Sin duda alguna, las elecciones presidenciales constituyen el magno evento de la participación política, de allí que las campañas electorales constituyen verdaderos esfuerzos organizados, donde los que gobiernan y los que son de oposición activan diversos mecanismos para influir en la decisión final de los electores. Es decir, las campañas electorales, como procesos estratégicos, involucran la planificación y ejecución de actividades diversas que permitan la mayor suma de votos.
Precisamente, en Venezuela estamos inmersos en medio de un debate político, que se transforma en palabras, en discursos, en hechos y promesas, en pasado y presente, en verdades y manipulación. Estas elecciones del 2006 son como un cruce de caminos: hay que escoger entre democracia y fascismo, entre nacionalismo y entreguismo, entre ideología bolivariana o los postulados de los adecos y copeyanos, mezclados ahora con raros brebajes.
A medida que avanza la contienda se le van viendo las peras ¡al horno!, donde el discurso político va mostrando expresiones, imágenes y gestos que son captados por la audiencia electoral. Efectivamente, encontramos que el discurso del candidato revolucionario apunta hacia la revalorización de los ideales de nuestro Libertador Simón Bolívar y el rechazo al puntofijismo. El chavismo se refiere al presente, pero invitando a construir el fututo de una patria grande, libre y soberana. Desde ese punto de vista, tenemos por un lado, que los triunfos electorales y políticos anteriores han permitido tomar el poder y construir un nuevo sistema político, que permite hablar de un presente revolucionario, donde a través de una acción y práctica de gobierno se viene transformando la realidad socioeconómica del país, con claras tendencias a mejorar la calidad de vida de todos los venezolanos, particularmente de los sectores más excluidos de la sociedad. El nuevo respaldo solicitado es, justamente, para terminar de refundar la república. Por otro lado, está el discurso de los grupos opositores, fundamentalmente el del candidato Manuel Rosales, que reniega de su pasado, critica el presente y pregona un mensaje de incertidumbre respecto a un futuro mejor. Como vemos este tipo de discurso muestra una carga negativa y deja sembrado el caos para que brote la semilla del pasado puntofijista.
Todo parece indicar que la oposición no está muy clara. Sus estrategias electorales se estrellan a cada momento con la realidad. El Candidato Rosales luce disperso, anda atrapado en sus propias carencias y arropado con el manto blanco del fascismo. A medida que se acerca la hora decisiva una especie de depresión y tristeza se apodera de sus seguidores. Su derrota está asegurada. Que así sea.
*Politólogo
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