¿Realmente la clase trabajadora es revolucionaria de forma natural? ¿Es posible una revolución sin la concurrencia de la inteligencia humana? Las maneras de hacer, la conducta, así como las ciencias, la tecnología, la filosofía llevan dentro una carga ideológica que debemos identificar; inclusive hay ciencias y tecnologías que sirven solo y exclusivamente a una clase social, en estos casos siempre privilegiada, porque puede tener acceso a ellas. No hay neutralidad en las ciencias, en la economía o en la psicología, por ejemplo, se han desarrollado tecnologías específicas para el control de personas y recursos para la dominación de una clase social sobre otras: no podemos pretender democracia o justicia en las leyes del mercado, y menos dejar que el mercado y su ideología implícita gobierne la conducta humana. Detrás de estas leyes está la ambición desmedida de los individuos, detrás del comportamiento de la economía de mercado está la conciencia torcida de la dominación de unos pocos sobre el resto de las personas.
Por otra parte, es la ideología burguesa capitalista la ideología dominante, la que condiciona en general nuestro comportamiento; no existe espontaneidad en nuestros juicios, son prejuicios, así como no es algo dado de manera natural, el mercado capitalista, la competencia, la ganancia, el dinero, la explotación, las divisiones de clases, todo este “producto humano” tiene historia, tiene una fecha de nacimiento, inclusive la conciencia y el sujeto mismo del conocimiento la tienen, esto nos lo recuerda Nietzsche. El capitalismo y sus “aparatos ideológicos” se han ocupado de purificar sus instituciones fundamentales de su historia bochornosa, por eso resulta una ingenuidad creer en una revolución sin la acción consciente de una vanguardia revolucionaria y la acción consciente de líderes avanzados a su época y a su realidad, que sean capaces de develar el engaño y demoler la costra que nos enceguece.
Sin Bolívar es imposible pensar la revolución de independencia bolivariana y su herencia, sin Marx y Lenin es inconcebible la revolución rusa, sin Fidel la revolución cubana y sus respectivas vanguardias de capitanes e ideólogos de la sociedad del futuro y su herencia. Burlarse de estas mentes revolucionarias adelantadas a su tiempo, calificándolas con sarcasmo de mesías, y a la fe popular que los invoca de “mesianismo”, es la tarea de los ideólogos del capitalismo, destinados a hacer aparecer como natural su sistema de opresión y explotación, y perpetuarlo junto a sus instituciones y a sus mecanismos científicos, tecnológicos y seudo filosóficos.
Cuando luchamos por demoler el sistema capitalista y cambiar a la sociedad en su conjunto es comprensible que nuestros enemigos políticos ataquen a la espiritualidad que genera los cambios, a los que piensan; a sus líderes más avanzados, perspicaces y valientes. Lo que no se justifica ni se entiende es que dentro de la misma revolución no se crea ahora en el valor de la vanguardia y del líder. Luego de la muerte violenta de Chávez, luego de su asesinato, la revolución se detuvo, y un “pragmatismo capitalista” orientado a sostener el poder en vez de la revolución, sustituyó al líder y a su vanguardia por un grupo de tareístas obedientes a fórmulas y técnicas vaciadas de la ideología socialista, de su moral; sin voluntad y trabajo revolucionario (sobre todo voluntad, sacrificio revolucionario), mecanismos netamente capitalistas.
Es el caso del uso exagerado de la publicidad y de las agencias de publicidad y sus técnicas en sustitución de la creación de consciencia y del trabajo político, de la formación de consciencia mediante el estudio y la palabra franca, el contacto directo con la gente, con la realidad real, la fuente primaria; se fue abandonando gradualmente el compromiso con la revolución y con Chávez, trocándolo en una especia de superchería, de culto a sus imágenes en sustitución a la responsabilidad de continuar con su legado y el de la revolución. Es el caso de la falsificación, de la transformación del Plan de la Patria de Chávez en una receta neoliberal, guillada dentro de un lenguaje robado al mismo Chávez, para disimular el contrabando.
Opuestos al “mesianismo” porque sus pulsiones capitalistas pudieron más que sus mentes, la mala consciencia pequeñoburguesas se colocó por encima de la consciencia y la consciencia del deber social, como lo diría Che. Ausencia de voluntad. Judas vendiendo al cristo por 30 monedas, esa es una imagen universal, muy acorde al caso.
No hay nada de malo en un mesías, en un salvador, en que alguien asuma la responsabilidad y el liderazgo de Chávez, se comprometa con la revolución y la dirija, no hay malo en una vanguardia que piense y practique la sociedad que deseamos por y para todo el chavismo, que hoy está confundido, fragmentado, desilusionado; peor es una sociedad de judas.
Quienes ahora reniegan de los líderes auténticos como no cabe duda fue Chávez, de Bolívar (de Marx, de Lenin, del Che); esa “cosiata” traidora, trabaja para una sociedad de judas, donde todo tiene un precio, todos tienen un precio; trabajan para el capitalismo, conscientes o no.
La historia nos devuelve a los grandes líderes cada tanto tiempo, en favor de la humanidad, cada vez que sea necesario, por ejemplo ahora. Las revoluciones sociales son un aliviadero de la estupidez humana sacudiendo la conciencia, para que no se corrompa a la especie, y perpetuarla en el tiempo. Hoy luchamos para no perecer por el capitalismo, y por el efecto de la corrupción de sus judas, políticos ordinarios, medrosos sin resistencia, pendejos disfrazados de socialistas, trabajando para sus futuros verdugos