Los diez millones de votos

El 3 de diciembre, la mayoría del pueblo de Venezuela podrá demostrarle al mundo entero su inquebrantable disposición de asumir el reto de construir una sociedad de nuevo tipo. Esto, sin embargo, no es causa suficiente para que se propicie, en lo inmediato, un cambio estructural de trascendencia en el país. De ahí que, de igual o de mayor manera, debiera expresarse la firme disposición del gran conglomerado de venezolanos que acompañan el proceso revolucionario venezolano en demoler definitivamente las viejas estructuras que, aún hoy, caracterizan al Estado venezolano y, con ello, enfrentar con una determinación aún más inflexible y radical, todos los vicios de corrupción, burocratismo e ineficiencia administrativa que este mismo Estado engendrara a lo largo de cuarenta años, desvirtuando así la concepción y la praxis democráticas.

Esto ha ido configurando una fuerte paradoja acremente criticada por las masas populares, ya que no ven en los niveles regionales y locales de gobierno la misma vocación revolucionaria de Chávez, por lo cual éste se ve obligado a recriminarles de vez en cuando la conducta observada, reclamándoles una mayor atención a los problemas colectivos.

Es imprescindible, por consiguiente, que la meta de los diez millones de votos para la reelección presidencial de Hugo Chávez tenga su contraparte en la acción de denuncia, de organización, de formación ideológica y de promoción de la participación y protagonismo populares por parte del movimiento popular revolucionario, de modo que la gente se sienta insertada verdaderamente en un proyecto de transformación radical que termine por desbaratar ese viejo modelo de Estado que heredara el Pacto de Punto Fijo del General Juan Vicente Gómez y que se insiste en mantener incólume, a pesar del contenido, democrático multdireccional, de nuestra Carta Magna. Esto representa un cambio cualitativo en la manera de enfocar la campaña electoral presidencial, ya que no basta decirle al pueblo que vote por Chávez, sin hacerle comprender que se trata de delinear y concretar, de modo soberano y creador, un modelo de sociedad totalmente distinto y que tendrá como principal característica la incorporación del pueblo a la toma de decisiones, ejerciendo realmente una democracia participativa, sin manipulaciones o subordinaciones clientelares o demagógicas. Para ello se requiere una mejor comprensión de las diversas contradicciones, resistencias y dilaciones que ha sufrido el proceso revolucionario venezolano, tendiendo como factor emblemático de las mismas la vigencia del viejo modelo de Estado (diseñado para impedir el ejercicio de la soberanía popular). No se trata de ordenar un cambio mecánico o inconsciente, sino todo lo contrario. El mismo tiene que generarse desde abajo, de un modo dinámico y constante, como rasgo distintivo de un proceso de transformación digno de llamarse revolucionario y popular.

Hay que crear, por tanto, a la par de la campaña presidencial por los diez millones de votos espacios que hagan posible la profundización y la direccionalidad del proceso revolucionario, antes que sucumbir a la tentación reformista. Debiera imponerse, entonces, la promoción y la formación revolucionaria de esos diez millones de votos en diez millones de cuadros revolucionarios que tengan la suficiente intrepidez para asumir la titánica tarea histórica de hacer la revolución, a tiempo completo, sin sectarismos o mezquindades de cualquier tipo. Estos diez millones de cuadros constituirían, sin duda, esa vanguardia revolucionaria que tanta falta le hace al proceso bolivariano, de modo que sea reemplazada la actual dirigencia reformista, la que -por ahora- tiene en sus manos las riendas del poder constituido.



¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!

¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!



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Homar Garcés


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