Hablemos de revolución en Venezuela.
Claro deberíamos precisar qué entendemos por revolución y cómo se ha expresado en un tan particular contexto como es el escenario venezolano. También deberíamos diferenciar el concepto revolución del concepto independencia aún y cuando sea el pueblo el protagonista fundamental tanto para el proceso independentista como para el desarrollo de los escenarios obligados y obligantes correspondientes al proceso de la revolución venezolana.
En ese marco, nos consideramos que el proceso independentista, además de su propia temporalidad histórica, fue el desarrollo de un grande movimiento social, político e ideológico que se confrontó, radicalmente, con la realidad de dependencia y dependiente hacia la Corona borbónico-peninsular-ibérica, es decir, española; en última instancia, obligante en la realidad no solo en el escenario geográfico-histórico nacional como también allende más allá, camino hacia lo occidental-sureño-americano en su realidad meridional andina. Mientras que el proceso revolucionario venezolano ha sido un desarrollo histórico circunscrito, en sus comienzos, a ese espacio geográfico-histórico post-colonial que, hay que exponerlo, “ha saltado” esos espacios geográfico-históricos venezolanos para poder caminar por caminos americanos en el marco referente de la modernidad capitalista como realidad socio-económica, política e ideológica en sus correspondientes temporalidades y escenarios continentales.
Como se puede extraer del texto precedente estamos refiriéndonos a dos temporalidades históricas no-asimétricas pero dependientes, ambas, en el marco correspondiente de los Derechos Humanos naturales como de las obligaciones históricas originarias procedentes de los textos y accionares del proceso independentista. Evidente, son los hombres y las mujeres los actores fundamentales, por importantes, en sus gestas personales como colectivas en aquel proceso independentista, independiente de las propias contradicciones y las ambiciones personales.
Es decir, el proceso independentista para su comprensión, por cierto, inconcluso, en sus fundamentos, por evoluciones, aunque lógicas, contradictorias, en esos, sus principios fundamentales fundacionales, son de carácter obligante para la comprensión lógica de qué es Venezuela y los venezolanos y venezolanas lo que significa que el post-proceso-independentista ha marcado un desarrollo autóctono-nacional que es obligante en sus contenidos y obligante en su destino nacional-venezolano en sus bases originarias tanto en los espacios histórico-geográficos como en sus contenidos en un propio campo de ideas libertarias que se han confrontado y se confrontan con las temporalidades históricas nacionales y continental-americana en el marco de los propios desarrollos socio-económicos junto a sus contradicciones expresadas en esas temporalidades históricas donde la gobernanza ha sido un factor fundamental para la identidad nacional venezolana, es decir, para esa dialéctica de su propia temporalidad en todas sus variables expresadas y expuestas, históricamente, no solo para lo interno-nacional-venezolano como los inevitables impactos continental-americano según cada realidad nacional-geográfica a lo largo y ancho de todo nuestro continente americano.
Esa línea de continuidad histórica, para nuestra visión subjetiva-histórica, tiene un “alto en la Historia” de Venezuela en aquel febrero del año 1928 cuando las realidades políticas internas y las influencias externo-ideológicas se expresaron en un estudiantado caraqueño acompañado por pensadores nacionales ante lo que consideraron como una gobernanza castrante en los Derechos Humanos naturales de los venezolanos y venezolanas en sus expresiones políticas, ideológicas pero fundamentales en sus contenidos conceptuales filosófico-políticos frente a aquella gobernanza imperante expresada como y en el “modelo gomecista” en toda su manifestación política e ideológica castrante y a-nacional.
Aquella manifestación de protesta, relativamente corta en su efecto temporal-momentáneo, si se mantuvo como fundamento ideológico en el tiempo histórico de la protesta-revolucionaria, revolucionaria en tanto y cuanto sus objetivos buscaban alcanzar un desarrollo profundo del Estado imperante, buscando alcanzar la modernidad en Venezuela en toda su expresión y estructuras de Estado.
Es decir, aquellos sucesos históricos de aquel febrero del 28 fueron, a decir de Edward H. Carr, “el hecho histórico” cual marcaría la línea del proceso revolucionario-nacional, en evolución y perfectibilidad permanente, correspondiente a la revolución criolla con sus lógicos matices e ideologías diferentes y encontradas en continuidad histórico-temporal según las diferentes realidades nacionales que se irían expresando según esos significativos procesos políticos, que se fueran manifestando según sus temporalidades. Pero ellos son no-discutible en tanto ese “hecho histórico”, arriba en referencia, cual sería el comenzar de un proceso revolucionario tanto por las ideologías adscritas a sus diferentes actores como por los diferentes momentos y avatares que esos actores fueran manifestando según lo “conceptual-personal-ideológico”, de esos actores, pero en considerando, obligatoriamente, al tiempo y, también, las influencias político-ideológicas venidas desde allende nuestras fronteras históricas venezolanas.
En ese orden de ideas, nos consideramos que se nos presenta un espacio histórico desde comienzos de aquel febrero del 28, en referencia, hasta el denominado proceso democrático representativo de aquel año de 1958. Ello no significa que no se hayan manifestado diferentes contradicciones en ese espacio histórico propuesto y debatible tanto en lo expresado políticamente como en sus contenidos ideológicos de los principales actores políticos en ese escenario propuesto.
Fueron años de profundas contradicciones y confrontaciones tanto en las concepciones de Estado como de gobernanza, con expresiones semi-democráticas producto de golpes de estado, de gobierno elegido democráticamente y de dictaduras nacionalistas en diferentes momentos históricos pero, siempre, en nuestro criterio, con ciertas bases nacionalistas muy parecidas por no exponer que parecidas en sus objetivos fundamentales, reiteramos, nacionalistas.
Ello no significa que “lo externo” no se haya manifestado en sus “características influencias”, siempre presentes tanto en “lo político e ideológico” como en “lo económico-clasista” criollo. Es decir, de los fundamentos originarios del 28 podríamos aseverar que el sector reformista-capitalista logró el control de un “Estado-chucuto”, bien denominado como “rentista”, tanto bien en sus influencias civiles como con sus presencias militares, actores históricos en permanente pugna y contradicciones. Pero, hay que expresarlo, el “proceso revolucionario” como proceso de “cambios profundos”, a pesar de las contradicciones lógico-temporales tanto por lo ideológico-dependiente como por las contradicciones y confrontaciones entre-actores-políticos, se mantuvo en el tiempo histórico en el marco de la modernidad y el sistema capitalista.
Como se ha expresado más arriba, sería en 1958 cuando “la revolución criolla” se ve impactada por una objetiva realidad como sería la propuesta ideológica representada en el “Pacto de Puntofijo” porque, en última instancia, dicho y mencionado “pacto” es, en sus fundamentos, un “pacto ideológico” producto de la conjugación de dos ideologías: el reformismo betancourista y los contenidos fundamentales de la Encíclica Rerum Novarum, ambas expresiones ideológicas de carácter “anti-comunista” con lo cual se trataría de buscar controlar y, de ser ello posible, destruir todo vestigio de aquella ideología imperante en aquel “febrero de 1928”.
¿Ha sido el reformismo betancourista y el pensamiento católico, ambos anti-comunistas, factores fundamentales, por negativos, del auténtico proceso revolucionario venezolano-criollo?
Es por demás evidente y fácil de demostrar que “la ideología reformista-católica-anti-comunista” ha sido un factor fundamental pero temporal en el íntimo desarrollo del proceso revolucionario-criollo-venezolano. Ello se expresó, es decir, “la revolución contra-revolucionaria”, permítasenos exponerlo como “revolución” a ese proceso contra-revolucionario porque es imposible negar los cambios profundos, fundamentales, pero dependientes, en el marco del sistema capitalista-venezolano y las necesidades de ciertos cambios profundos de los paradigmas correspondientes al Estado venezolano sobre las bases fundamentales de dos importantes características: capitalismo-reformista y la inevitable por imperativa dependencia al imperio norteamericano.
Desde un principio de aquel año 1958, la “conciencia revolucionaria e histórica” asume sus propias e íntimas responsabilidades expresando sus adversidades a las propuestas ideológicas y sociales contenidas en el “Pacto de Puntofijo”. Aquellas expresiones se manifestaron de forma armada en sus propias realidades limitantes, por lógicas, evidentes e históricas; es decir, aunque aquella realidad imponía el expresar y exponer “la protesta social y militar revolucionaria”, las objetivas condiciones imperantes eran adversas al desarrollo exitoso socio-militar-revolucionario. Es decir, estando el reformismo-católico-dependiente en control del Estado, del Gobierno, de la Política y de “lo militar”, era más que evidente que su triunfo era tanto inevitable como imperfecto; es decir, aquel temporal fracaso de la revolución criolla en sus bases originales del 28, se concluyó en las realidades temporales de la “democracia representativa” en su curso histórico.
Pero ello no significa que los avatares circunstanciales no fueran a enseñar al revolucionario en sus fracasos más cuando la dialéctica está siempre presente junto con “el análisis” objetivo, la sociología y la “identidad nacional” e histórica.
Ello, la falta del análisis dialéctico, en nuestra modesta opinión, es la más importante y profunda debilidad del “puntofijismo” cuando se ha acostumbrado a reaccionar, permanentemente, en violencia según los parámetros aprendidos y aprehendidos de sus pasadas actuaciones como poder político, económico y militar de pasadas aguas en sus temporalidades históricas. Son de carácter chucuta sus actuaciones no solo por “su dependencia al centro” como también por sus propias limitaciones intelectuales en lo conceptual-capitalista; es decir, siendo una “clase política y económica” dependiente del Centro es lugar común la frase de ser “una clase capitalista” que no invierte y adscrita a la economía de puertos.
Es demostrable que el proceso revolucionario criollo al sufrir un debacle temporal era de perentoria necesidad se analizara ese fracaso temporal con cruda objetividad en función de proseguir con el proceso revolucionario en toda su real dimensión.
¿Cuándo y cómo comenzó el “we wil come back”?
Difícil precisar ese momento histórico cuando la revolución criolla asumió la imperiosa necesidad de transformarse y transformar los paradigmas sobre los cuales se debería sustentar el nuevo proceso revolucionario venezolano por criollo y nacionalista en sus correspondientes consideraciones referidas a las objetivas influencias y relaciones externas.
Como es de conocimiento público, por notorio, las derechas han ido conformándose en agrupaciones ideológicas en función de claros objetivos de permanencia en el Poder tanto mundial como nacionales pero con unas obligantes correas de transmisiones comunes de carácter político sobre los objetivos y reales paradigmas del proceso en permanente perfectibilidad del sistema capitalista, lo cual ha significado que de ese modelo puntofijista con sus políticas injerencistas aprobadas y aplicadas desde Costa Rica y Uruguay, esas derechas, han ido evolucionando, en los tiempos temporales, según las objetivas realidades y escenarios en curso no solo nacionales y continentales sino allende el propio continente americano. Por ello, permítasenos una extrapolación, nos, en el marco del proceso actual revolucionario bolivariano y chavista, conocemos de primera mano como desde Madrid, París y Berlín, al unísono, conjuntamente, con ese adefesio llamado “Legislativo Comunitario”, donde las derechas urbanas y rurales, son mayoría, emiten “opiniones” no solo injerencistas sino “golpistas y dictatoriales” cuando a referencia a Venezuela en su proceso revolucionario se refiere.
Es decir, para la revolución nacionalista y criolla venezolana, es imperativo conocer de primera mano y promover su conocimiento, las diferentes instituciones ideológicas que marcan las pautas de las derechas mundiales ordenando políticas contra-revolucionarias sobre los actuales escenarios venezolanos.
Es demostrable como la Revolución Bolivariana y Chavista, como proceso revolucionario nacionalista y criollo, se ha ido perfeccionando en el propio significado revolucionario. Es decir, considerar que nuestra revolución bolivariana y chavista ha nacido “de la nada” es irrespetar la inteligencia tanto de tirios como de troyanos. Este proceso revolucionario ha nacido, en su originalidad posterior, a un desarrollo político que le ha permitido evolucionar, claro, en considerando, también, los escenarios inesperados independientes de sus reflexiones previas.
Es decir, nos preguntamos con toda la honestidad revolucionaria requerida sí el “Movimiento del 4 de febrero” (1992) fue una expresión de derechas, de izquierda y/o una conjunción de intereses nacionalistas vista las confrontaciones de clase que se presentaron y se irían desarrollando desde lo que se ha denominado como CAP-1 agravándose durante CAP-2.
Es decir, en el marco referencial posterior al proceso de expresión, prácticamente, militar del “4 de febrero”, en referencia histórica, se han expuesto las contradicciones, abiertamente, entre “lo civil” y “lo militar” cuales han sido bien comprendidas por la izquierda revolucionaria en contrario a la incomprensión de las derechas después y a partir de cuando sustentaron sus adhesiones en su marco ideológico a “lo militar” durante el “Golpe del 11 de Abril” (2002). Nos hemos desviado.
Es evidente que el “tema militar” ha estado presente en el pensamiento revolucionario nacionalista, bolivariano y de izquierdas desde su mismo origen cuando sería el propio reformista quien hablaba con militares y proponía el utilizar el “máuser” conjugando, en la temporalidad posterior, ese pensamiento civil y militar, en el “Golpe de Octubre” en su praxis gubernamental previa a aquellas elecciones democráticas, en su relatividad, de diciembre del año 1947.
Es bien conocida la opinión de cuadros revolucionarios sobre “lo militar” como es también conocido y sabido sobre los estudios realizados que sobre ese tema, el militar, se han venido realizando en el marco de un proceso revolucionario de “larga data”. Es decir, cuando el Comandante Chávez Frías se refería al tema militar, como militar y como político, se expresaba con una nítida claridad que le permitiría proponer la “unión cívico-militar” de un tenor profundamente diferente a la tradicional relación de las derechas con el sector militar venezolano.
¿Estamos en revolución?
Demostrable que estamos en el proceso de la Revolución Bolivariana y, actualmente, también, Chavista, es decir, es un proceso cotidiano, perfectible, dinámico y en permanente transformación según las contradicciones que se fueran manifestando en al marco, evidente, de la “lucha de clases” y las presiones del capitalismo global.
Ello significa que los revolucionarios y revolucionarias tendrán que, permanentemente, evolucionar al unísono con la revolución nacionalista y criolla, lo que significa, en última instancia, que esas contradicciones que la Revolución Bolivariana y Chavista manifieste en su lógica dialéctica, “dejará en los caminos” a aquellos que vayan girando hacia el reformismo.
UNIDAD, LUCHA, BATALLA, VICTORIA.