Confieso que siento atracción, mucha tracción, por el estilo discursivo de Daniel Ortega y otros tantos que, como él, hablan pausado, sin estridencias, abuso de epítetos y hasta insultos. Quizás por lo sereno, muy meditado, donde cada palabra sale tras la otra sin atropellarla, su discurso suele ser denso y agradable hasta para quienes le adversan. Se da el tiempo necesario para no decir lo indebido, no insultar por el sólo placer de hacerlo y decir justo lo que hace falta para abrirse espacios o por lo menos que quienes deben oírle “paren los oídos”.
Desde muy joven me ha atraído ese estilo oratorio que suele decir mucho, porque no sale apurado con los pantalones en los tobillos y la chaqueta en las manos. Surge elaborado para cumplir una tarea acordada o plan cuidadosamente diseñado. No habla para llenar el espacio como quien en un rincón va lanzando cosas inservibles. El estilo lleno de calificativos insultantes, frases altisonantes, mayormente huecas, vacías, no sólo nunca dice nada, sino que de inmediato cierra los canales auditivos hasta de quienes pudieran estar dispuestos a escuchar. Es un estilo contaminante. Cuando se habla en televisión, desde un estudio, espacio casi cerrado o a un pequeño círculo, pegando gritos como quien se halla en medio del desierto del Sahara, cual los locos o predicadores que de paso hablan como loros, ensordece hasta los suyos. Si algo trascendente se dice entre aquel alboroto y promontorio de palabras innecesarias, sólo lo captan quienes están obligados a hacerlo por cualquier circunstancia. Por eso me gusta el estilo de Ortega Saavedra el recién electo por tercera vez presidente de Nicaragua, como me agrada sobremanera la pasividad, sensatez y hasta el irónico y mordaz de Roy Chaderton Matos. ¿Habrá alguna relación entre una cosa y otra? ¡Quién sabe!
Pero ese estilo comedido, parsimonioso, como estudiado de Daniel Ortega, no se exime de decir lo necesario. En cada escenario, tal como lo hizo anoche en su tercera toma de posesión presidencial, no deja de denunciar la rapacidad del imperialismo, las agresiones contra su pueblo, América Latina y hasta aquellos del mundo que no se le entregan, como tampoco abandona la sindéresis, el buen tono y el cuidado de captar al escucha. Como tampoco deja a un lado su deber de manifestar su solidaridad con las causas nobles del mundo. Y es tan cuidadoso que pone énfasis en no generarse oposiciones ni enemistades innecesariamente. Como dijo èl mismo en el discurso que comentamos, la experiencia pasada que experimentó el sandinismo de contribuir estelarmente por consolidar la paz en su país a partir del 2007, le enseñó a cuidar el estilo y la calidad oratorio. Si está decidido a llamar a compartir esfuerzos a un sector no lo duda. Nada de decir una cosa hoy y otra mañana, como tampoco tiene dudas ni temores al dirigirse a sus invitados y hasta discrepantes con altura y respeto, sin calificativos deshonrosos u ofensivos. Menos pretende atraerse a nadie a fuerza de gritos y palabras de grueso tono. Es cuidadoso hasta en la gestualizaciòn; en él la palabra va acompañada de gestos armoniosos.
Por el contenido de su discurso, su rica carga de sabiduría que da la experiencia convenientemente asimilada, que seguí con mucha atención, pues aparte de lo que significa el orador, como ya dije, su estilo me cautiva, intuí que hablaba como especialmente para Maduro y si alguna duda hubiese tenido, me la disipó porque gestualizaba y miraba hacia nuestro presidente en veces, como si sólo ellos dos allí estuviesen. Evo, al lado de Maduro, quien bien ha sabido manejar la situación boliviana, nunca fue del interés de la mirada y gestos del orador. Quizás pensó que al indio Aimara no le hacían falta aquellas lecciones.
En su exposición, Daniel Ortega habló de cómo pusieron énfasis en lograr la paz interna, aislando las fuerzas nacionales y extranjeras que intentaban mantener el estado de guerra. Cómo pudieron enlazar con los sectores productivos nacionales para incentivar la economía y aprovechar las ventajas de la economía nicaragüense. Puso disimulado interés en llamar la atención como el sandinismo logró vincularse a amplios sectores de la vida de su país del cual se habían distanciado por sus errores infantiles y maniobras del imperialismo.
Habló, como la mayoría determinante de los nacionales, incluyendo el empresariado, había adoptado como suya aquella constitución vigente desde 1987, en la cual se establece la economía mixta, tal como la nuestra de 1999, que, en nuestro caso, sectores de la oposición sólo la asumen cuando les conviene. Pero dejó claro que esa constitución que adoptó esas formas productivas, se pone en práctica y estimula por parte del Estado sin complejos ni alusiones que pudieran inhibir a determinados sectores. Procuran no dejar dudas ni por acciones, omisiones y menos por discursos ajenos a la realidad y demandas de esta.
Recordó, sin dejar de mirar y gesticular hacia Maduro, cual padre que habla a un hijo, como amplios sectores de la sociedad nicaragüense, por las iníciales ejecutorias del Frente Sandinista, al volver al poder, seguían viendo en ellos los sempiternos dispuestos a nacionalizar y expropiar lo que se les atravesase y del esfuerzo que tuvieron que hacer, lo que implica adecuar el discurso, decimos nosotros, para convencerles que todos ellos cabían en aquella proeza necesaria para recomponer la vida nacional.
Se ufanó Ortega de los logros alcanzados, del empuje que hoy caracteriza la economía y la vida toda de Nicaragua, con la participación más amplia, lo que incluye a empresarios, cuestión que las cifras conocidas y los testimonios de amigos nuestros, salidos de aquel país que es el suyo, en tiempos pasados, huyendo del “horror” del sandinismo, confirman.
Todo aquello lo decía sin dejar de elogiar a Fidel Castro y al Comandante Chávez, sin estridencias ni excesos. Pero justo y necesario, tanto como destacar la generosidad y capacidad solidaria del venezolano ante las dificultades de su país y el resto de los pueblos pobres de nuestro espacio.
Los resultados electorales que reeligieron por tercera vez y segunda consecutiva a Daniel Ortega, revelan que él y el Frente Sandinista gozan de un sólido respaldo. Tanto que, si mi memoria no me hace una trastada, obtuvo algo así como el 70 por ciento del total de votos depositados.
Aparte de la ausencia de insultos, tremendismos, frases altisonantes para impactar, gritos, también estuvieron ausentes ofertas sin sustento y hasta aquellas que tienen como fin agradar a una pequeña cofradía pero ahuyentan a la mayoría productiva ; pero si muchas para demostrar la disposición del sandinismo, gobierno y pueblo nicaragüense, en sus más amplios sectores, a defender su soberanía y derecho a construir su economía de manera independiente con la más amplia y pertinente participación ciudadana y clasista.
Como Daniel Ortega y Saavedra, quien no es como dicen en mi pueblo “un cogìo a lazos”, un revolucionario improvisado, sino comandante de los ejércitos sandinistas que lucharon contra el imperialismo y la dictadura somocista, dignos herederos de César Augusto Sandino, habló en aquellos términos, dictó clase y puso énfasis en atraer la atención del presidente Maduro, esperamos que eso sirva de algo, tanto como lo de prender motores y confiar en la lealtad de sus allegados.