CABAÑUELAS

El miedo y las máscaras (5)

En verdad es sorpresiva la idea de impulsar el “socialismo del siglo XXI” a partir de la búsqueda religiosa esencialmente cristiana, las ideas eurocentristas bolivarianas, el americanismo robinsoniano, la filosofía marxista, la experiencia político-organizativa de Lenin, y el colectivismo precolombino, recreado en el “incanato” proyectado por Francisco de Miranda. Pareciera una colcha de retazos tomados de manera desordenada desde el punto de vista cronológico y sociopolítico. Pero no es una intención descabellada.

Cuando, como decíamos al inicio de estas reflexiones, se maneja el petróleo como un instrumento liberador que fortalece los conceptos de soberanía, integración continental y justicia social, encontramos la presencia de la teoría marxista que ubica a la economía como el factor determinante en el desarrollo cultural de los pueblos, entendiendo la cultura como la totalidad del efecto transformador de la fuerza de trabajo. Si al mismo tiempo ese instrumento se convierte en una expresión de solidaridad y fraternidad con los pueblos del continente y del mundo, en función de la integración política y económica de los estados nacionales, las ideas cristianas y bolivarianas asumen presencia real; y si comienzan a ser promovidos modelos de organización social, política y militar dentro de una espiritualidad nutrida por la realidad americana, Miranda y Simón Rodríguez tienen cabida en esta continuidad histórica a la cual trata de darle forma el proyecto liderizado por el comandante Hugo Chávez Frías.

La propuesta, pues, del Socialismo del Siglo XXI, ha sido inesperada, pero empieza a demostrarse que tiene asidero histórico, político y filosófico.

El trabajo desarrollado por el gobierno venezolano, en el campo de la política exterior, como nunca antes sucedió en nuestra vida republicana, signada por la dependencia, el conformismo, el parasitismo y la chatura intelectual, ha demostrado, en la práctica, que la riqueza petrolera puede tener trascendencia en la creación de nuevas relaciones de producción, de nuevos modelos de realización económica, que permitan el crecimiento armónico de nuestras sociedades en un clima de soberanía, justicia y elevada espiritualidad.

La derrota del ALCA, el fortalecimiento de Mercosur, la apertura de nuevos mercados en Europa, Asia y África, son consecuencia de esa propuesta del Socialismo del Siglo XXI. Negar esa realidad sería un error para quienes responden, en el orden ideológico, a las trampas liquidadoras de la historia, tendidas por el decadente neoliberalismo.

Los problemas surgen cuando nuestro país, el laboratorio de este “Socialismo del Siglo XXI”, no resuelve sus contradicciones, sus precariedades sociales: hambre, miseria, delincuencia, insalubridad, falta de vivienda, desempleo.

Podríamos decir que a un nivel teórico hemos avanzado, como proceso revolucionario, en la producción de un cuerpo de ideas que, fundamentadas en el buen uso del recurso energético, vienen siendo aceptadas por importantes países y sectores del continente y del mundo; pero en la práctica, salvo el logro de algunas Misiones y la evidencia, incipiente, de los macroproyectos de infraestructura, no hemos superado los vicios heredados de la IV República.

En las elecciones de diciembre nos jugamos el avance o la derrota de la V República.

(Continuará)

Publicado por la ANPA, noticias del pueblo



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Tito Núñez Silva


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