Vivimos la agonía de una época que comenzó con la caída de pérez jiménez. El agotamiento del estamento político fue inexorable, la poca profundidad estratégica de los líderes fue su perdición. La desaparición de los grandes abrió paso a la mediocridad engreída que consiguió acabar con la calidad en la dirección. Fue de esta manera, paso a paso, que llegamos a la desolación política de hoy.
En Venezuela no hay gobierno, pero tampoco hay oposición. El Chavismo se diluye entre la inercia y la ineptitud, la oposición se pierde en la voracidad de apetitos egoístas, la masa no consigue ir más allá del día a día, derrota ella misma a sus intentos de redención, lincha a sus libertadores, apoya a sus verdugos, cava su propia sepultura. La huida, la estampida de los hijos de esta tierra, es una señal ignorada de la gravedad de la situación, es la muestra de la desesperanza, la falta de arraigo, del desconcierto de quienes no tienen dirigentes, razones sagradas para luchar por su tierra.
Lo que se necesita no es un simple cambio de gobierno, no se trata simplemente de "maduro vete ya", se trata de algo más profundo, es el fin de una época: la dictadura militar de pérez jiménez dio paso a más de medio siglo de gobiernos socialdemócratas manipuladores de la renta. Chávez fue un intervalo milagroso, que no pudo zafar al país de las garras de la mediocridad bañada en el oropel petrolero que acabó con la relación esfuerzo-logro. La atmósfera dolarizada dispensa el estudio, el esfuerzo, su mayor exponente son los días grises de hoy cuando el sistema capitalista petrolero perdió su maquillaje y muestra los huesos. Hoy el gobierno ataca a la inteligencia, al conocimiento, como nadie nunca se atrevió, desdeña la cultura, destruye la memoria, de manera sin precedentes en la historia. Este gobierno es el destilado de más de medio siglo de actitud equivocada. Todas la malas mañas están presentes hoy, pero aumentadas, todas las taras del pasado volvieron. pero más horrendas. Más allá de esto la socialdemocracia no tiene futuro, para ella es el fin de la historia.
Necesariamente, a pesar de las voluntades, el futuro exigirá cambios profundos. La vieja política, la socialdemocracia, el gobierno heredero, no de Chávez sino de la cuarta, no tiene nada que ofrecer, tampoco la oposición. No entienden el momento que vivimos, lo más lejos que llegan es a proponer cambios monetarios, pañitos calientes, no entienden que la situación exige cambios drásticos, no se trata de una continuidad, un simple cambio de gobierno, salir de maduro, lo que se avecina es un cataclismo social, una extinción, el nacer de lo nuevo o la barbarie insospechada.
Cómo será ese inexorable salto histórico, cuándo, no lo sabemos. Lo que sí se columbra es que el líder, o los líderes de ese renacer, no aparecen aún en el horizonte, al contrario, lo que se vislumbra es la decadencia de una época, el desvanecimiento definitivo de lo que se niega a morir.
Del pasado sólo quedará el recuerdo de los santos derrotados, de Pio Tamayo, Rodolfo Quintero, Gustavo Machado, Fabricio, Lovera, Américo, Argimiro, y de Chávez. A menos que...
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