Moral revolucionaria

En sus últimos discursos, el Presidente Chávez ha hecho énfasis en el hecho de que, en la nueva etapa que debe enfrentar el proceso político, una vez que se produzca su reelección en Diciembre, uno de los aspectos que debe ser abordado y profundizado es el de la moral revolucionaria.

Esto, por su puesto, no quiere decir que durante los primeros años del proceso el tema de la moral no haya sido importante, sino que, en opinión de Chávez, estamos ahora entrando en un momento en el cual la moral se convierte en un aspecto principalísimo dentro del proceso.

Es oportuno entonces que dediquemos unas líneas a este tema, pues en Enero deberá ser abordado junto con la discusión de las características que debería tener el partido único de la revolución.

SOLIDARIDAD POR ENCIMA DE TODO

Entre los aspectos fundamentales que tienen que destacar en la moral de cualquier revolucionario debe estar el de la solidaridad. Simplemente no se puede ser revolucionario sin ser solidario. Y esto es porque el revolucionario sabe que cualquier posibilidad de desarrollo tiene que ser colectiva. En otras palabras, el revolucionario tiene conciencia de que, o progresamos todos, o no lo hace ninguno.

Aunque una persona, a título individual, intente superarse y haga su mejor esfuerzo por lograrlo, no podrá alcanzar un desarrollo pleno de sus facultades, si quienes le rodean se encuentran sumidos en la miseria.

Por otro lado, aquel que ha recibido más oportunidades en la vida, bien sea porque nació en el seno de una familia con mayores recursos económicos, o porque siempre ha gozado de buena salud, o porque tuvo unos padres responsables, que no tenían ningún vicio, en fin, aquel que haya tenido una mejor suerte que los demás, tiene la obligación de entregar los talentos que le fueron regalados, poniéndolos al servicio del colectivo, especialmente de aquellos que han nacido en condiciones más desafortunadas.

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En nuestra sociedad, lamentablemente, nos han metido en la cabeza que el que progresa es sólo porque ha trabajado duro y se lo ha ganado, en otras palabras, porque se lo merece. En contraposición, por lo tanto, algunos llegan a creer que aquellos que son pobres lo son por voluntad propia, porque son flojos, o porque les gusta ser pobres. Manera simplista y cínica esta de justificar el egoísmo de algunos.

Poco pareciera importar, en ese análisis superfluo y manipulador, el asunto de la suerte. Si la persona en cuestión se para a las cuatro de la mañana, para llegar a un trabajo que comienza a las ocho, o si en el lapso de esas cuatro horas no tuvo la posibilidad de tener un desayudo digno, si además tuvo que hacer dos ó tres horas de cola para tomar varias camionetas hasta llegar a su lugar de trabajo, y si luego, a las seis de la tarde tiene que hacer el mismo recorrido pero a la inversa, para estar de vuelta a las diez ó las once de la noche en su casa, y por supuesto renunciar a la vida familiar, social y a cualquier posibilidad de estudio o distracción, por un sueldo en muchos casos miserable.


Desde un carro lujoso, una oficina con aire acondicionado y el estómago repleto de exquisiteces, es por lo menos descarado decir que la persona descrita sea floja.

Hay que darle gracias a Dios por cada buena oportunidad que se nos presenta en la vida, pero a la vez tener conciencia que quien es más afortunado también debe ser más responsable. Y entre esas responsabilidades tiene que estar, obligatoriamente, la de ayudar a aquellos que menos tienen. Eso es ser solidario.

Por cierto, que esta solidaridad no se limita a los compatriotas. Cuando hablamos de desarrollo y progreso, un revolucionario tiene claro que nos referimos a la humanidad en su conjunto, pues todos vamos en este mismo barco que es el planeta. Por tanto, un revolucionario debe también ser solidario con los pueblos más pobres de la Tierra y comprender que, cualquier gesto de hermandad con otra nación necesitada, no es otra cosa que solidaridad, ya no entre personas, sino en este caso entre pueblos.

HONESTIDAD A PRUEBA

La honestidad es otro de los valores que deben ser innegociables dentro de la moral de un revolucionario. No se puede hablar del bien colectivo, si se roban los dineros que son comunes. No se puede hablar de revolución socialista, si el que lo hace se apropia, para su interés particular, de los bienes que son de todos.

Pero en el más estricto sentido de la moral revolucionaria, la honestidad debe ir un paso más adelante. Un revolucionario no es honesto sólo si no toma lo que no es suyo. Eso, en general, lo puede hacer cualquier persona decente. Un revolucionario debe ir más allá. Debe luchar con todas sus fuerzas en contra de la corrupción, denunciar con seriedad y con pruebas a aquel que está dañando los intereses del colectivo.

Un revolucionario no debe ser un hablador de tonterías o montar una cacería de brujas en la cual, según su opinión, cualquiera es un corrupto, porque eso le resta relevancia a este tipo de denuncias. Por el contrario, debe ser sumamente responsable y serio en su lucha en contra de aquellos que se acercan al ejercicio del gobierno no para servir, sino para tomar los bienes que no le pertenecen.

El cobro de comisiones, el recibir un salario sin trabajar, el hacer obras usando materiales de mala calidad, todas estas son prácticas que deben ser valientemente denunciadas y combatidas.

AMOR POR LA PATRIA

Aunque parezca redundante, es necesario decir que un revolucionario debe tener amor por la patria. Esto pareciera obvio pero, dolorosamente, no lo es tanto.

Hay muchos que se llaman a sí mismos revolucionarios pero que no conocen a fondo su propio país. Por ejemplo, a la hora de tomar unas vacaciones, su primera opción es el exterior.

Algunos saben más sobre la historia de los Estados Unidos o la de Europa que la de historia de Venezuela. En fin, son los que con sus opciones reflejan, por la vía de los hechos, aquella terrible frase, que tanto daño nos ha hecho, de que todo lo que viene de afuera es mejor que lo nuestro.

Un revolucionario no puede simplemente decir que ama a Venezuela, sino que esto debe estar en coherencia con su comportamiento, con sus decisiones y con sus escogencias. Además, un revolucionario debe saberse de memoria su país. Conocer a fondo sus costumbres, sus tradiciones, la comida, la música, las manifestaciones culturales y religiosas, la literatura, la poesía, la geografía, la fauna, la flora, las etnias y la historia.

No se ama lo que no se conoce, por tanto, un revolucionario que no conozca su país, en el fondo no puede amarlo por completo.

EL INICIO DE LA DISCUSIÓN EN UNA NUEVA ETAPA

Estas líneas, obviamente, no son suficientes para tratar todos los aspectos que deben estar contenidos dentro de la moral de un revolucionario, sin embargo, la solidaridad, la honestidad y el amor por la patria tienen que estar presentes en cualquier discusión que se plantee sobre este tema.

Los retos que nos tocará enfrentar en esta nueva etapa, requieren dirigentes con una mentalidad nueva, o mejor dicho, renovada, y sobre todo, con una moral elevada. Sólo así se podrán alcanzar los objetivos estratégicos que permitirán construir el país que todos nosotros merecemos.


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Mary Pili Hernández

Ex-ministra de la Juventud, ex-viceministra de Relaciones Exteriores para América del Norte, y ex-concejal por el Municipio Libertador. Cristiana, Periodista, Socialista, Bolivariana, Antiimperialista y Chavista.

 mphopinion@yahoo.com      @marypilih

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