No es sólo la capacidad individual, institucional y colectiva de gobierno, la que determina, en última instancia, los resultados favorables o desfavorables de la gestión de un gobierno. Frente a un programa o proyecto de gobierno ambicioso o revolucionario, necesitamos alta gobernabilidad y elevada capacidad de gobierno para hacerlo realidad. Poco podemos lograr, si es baja la gobernabilidad y la capacidad para gobernar procesos complejos, dinámicos, cambiantes y plenos de incertidumbres. Existe una íntima relación e interconexión, entre estas tres variables: Proyecto de Gobierno (PG), Gobernabilidad (G) y Capacidad de Gobierno (CG). En buena medida, el PG y la CG dependen, muchos más que la G, de nuestra voluntad y decisión. Somos los arquitectos, ingenieros y constructores de la obra que ofrecemos cumplir. Podemos diseñar los programas, proyectos, operaciones o acciones, así como los objetivos o metas que aspiramos alcanzar, pues ellos dependen, en gran medida, de nuestra decisión.
Los podemos hacer solos o acompañados. Podemos diseñarlos junto a un grupo de especialistas y/o pulsar la opinión de numerosos profesionales, comunidades organizadas, empresarios, militares, universitarios, etc. Podemos someter a la consideración del pueblo una idea o podemos escucharlos para sacar nuestras propias conclusiones y traducirlas en un PG. Lo que no depende sólo de nuestra voluntad, es que el PG se cumpla según lo planificado. El PG es una apuesta a futuro, que se cumplirá o no, en un contexto o escenario sobre el cual no tenemos total control. Éste, dependerá, en gran medida, de la CG y de la G. Y, de estas dos variables, será la CG, la que determinará, en última instancia, los resultados del PG. Si poseemos elevada CG, tendremos mayor probabilidad de garantizar elevada G. Es decir, a mayor CG, existe mayor probabilidad de controlar variables relevantes. Aunque, muchas veces, esas variables podamos controlarlas por azar o casualidad. Ejemplo de ello es: el incremento o disminución sorpresiva del precio de un producto de exportación, como el petróleo; la incapacidad y desaciertos de quienes se oponen a nuestro PG; las conspiraciones, saboteos, movilizaciones u otras acciones que desvien nuestro foco de atención y los esfuerzos institucionales y colectivos a favor del PG.
Lamentablemente, la mayoría de los políticos, que se forman sólo en la práctica político-social, sin formación ideológica y teórica ni en el Arte, las Ciencias y Técnicas de Gobierno, terminan siendo unos ignorantes al cubo, es decir: no saben que no saben de lo poco que saben. Dicho de otro modo, tan pronto "toman el poder" o asumen un cargo y se acostumbran a sus privilegios y se rodean de aduladores y genuflexos, terminan creyendo que todo lo saben. Hasta el más mínimo detalle del conocimiento científico, intuitivo o esotérico. Incluso, lo que es más grave aún, terminan pensando que son expertos en Gobernar. Todo se desmorona, cuando les toca evaluar con rigor los resultados de su acción de gobierno. Entonces se apela a los productos intermedios para tratar de ocultar, el fracaso de su gestión. Vamos a estar claros, no es solamente la ganancia o perdida de unas elecciones la que determina el éxito de una gestión. A veces, podemos hacerlo bien y, sin embargo, perder una justa electoral. Por el contrario, podemos haber jugado mal y podemos volver a ganar unas elecciones. De modo que, nuestra valoración del éxito o fracaso de una gestión no depende sólo del éxito o fracaso de unas elecciones, aunque este sea un indicador importante. El éxito dependerá, de cuanto hemos logrado avanzar en la dirección del cambio que nos habíamos propuesto en nuestro Programa o Plan de Gobierno (PG). Se justifica, moralmente, llegar y permanecer como gobernantes, sólo si se garantiza que se cumplan los sueños y esperanzas de nuestro pueblo.
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