He vuelto a leer, por la generosidad de Toby Valderrama, la “Locución de Federico García Lorca al pueblo de Fuente Vaqueros en sept. de 1931”. Recordado aquellos tiempos juveniles de cuando los compañeros del Techo de la Ballena, militantes todos de la izquierda, contribuyeron a que nosotros, los más jóvenes, sin dejar la lucha, abrazásemos aquella consigna gloriosa y hasta hermosa de “Estudiar y luchar”. Por esa prédica, aún fuera de los espacios universitarios, no era extraño que uno llevase siempre un pequeño cartapacio de libros donde aquellos que tocaban temas históricos, sociológicos, filosóficos, se mezclaban con los relativos a la literatura propiamente dicha, como la narrativa, poesía y hasta el teatro. Por eso, en aquellos días leímos a García Lorca, de quien escribimos recientemente algo inspirado en “La casada infiel”, y entre tantas cosas, ese texto que citó Valderrama, que nos gustó mucho por lo abundante de idealismo que hay en él. “Denme medio pan y un libro”, nos subyugó y en buena medida marcó nuestra conducta. Quizás por eso, mi compañera desde aquellos tiempos, suele decirme, “ustedes más que políticos eran unos idealistas e intelectuales, por lo que nunca pudieron conectarse con el pueblo”.
Hay mucho de cierto en ese juicio. Para nosotros, en nuestras cavilaciones y hasta discursos, las calamidades no existían, los problemas del pueblo, sus intereses concretos o específicos no tenían ninguna prioridad. Por eso solíamos hablar hasta en parábolas, de la posibilidad de llegar al cielo o tomarlo por asalto, mientras ignorábamos que para eso había que contar con aquél, destinado a ser el “primero de la partida”. Pero nunca entendimos eso. Nos empeñamos en creer que la multitud estaba obligada a entender nuestro complicado lenguaje y hasta conducta que desconocían sus calamidades. Justamente, el éxito de Chávez, en buena medida, estuvo en enmendarle la plana al intelectualismo del pasado.
“No sólo de pan vivirá el hombre”, dijo Jesús y agrego, “sino también de la palabra de Dios”. Por eso mismo, García Lorca, pide medio pan y un libro.
Pero, pienso en este pero para decir lo que sigue sin que se me interprete mal, el gran dramaturgo, poeta alemán, Berthold Brecht, dijo algo trascendente que tiene mucho que ver con el asunto. Siendo poeta, como Federico, trató el tema de manera “brutal”, sin sutileza, porque lo hizo desde la perspectiva del pueblo, quien sufre las calamidades. No niega en su texto, como veremos, lo que pudiera corresponder a la tarea de cambiar al hombre, elevarlo moral e intelectualmente, pero si pone las cosas en su orden. Porque el mundo no se mueve al azar, en desorden, hay un orden, un curso.
Dice Brecht, “Esos que pretenden reformarnos, vencer nuestro instinto criminal, que nos den primero de comer”. Habla uno de ellos, de los del pueblo.
Para creerte, en medio de este mundo salvaje y poblado de mentirosos, dame una prueba, alivia mis dolores, pareciera decir el paria que habla por la escritura de Brecht.
Y agrega, “De moral hablaremos después. Esos que no se olviden de cuidar nuestra formación, sin que por ello dejen de engordar, escuchen esto: por más que le den vueltas, primero es comer, y después de hartos ¡venga la moral!”.
Quizás parezca como muy radical y hasta oportunista la prédica de Brecht. Pero no es el gran dramaturgo quien habla. Lo hace un hambriento, un desesperado cuya hambre le trastorna el juicio.
Pero no sólo Bretch, vayamos a Cervantes y Saavedra o mejor al “Quijote” mismo. Todo lleno de “buenos consejos” y profunda sabiduría. En una de sus charlas con Sancho, dice aquel viajante aventurero, “Sancho, para tener el dominio de las armas, es menester tener primero el dominio de las tripas”. Es decir, volvemos sobre Brecht, “lo primero es el comer”.
Claro, tanto Quijote como Brecht, no hicieron más que decir exactamente lo que dijo Federico, sin que en esto haya algún orden cronológico. O quizás, Federico lo dijo de la mejor manera. “Denme medio pan y un libro”. Estableció un orden. Primero un pan y luego un libro, aunque se los den al mismo tiempo.
Por todo eso, no hace mal Bernal, ni hay motivo para criticarle, porque intente darle de comer a la gente. Esa es su labor, no es responsable de todo. Otros, en el gobierno, el partido y hasta uno mismo, están obligados a darle lo que concierne al libro. Una y otra cosa deben marchar parejas. Aunque se coma primero y después se lea. En mis tiempos de niño recomendaban no leer mientras se comía para no interrumpir la digestión o provocar malestares estomacales. Hasta como cosa de mal gusto se le enjuiciaba.
Lo que habría que criticar a Freddy Bernal, no es que intente darle de comer a la gente por aquello de “si nos quieres reformar, dennos primero de comer”, como dijese Brecth, sino que habla de la eficacia de unos Clap como bandadas de gorriones que se posan en todas las puertas con su carga.
El malestar, para no hablar de hambre, es largo y extendido. Quizás ocupe más espacio que ese donde suelen o, para decirlo en lenguaje coloquial, se ceban en volar en círculos los gorriones.