En artículo reciente, que puede hallarse mediante el enlace https://www.aporrea.org/actualidad/a265195.html, hice referencia al ego de Jóvito Villalba, quien solía decir "yo y mi partido y mi partido y yo". También del de Betancourt, tan enorme como poca su estatura, me refiero a lo físico, lo que aclaro para no desatar polémica inútil y porque bien sabemos los venezolanos quién fue el controvertido personaje. Bien puede considerársele grande o pequeño, depende de cómo se le evalúe. Los cumaneses de mi tiempo tenían su tabla rigurosa, sigo midiendo con la misma.
En el mundo se habla del ego de los argentinos, el cual debe estar muy estropeado ahora por su deslucimiento en el mundial de fútbol. Pero esto de los argentinos es un decir que nació entre sus vecinos, porque si de ego hablamos, en el norte hay por demás, mucho más grande. ¿Quién le gana al ego del señor Trump? ¿Es acaso común que un jefe de Estado empuje deliberadamente a otro para ocupar el puesto que escogió previamente para la foto? ¿Cuándo habla o proponme algo no parece más interesado en hacerse notar? ¿Cuál ha sido siempre el comportamiento de las tropas estadounidenses dónde llegan? Curzio Malaparte, en su obra "La Piel", de lectura masiva entre los jóvenes de mi tiempo, deja ver eso con la llegada de esos ejércitos a territorio italiano, vencido Mussolini y pese el enorme aporte, heroicidad de los "Partisanos" o tropas populares del pueblo italiano, en gran medida dirigidas y alentadas por el Partido Comunista de ese país, eje de la resistencia contra el fascismo. Hasta podemos apelar a los pueblos árabes que aquellos invaden. ¿Con cuánta arrogancia e irrespeto no tratan los componentes de las tropas estadounidenses a colombianos y japoneses donde tienen sus bases militares? En Japón frecuentemente la población protesta esa presencia a causa de la conducta arrogante, prepotente de esas tropas. ¿No tiene nada que ver con el ego, aunque sea de clase, mandar al carajo aquello de la libertad en las relaciones económicas para proteger a empresarios de su país? ¿No ha sido el dejar hacer y pasar, desde los tiempos del liberalismo económico, "laissez faire, laissez passer" la consigna estrella de los gringos? ¿En lo que fundamentan su presunta democracia y libertad? ¿Romper unilateralmente su compromiso en lo relativo al acuerdo nuclear entre OTAN e Irán, cómo interpretarlo?
A Maduro le cuesta por demás ocultar su egocentrismo. Y eso extraña, tomando en cuenta que su padre fue uno de los hombres más humildes que he conocido. Lo sé bien, porque como antes he contado, en 1958, recién caído Pérez Jiménez, por dos años más o menos, convivimos en la misma pensión, una ubicada en la esquina de Balconcito, en la Parroquia Altagracia del Italiano don Atilio.
Tiene, Maduro, lo del yo tan pegado que sus asesores de publicidad o hacedores de imagen, le inventaron eso de "cuándo digo yo, digo somos", como para suavizar la vaina. Cuando se es así y se tiene poder, se corre el riesgo de creerse dueño de todo, de aquello y la verdad, como derecho a imponer sus opiniones. Por eso mismo habla en demasía y finge con cosas aprendidas poco antes de empezar a hablar, por lo que incurre con frecuencia en disparates. Pero también eso puede convertirse en su punto débil. No me lo crean, siendo yo un simple maestro, pregúntenle a Jorge Rodríguez que es psiquiatra. Un hombre así, rodeado de quienes opten por adularle, una manera de hacerse del poder, ganar ventajas de todo tipo, es vulnerable. ¿Cuánto de eso pudo haber en el propio Stalin, Gómez, Pérez Jiménez, Betancourt y tantos hombres como ellos? Ahora mismo, leyendo el ensayo "Una Venezuela metida en cintura. 1900-1945", de Elías Pino Urrieta, el autor afirma que Cipriano Castro fue víctima de eso y Gómez, pese lo taimado y callado, que nunca dió manifestaciones de egolatría, terminó siendo víctima y victimario por aquello. Son cuantiosas las anécdotas que revelan cómo fue rodeado de adulantes.
Lo de "cuando digo yo, digo somos", sus asesores o servidores lo oficializaron también con la intención de vender la idea que su palabra es la del pueblo todo. Intentan convertir una deficiencia como incorregible en una virtud. Es el mensajero del señor, hijo del sol y por lo tanto intérprete y algo más del pueblo. Por eso, ha venido tomando cuerpo la idea que éste poco tiene que decir; tiene su intérprete vocero y mensajero.
Ya antes hemos hablado como el presidente y sus asesores, procuran que las llamadas reuniones de gabinete que se transmiten por televisión, donde sólo él habla y los demás están allí para recibir órdenes y tomar nota de lo que aquél ordene, sólo sirven para sembrar la idea de su autoridad y mando, lo que debe trasladarse a todo el cuerpo social. No es que todos ellos lo crean, sino que eso les con conviene, forma parte del "Contrato Social", por recordar a Rousseau. Por supuesto, los "mandaderos" acogen ese proceder con gusto porque lo trasladan a sus predios o espacios, donde ellos mandan. Y de esa manera se acaba con lo de "participativo y protagónico" de lo constitucional que, para quienes ejercen el poder, es un estorbo.
La última comparecencia ante la televisión de Jorge Rodríguez, ministro de información y actuando supuestamente como portavoz del gabinete, fue una evidente demostración de cómo los funcionarios del gobierno alimentan y exaltan el ego presidencial. En vista que el país se cae a pedazos, como que hay problemas graves con el suministro de agua, gas, transporte y electricidad, por sólo nombrar esos cuatro, reunido el gabinete supuestamente para analizar y acordar como abordar esos asuntos, Rodríguez al informar, dijo más o menos lo siguiente:
"El presidente Maduro, en la reunión de gabinete ha trazados tres líneas- creo fue ese el número – de acción para resolver en breve esos asuntos" y como dicen los venezolanos" y por allí se fue.
De lo dicho por Rodríguez, los ministros del área respectiva no tuvieron nada que decir y nada dijeron. Quizás cuando mucho dieron alguna información. Lo demás, el qué hacer y cómo, fue decisión del presidente. No habló Rodríguez, como debe hacerse en nombre del gabinete o del gobierno nacional, sino del presidente Maduro. Supone él, Rodríguez, para eso es psiquiatra, que si Maduro dice yo, quiere decir nosotros y uno debe entender su mensaje de la misma manera. Que se sepa, Maduro pa´ los que salgan.
Así mismo el ministro no tiene porque pedirle opinión a nadie que tenga a su lado o por debajo y si la pide, que la necesita porque no es un sabelotodo, lo que decida será exclusivamente por su cuenta. Eso es "lo colectivo, participativo y protagónico".
Años atrás, leía con frecuencia una revista que me llegaba mensualmente de Corea del Norte, siendo jefe de Estado y del Partido Comunista, el abuelo de quien ahora ocupa ese cargo. Según esa revista en ese país nadie sabía nada ni tenía idea como resolver el menor asunto, toda solución emanaba de la cabeza del jefe. Era aquel señor como un iluminado o un Dios terrenal que ofrecía solución a todo asunto. A eso le llamaban culto a la personalidad que no es sino una manera de alimentar o regar el ego. De eso mismo acusaron a Stalin.
El personaje que es así tratado termina creyéndose todo aquel cuento y actuando en concordancia, mientras quienes lo alimentan y riegan, en sus espacios, promueven y gozan del mismo tratamiento y culto. Es pues como un pacto secreto pero a voces.
¿Tiene eso que ver con lo participativo y protagónico? No. Nada. ¿Pues qué pueblo va a participar y protagonizar si tiene al frente unos gobernantes ungidos por tan bellos dones? Lo único que tiene es esperar que todo llegue, corriendo el riesgo que los días se le vayan en la espera. Como pasarse la vida esperando un milagro; que la gravedad se invierta.