“La democracia es el poder del pueblo y no la expresión popular” (La Gran Carta Verde de los Derechos Humanos en la Era Yamahiriya).
Cuando nos aprestamos a conjugar opiniones, conocimientos, emociones, sentimientos y experiencias propias o apenasen torno a lo que debiera ser el socialismo en el siglo XXI, específicamente en Venezuela, no está de más señalar que la democracia la entienden y la asumen los sectores populares de una manera diametralmente distinta a como la entienden y asumen sus contrarios, los sectores dominantes de la sociedad, llámense éstos económicos, políticos, intelectuales, eclesiásticos, militares y sindicales. Por ello, ambos sectores se fajan en un pugilato histórico por alcanzar para sí las mayores cuotas de poder y de bienestar que, en algunos casos, desembocan en un punto crítico que trastoca todo el orden establecido. Dependiendo de la correlación de fuerzas, alguno se impondrá finalmente al otro, haciendo que avancen o retrocedan las conquistas democráticas hasta entonces conocidas. Esto obliga a demarcar posiciones, aceptando de antemano que, en la mayoría de los casos, los sectores populares asimilan como propia la ideología de los sectores dominantes, lo cual beneficia ampliamente a éstos últimos.
Como lo graficara Eduardo Galeano, “el ejercicio democrático ha estado muy limitado a las ceremonias formales de la democracia. Cuesta mucho identificarse con esto, entender que el voto implica algo más que el momento en el que se deposita un papelito en una urna, entender que ésta no es una misa sin Dios, que la democracia tiene un contenido y que ese contenido se lo da la gente, se lo da el pueblo que participa. Y si el pueblo no está, no hay democracia. Y ése es un proceso complejo, difícil”. Este debiera ser el primer asunto a resolver a la hora de plantearse en serio la construcción e instauración de un nuevo socialismo, sin caer en mesianismos populistas y, menos, en manos de una burocracia partidista que todo lo decide en nombre del pueblo. En esta dirección, el objetivo de tal socialismo es hacer posible el poder popular, desde abajo, en un constante crecimiento y rejuvenecimiento ideológico que haga obsoleto e ineficaz el control de las viejas estructuras del Estado. Y esto hay que esparcirlo por doquier, sobre todo, en el seno de las fábricas donde los mismos trabajadores conviertan en realidad la secular aspiración socialista de abolir la propiedad privada de los medios de producción y, de ese modo, eliminar las injusticias y la explotación generadas por el capitalismo. Asimismo, es preciso que las masas populares se politicen al máximo grado, manteniéndose en movilización y debate continuos a fin de evitar que una minoría se imponga por encima del interés general y haga degenerar el concepto, la praxis y los efectos de la democracia participativa y protagónica como expresión fidedigna de ese nuevo socialismo a crearse.
Para que este nuevo tipo de democracia rinda sus frutos entre nosotros, es imprescindible que se adopten valores que la refuercen cada día. Uno de los mecanismos más idóneos es la multiplicación de las asambleas populares, de manera que éstas profundicen la práctica y la concepción democrática y encaren las acciones de manera colectiva, redefiniendo la sociedad en que se vive. Mediante éstas podrá articularse, organizarse y unirse la diversidad de luchas, reclamos y visiones del mundo que habitamos, de modo que impulsen a los sectores populares a la movilización. Tal como lo indicara Karl Marx, “la emancipación de los oprimidos será obra de ellos mismos”, esto llama a acentuar la necesidad de movilizar y organizar a los sectores populares para que influyan en la toma de decisiones respecto a la clase de país y de sociedad que se anhela en función del bien común. Esta democracia asamblearia o consejista, llevada a su máxima expresión, abriría perspectivas de acciones unitarias y solidarias más amplias. Las mismas combatirían con éxito las desigualdades, las opresiones y la subordinación –hasta hoy, muy común- del bien común al interés particular de un grupo o de una persona. Esta sería una de las principales características de ese nuevo socialismo que emergerá en este siglo XXI y hacia el cual se orientan, de manera casi intuitiva, todos los pueblos de nuestra América.-