Sin pecar de apocalíptico, reconocemos que hay razones para que ese volumétrico 51% de venezolanos haya admitido que será más fácil matar un burro a pellizco, a que el tambaleante gobierno de Madure pueda levantar cabeza.
De acuerdo a las encuestas y la tendencia observable, todo indica que estamos en presencia del último gabinete que antecederá los funerales de una falsa revolución, que engaño prometiendo igualdad social, y que no tardo en desfasarse para convertirse en tenebrosa pesadilla. Por ello diremos que de nuevo se repite la profecía de Isaías: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis”.
Y como todo aquel que engatusa, termina guillotinado en sus propias mentiras, advertimos que este gobierno ya tiene sus días contados, tal como ocurrió cuando la suerte no estuvo de lado de Medina Angarita y Rómulo Gallegos, quienes creyeron, a su turno, que con solo remozar el gabinete, podrían sacarse la pata del barro al agonizante gobierno, y así renovar esperanzas y mantenerse un tiempo más en el ejercicio del poder.
De modo que si Maduro desea evitarse una deshonrosa salida por la puerta de la cocina, le aconsejamos que tenga conciencia de sus limitaciones, admitiendo además que el país le quedo demasiado grande en un difícil tramo de nuestra historia republicana que pareciera no tener parangón. Lo demás es pura terquedad, soberbia y miopía, pues se ve a leguas que loro viejo no aprende a hablar.