El señor que firma Neftalí Reyes, después de su último artículo donde denunció y acusó a cuanto enemigo del gobierno de Maduro existe (por noticias críninis o por carambolas), debe haber vaciado toda su alma…, de hecho quedó vacío. Miren lo que dice al final de sus angustiosas palabras
…"lo que deseo es trascender sobre los que pretenden erigirse como los "verdaderos salvadores" de la Revolución Bolivariana y no son más que unos delincuentes paridos por las propias contradicciones dialécticas de este proceso político, cuya responsabilidad no solo descansa en los hombros de Nicolás Maduro, y el propio Comandante Chávez, sino también en nosotros mismos, que a veces se nos alborota el Andrade, el Ramírez, temir, o Izarra que llevamos por dentro…"
Pongamos por caso que al señor que firma Neftalí no se le alborote el Andrade, el Ramírez, el Temir, el Izarra… ¿Qué creen ustedes que quedaría? Ese es el asunto del cual trata nuestros escrito: "ser o no ser" en revolución. Este señor se aligeró bastante acusando y condenando a cuanto enemigo de Maduro existe y quedó vacío sin razones superiores a él que lo mantuvieran en pie, luego de denunciar a medio mundo no supo qué hacer con lo que quedó, es decir, con ese fatalismo, dudando hasta de su propia probidad, que lo dejó triste, dejando ver que carece de propósitos políticos claros y un poquito elevados; solo tiene a Maduro. Este personaje muestra que no cree ni lucha por nada, es como un mandado, aparte del hecho de estar defendiendo a un felón, a un traidor de la revolución y de Chávez, por motivaciones aparentemente automáticas, mecánicas, parece "guardaespaldas".
Maduro es el verdadero responsable de todo lo que pasa, por lo menos, con la revolución y el socialismo, con la pérdida del camino hacia el socialismo, del entusiasmo revolucionario y de los métodos y objetivos revolucionarios…, de la razón de ser de la revolución socialista. En este momento la prioridad del gobierno debería ser el buen vivir de toda la sociedad desvalida, del resto de la sociedad distinta a los grandes burócratas y "empresarios honestos" o sea, distinta a los ricos y nuevos ricos, capitalistas nacionales y trasnacionales, inversionistas propios y foráneos.
Esta ladilla delata la pacatería del santurrón que teme que se le alborote el Andrade… porque no tiene otra cosa qué hacer en la vida que la de ejercer de víctima y Juez, ser, como Jean Baptiste Clemence, un "Juez penitente". En cuanto a "ejercer de Ramírez" no importaría mucho, porque podría llegar a entender un poco el sentido revolucionario de la lucha, de cómo hacer las cosas en una revolución dentro de un país como el nuestro. De esto se trata este escrito, de la pérdida el sentido revolucionario.
En el comienzo de una revolución lo que sobra son insatisfechos y corruptos. Una revolución es una acción acometida por un grupo de vanguardia, y cualquier gobierno revolucionario que se instaure muchas veces se rellena con lo que hay, por decirlo de alguna manera. Depende de la rectitud de esa vanguardia vigilar la conducta de sus cuadros y de la sociedad en general. Para la revolución, en sus comienzos, peor que un ser que haya caído en la tentación pequeñoburguesa de la riqueza fácil, es aquel que no cree en la revolución, que no lucha, que no critica ni analiza la realidad de cara a la victoria, un ser fatalista que está mirando y buscando corruptos en todas parte, incluyéndose a él mismo, porque no entiende de qué se trata la lucha, o no quiere luchar porque no puede, o sencillamente no cree en la revolución socialista y en sus métodos (pero el fatalista perdió a su Dios, que, si no cae en la tentación pequeñoburguesa, tampoco tiene un ideal en qué creer y por el cual luchar, que lo cobije, que le sirva de estímulo y modelo de vida, de razón para vivir: Maduro no sirve para eso, está comprobado).
Nicolás Maduro es uno de esos pacatos, o hipócritas, que, persiguiendo a los corruptos, cree salvarse de la tentación, o, mejor dicho, para ser más preciso, salvar su "reputación" como revolucionario. Pero, al tiempo que persigue corruptos distrae la atención de la gente, como un prestidigitador –porque está haciendo todo lo contrario para acabar con ella (la corrupción) y hacer una auténtica revolución socialista-: se entrega al facilismo reformista, a los capitalistas, tal y como lo denunció Chávez en su momento. El asunto, o mejor dicho, la ladilla es que Maduro es el verdadero responsable de lo que pasa ahora. Mientras tanto, al "mandadero" su candidez lo delata,
"Raúl Gorrín, quien en el año 2013 se reunió con el presidente Maduro, en el marco de un esfuerzo que hizo el gobierno por acercar a los sectores (mediáticos) que históricamente han conspirado contra la Revolución Bolivariana.",
Es decir, dice conchudamente, que en 2013 Maduro se acercó a los enemigos y estos lo traicionaron. Confirma lo mismo que ha hecho Maduro desde que está en el gobierno hasta la fecha de hoy, un esfuerzo por acercarse a los empresarios privados conspiradores para conquistar la paz sin pelear, así de fácil, haciendo concesiones…. Sí una persona confía y lo traicionan, y luego confía y lo traicionan, y más adelante confía y lo vuelven a traicionar es idiota. Cuando muy poco, tenemos un presidente incapaz. Cuando mucho, tenemos un presidente cómplice de todo lo que está pasando.
Pero Chávez, que sí sabía lo que hacía y a donde quería llegar, supo que la paz solo era posible en la conquista del socialismo; ¡por un golpe y por unos traidores Chávez no se iba amilanar, y así pasó!, en vez de pactar con la derecha arremetió de frente contra la meritocracia pitiyanky de PDVSA, defendió sus instalaciones, enfrentó a los conspiradores, no les dio dinero (al menos conscientemente). Como sí se los dio Maduro, a pesar de las advertencias de Chávez, y les sigue dando dinero y pedazos de país…: no fue Temir Porras sino Maduro, no fue Gorrín sino Maduro, no fue Izarra,¡ fue Maduro!, y mucho menos Ramírez; ¡lo hizo Él! (a menos que fuera idiota), para que la burguesía y el imperio se quedaran tranquilos. Pero le salió el tiro por detrás, y ahora quieren más y no se los puede quitar de encima.
Este señor máquina, o lo que sea, personifica las acusaciones y juicios del gobierno de Maduro a todo aquel que represente un peligro para su reputación política y directamente para su permanencia en la dirección del país. Como buen periodismo escandaloso, acusa de delincuentes a personas que todavía no han sido juzgados en tribunales. Habla de proxenetas, de delincuentes, de ladrones, con la ligereza de una periodista (no de un "periodisto") de farándula. Se erige en juez y luego en víctima del mal de la corrupción, un poco para disculpar las tentaciones que ha tenido que soportar Maduro en estos cinco años; como "curándolo en salud".
La idea general es mezclar a personas como Ramírez y Mommer con resentidos, con pícaros como Andrade, Temir Porras, Pedro Carreño o Andrés Izarra; igualarlos en una difusa corrupción. Y no pueden hacer más, porque no entienden, no saben nada de revolución ni de lucha revolucionaria; solo hablan por Maduro, es la consciencia de Maduro, su representación, y este último la representación del reformismo y del capital.