La reingeniería de la revolución bolivariana y nacionalista

El título se sustenta en la orden dada por Nicolás Maduro Moros como Presidente del PSUV, como Presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y como líder fundamental de la Revolución Bolivariana, Nacionalista, Chavista y Socialista y punto.

Hemos expresado en anteriores que un proceso revolucionario sea éste capitalista y/o socialista, es un proceso en permanente contradicción en función del proceso dialéctico que las fuerzas vivas del Estado en el proceso de análisis cual se vea incurso en dicho proceso revolucionario. Es decir, en el caso concreto de Venezuela, el proceso histórico-revolucionario nació, sí se nos permite este vocablo, en aquel año de 1928 tal como lo hemos tratado de demostrar hasta el hartazgo en diferentes textos anteriores. Aquel año bajo las responsabilidades de aquellos intelectuales y estudiantes se daría el primer y muy importante paso histórico hacia el desarrollo del proceso revolucionario venezolano independientemente, en tratando de alcanzar una objetividad histórica relativa, de los avatares y escenarios que han influido en nuestros procesos nacionales tanto desde el exterior y como de las propias contradicciones internas heredadas desde los tiempos históricos post-Independencia.

En esos tiempos históricos bien se los definan sobre las bases de la modernidad, de la post-modernidad, de la Historia moderna, bien de la Historia contemporánea, han sido de permanente confrontación de clase que han obligado a los factores políticos a definiciones según sus propios intereses ideológicos, monetaristas y, porque no expresarlo, de serias y comprometidas debilidades sicológicas. Tema a ser estudiado y analizado en otro texto.

Sí en el marco del abuso intelectual tomamos como última etapa de confrontación paradigmática los tiempos históricos que comenzaron con la importante e histórica fecha del “23 de enero” en el marco de uno de los factores ideológicos impuesto a la sociedad venezolana pero fundamentalmente en detrimento de las clases populares, según la terminología de aquellos tiempos en mención, cuasi inmediatamente la conciencia de clase revolucionaria se manifestó en términos de ejercer una protesta real y sensible sobre las realidades que desde aquellos tiempos del mes de enero del año 1958 buscaron imponerle a la Patria, Venezuela, en dependencia al centro del poder mundial y en función de una permanencia en los parámetros dependientes de una economía rentista, los sectores políticos que se adscribieron a las realidades ideológicas que resultaron lógicamente en función del propio proceso del sistema capitalista, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, tal como, por ejemplo, conocemos por los desarrollos socio-ideológicos y económicos que se impusieron en la Alemania dividida y tal y como se le impusieron al Japón derrotado en la doctrina contenida en aquella constitución a la medida de los interés particulares de Washington para toda la Región de Asia y el Pacífico. Es decir, el centro del poder mundial ejerció en todas sus magnitudes sus poderes estructurales e ideológicos sobre las bases jurídicas y militares que se venía desarrollando desde el Tratado de Nanking (Nanjing), tratado impuesto por la Gran Bretaña al Imperio chino cuyo ejercicio de poder lo ejercía la dinastía manchú, dinastía de origen extranjero, es decir, no-han.

Aquellos espacios que han sido denominados como los gobiernos de la Cuarta República se vieron, permanentemente, impactados por la continua y militante protesta y de repudio popular en diferentes expresiones como en diferentes momentos históricos pero siempre presentes como protestas populares. Podríamos tratar de definir momentos en etapas según esas manifestaciones de rechazo no solo a las políticas de dichos gobiernos como en la sustancia significativa de su representatividad político-ideológica. Entre los momentos cuales podríamos señalar únicamente como referencias nos tropezamos con lo significativo del allanamiento de la Universidad Central de Venezuela en 1969, las sangrientas protestas del “27 de febrero”, popularmente conocido como el “Caracazo”, aunque nos consideramos que en el marco de la teoría política aquella expresión de popular protesta se la podría considerar como la “Comuna de Caracas” pero queda para la discusión académica. Otro momento histórico pero significativamente fundamental por el impacto sico-social sería el “4 de febrero” cuando consideramos que aquella expresión sería, fundamentalmente de carácter militar con escasa participación civil entre los que se encontraban Baltazar Ojeda Negretti.

El hecho histórico del “4 de febrero”, independientemente de sus propios y lógicos desarrollos posteriores, marcó, inevitablemente, un antes y un después del proceso nacionalista pero revolucionario temprano en la Historia de la Revolución Venezolana. La decisión de imponer la tesis de la conquista del poder mirafloriano por medio del voto de la participación social no solo marcaría una profunda diferencia con tesis previas pero históricas e importantes además de imponer, sí así se lo pudiera considerar, poder lograr el poder con la participación militar y social independientemente del carácter militar de los participantes en aquel proceso electoral de 1998; es decir, nos estamos refiriendo que dichos militares ya habían pasado a retiro y/o dados de baja por la justicia militar.

En ese marco referente, el triunfo del militar-civil Hugo Rafael Chávez Frías en las elecciones presidenciales de aquel diciembre del año 1998 obligaron a la Historia a tener que aceptar que en Venezuela comenzaría un proceso histórico que marcaría una etapa histórica profundamente diferentes a todas aquellas expresiones históricas que se fueron manifestando en sus diferentes expresiones y maneras desde aquel año de 1928. Ello ha significado que entrara en la Historia venezolana, inevitablemente, un proceso no solo de “cambios profundos” tanto en lo estructural, en segundo término, como en lo super-estrutural, como paso fundamental, que conlleva, inequívocamente, a una permanente contradicción dialéctica por el propio carácter y significado del proceso político e ideológico que se iniciara con la propia presidencia de Chávez Frías.

Ese proceso dialéctico ha tenido sus muy lógicas expresiones como sería tanto el “Golpe del 11 de Abril” como la realidad del “Para Petrolero” como manifestaciones álgidas de lo-real-histórico-global-venezolano en su realidad no solo político-ideológico-cuartorepublicana como en las expresiones de clase de lo tradicional-histórico de la “alta sociedad” venezolana.

Aquel proceso que se iniciara, fácticamente, en aquel diciembre del año 1998 hasta el triunfo de Nicolás Maduro Moros en elecciones libres, directas, secretas y constitucionales está lleno de errores pero de triunfos alcanzados en el marco de su propia realidad histórica y en su propio proceso perfectible por inevitable. Es, en estos momentos, cuales consideramos como la segunda etapa de las responsabilidades revolucionarias de Maduro Moros cuando nos encontramos en la imperiosa necesidad de entrar en una profunda reingeniería de la Revolución Bolivariana en función de poder alcanzar sobre las bases de las realidades tanto estructurales como super-estructurales objetivos concretos cuales, obligatoriamente, desarrollen “la conciencia revolucionaria” según la propia “ideología-histórico-nacional” por socialista vista las expresiones de debilidad que se perciben en el quehacer diario en el Estado venezolano.

Es, en ese marco, que la dualidad en el trabajo revolucionario referido a dicha reingeniería se encuentra, fundamentalmente, bajo la responsabilidad obligante de dos líderes: Nicolás Maduro Moros como líder fundamental de la Revolución Bolivariana y Diosdado Cabello Rondón como eje fundamental por el trabajo diario y cotidiano partidista y como vicepresidente del partido PSUV. Ambos deberán sustentar sus labores revolucionarias en lo denominado como Comando Central lo cual significa, necesariamente, la profundización en la preparación ideológica de dichos cuadros tanto en lo histórico como en lo moral y ético revolucionario-socialista.

Ello obliga a los cuadros ejecutivos provinciales a tener que asumir sus responsabilidades de gobiernos locales con tal énfasis, ahínco, voluntad, laboriosidad y ejemplo en el trabajo diario que, inevitablemente, se conviertan en ejemplo a imitar y, en consecuencia, a liderar el propio proceso revolucionario a niveles provinciales y locales porque sino el actual proceso contra-revolucionario que se está desarrollando en un obligante renacer por aquello de la dialéctica revolucionaria lograrán sus objetivos no solo políticos como ideológicos y socio-económicos.



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Miguel Ángel Del Pozo


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