¡En privado! ¿Y cómo queda el trabajador, y la gente qué? ¿La gente no cuenta para el presidente obrero cuando se trata de negociar en privado con la oposición o con los empresarios? Es increíble que sea el mismo gobierno, que se dice revolucionario, el que proponga a la oposición – ¡a ese atajo de pícaros tramposos!- un diálogo "aunque sea en privado", es decir, un diálogo para negociar "la paz" a espaldas de la población; sobre si consideramos todo lo ofensivo que resulta esa proposición para la población chavistas. Nosotros nos preguntamos ¿Hasta dónde puede llegar la confianza (y la fidelidad) del chavismo a las decisiones que se toman desde el gobierno; en su mayoría tomadas sin dar suficientes explicaciones, o sin ninguna explicación clara sobre ellas?
¿De qué piensa hablar el gobierno "en privado"? ¿Qué piensa "acordar" con la oposición? ¿Qué se negociaría ahí para "la paz"? ¿Y por qué en privado? Venezuela entera merece saber, y la Venezuela chavista más que ninguna, que es ella la que "sostiene" (o puede sostener) al gobierno "gobernando" En "privado" es en secreto, sin testigos, sin cámaras, sin micrófonos (legales, por lo menos).
Haciendo un poco de historia, este "hablador de paja" encuentra en la revolución rusa uno de los actos verdaderamente revolucionario, verdaderamente democrático, con la divulgación. la publicación en la prensa, y en folletos, de los secretos diplomáticos, o sea, de los "acuerdos secretos" de la diplomacia zarista y del gobierno pequeñoburgués de Kerensky, de derecha, firmados con las distintas potencias europeas. Esta decisión fue tomada por el gobierno revolucionario bolchevique (propuesta por Lenin y ejecutada por Trotsky, como comisario de asuntos del exterior), porque se trataba de descubrir ante el pueblo "acuerdos secretos" que comprometían sus vidas, las vidas de los obreros y campesinos, soldados, que comprometieron y que comprometían al país entero, con guerras, con capitulaciones, con desplazamientos territoriales, usando prácticas políticas autoritarias, clasistas, hoy diríamos, fascistas. Bueno es así como, casi que sin darse cuenta, el gobierno de Maduro regresa a dichas prácticas, desesperado por ganar unas elecciones a como dé lugar, para perpetuarse un gobierno sin sentido sin dirección política clara. Después dicen nuestros líderes y sus respectivas "lampreas" intelectuales (y vuelven a decir) que ésta es una revolución distinta, que ésto, que el "diálogo", que el llamado a la paz, que dejarle el camino libre al capital y a los capitalistas es un "modelo nuevo y distinto" de revolución. Da risa…
Todo se repite, toda esta "reacción" se repite idénticamente igual que hace CIEN AÑOS, como aquella Rusia en vísperas a la revolución de Octubre, donde el desespero hizo que los partidos mencheviques y socialrevolucionarios de entonces pactaran con la derecha y con los capitalistas. Ni siquiera se repite como una farsa, las dos farsas se manifiestan de igual forma, o si quieren las dos tragedias se dan igual. La diferencia la hace Lenin que superó entonces, en mucho, al resto de sus contemporáneo atinando en la dirección que debía tomar la revolución. Nada que ver con el Maduro de ahora, y sus mencheviques. Maduro no es Lenin, lamentablemente. Y viceversa. Maduro es el equivalente al Kerensky de hace cien años y a sus secuaces; duélale a quien le duela, del lado de los "neutrales" de esta revolución fatua, o de nuestra intelectualidad gobiernera, ésto es así.
Lo primero que hay que decir, para hacer la diferencia con el pasado, es que esta no es una revolución verdadera. El momento de ella pasó luego del asesinato de Chávez. Esto es "un discurso sobre una revolución". La revolución se extingue "a paso de vencedores", ya casi que no existe. Que lo que se dice sobre "la revolución bolivariana, chavista y socialista" lo contradicen los hechos. Es un discurso vacuo y que no gobierna nada, que carece de autoridad, que no convece.
"Al poder hay que juzgarlo por los hechos y no por sus palabras" decía Lenin. Son los hechos quienes indican dónde yace el poder efectivo. Y el poder, aquí y ahora, está en manos de los capitalistas.
Los episodios vividos por los bolcheviques, en aquellos días que antecedieron al asalto al Palacio de Invierno, a despecho de los intelectuales aduladores de este gobierno (no de la revolución), son la misma imagen de la claudicación pequeñoburgués del presente en Venezuela, la imagen de la entrega histórica del poder, por parte de pusilánimes reformistas, al capitalismo, al control del país por la burguesía de siempre; es la sumisión al capital frente a la posibilidad real de que triunfe una revolución socialista verdadera, una revolución "de hecho", de facto.
A excepción de la revolución cubana, el papel de "apaga fuegos" que juega el reformismo, de los pequeñoburgueses disimulados de "líderes revolucionarios" se sigue representando hoy de cara al asesinato (o desaparición) de los auténticos líderes. En la guerra de independencia tuvieron que matar a muchos: a Anzoátegui, a Sucre, a Bolívar, para que los oportunistas pudieran pactar con los oligarcas. En la guerra federal asesinaron a Zamora para que no cambiara nada. Sustituir a Castro para que Gómez, un campesino resentido, devolviera el mando a los banqueros y regalara el país a las petroleras. Asesinar a Fabricio y luego a Chávez, para poder liberar las fuerzas democráticas burguesas. Es decir, a los pacificadores, que cambian la revolución por unas elecciones y un plato de lentejas, frente a la posibilidad real de un verdadero salto revolucionario: ¿Imaginen si esa desviación democrática burguesa no la hubiesen corregido Fidel y el Che en los primeros días del triunfo de la revolución cubana? No habría hoy revolución cubana, ni siquiera habría una Cuba, como nación independiente. ¡Gloria a Lenin y a la revolución de Octubre!