de la Revolución Cubana liderada por el Comandante Fidel Castro, cuando don Rómulo Betancourt alcanzara el triunfo electoral, cuando Fidel fuera invitado a Caracas en aquellos días del 23 de enero, cuando la efímera reunión de Rómulo y Fidel donde las frases marcaron las diferencias no solo obligantes sino necesarias y evidentes por ideológicas. Aquella visita de Fidel, aquella conversa de ambos líderes, uno revolucionario y el otro social-demócrata o, quizás, de aquel socialismo trotskistas, o socialismo reformista, aún, en estos tiempos, por definir, definitivamente, para poder, por necesidad, aclarar cómo ha sido el propio proceso revolucionario nacional-venezolano desde aquellas expresiones juvenil-estudiantiles de 1928.
Serían aquellos momentos de inevitabilidad no solo ideológica sino de confrontación por búsqueda de influencias en los procesos políticos americanos donde las lecturas desde Washington, desde aquellas profundizaciones de la “Guerra Fría”, en el marco particular definitorio-significativo de la “Doctrina Monroe”, no solo en aquella frase de “América para los americanos” sino de la confrontación obligante de dos modelo socio-económicos que pululaban inmediatamente posterior a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, previo a la “Guerra de Corea”, en su caminar hacia la “Guerra de Vietnam”.
Dos ideologías confrontadas que tenían un escenario en las Américas; en el norte con las expresiones en persecuciones del “macartismo” y al sur del río Bravo y al sur de la península de la Florida en lo que se denominaría como el “Plan Cóndor”.
De aquella conversación entre el candidato ganador venezolano y el triunfador de la Revolución Cubana saldría un fuerte enfrentamiento que se dilucidaría en Punta de Este y en aquellas primeras expresiones en Humocaro Alto cuando aquel enfrentó la insurrección mientras que éste se solidarizó con los insurrectos en asimétrica relación insurreccional-ideológica. Pasarían los años y sería en el segundo mandato de CAP cuando sería invitado a lo que se denominó como “la coronación” siendo su edecán el Embajador Roy Chaderton Matos quien por aquellos momentos nos representaba ante el reino de Noruega después de “pagar castigo” en Gabón por decisión del gobierno de Jaime Lusinchi.
Las realidades que se desarrollaron durante aquel segundo mandato de CAP marcarían la historia nacional con el “Caracazo” y el “Levantamiento Militar de Febrero”. El primero protagonizado por el “gran pueblo de Caracas” mientras que el segundo sería liderado por Hugo Rafael Chávez Frías y su “por ahora”. Aquellas circunstancias se irían paulatinamente desarrollando hasta el triunfo electoral de Chávez Frías y su consecuente acercamiento a las permanentes conversaciones con el líder cubano. De aquellas conversas surgieron políticas de “mutuo beneficio” para ambas partes, Venezuela y Cuba, que han marcado lo real-nacional-social y los entendimientos y compresiones correspondientes con, evidente, discordia con las derechas no solo las nacionales como también las continentales y las de aquellos imperios que pusieron su planta en territorio cubano.
Fidel Castro Ruz, el líder cubano y reconocido líder continental americano, se acaba de trasladar al eterno junto a Hugo Rafael Chávez Frías para continuar con aquellas conversas que tanto impactaron las realidades latinoamericanas y caribeñas.
UNIDAD, LUCHA, BATALLA, VICTORIA.