Un poco por no tener nada por hacer y menos en qué pensar y viendo, algo extrañado, que de quienes por aquí escriben hasta ahora nadie le ha parado a este asunto, opté por abordarlo.
No pudo ser más rutilante el debut de Maduro en Aporrea. Y me dejó estupefacto. Lo que menos esperaba era eso, que enviase un trabajo suyo a la página diabólica, esa como el dólar to day de la ideologización, según la percepción de Aporrea que se tiene en ciertos niveles oficiales. Por supuesto, desconozco si envió allí ese trabajo o alguien entre los suyos, atendiendo una indicación procedió en consecuencia o si los editores obrando por cuenta propia lo tomaron de alguna parte. Lo cierto es que me quedé, como ya dije y vale la pena repetirlo, estupefacto. Al verle allí, por el uso de la palabra distopía, como conservada, nuevecita por el poco uso, sacada de paquete, en principio percibí aquello como una entelequia y las palabras entropía, diatopía, misantropía y filantropía, escondidas por años en mi pequeño inventario, intentaron sublevarse.
Su debut tuvo pues algo de rimbombancia. Es decir llamativo, entiéndase bien. No tuvo el éxito cuantitativo que caracterizó los de Giordani y Rafael Ramírez quienes el primer día alcanzaron más de setenta mil lectores, el presidente después de 24 horas apenas llega a unos 4500, pero si por lo del título, "Distopía socialista". No fue pues un efecto cuantitativo adicional, sino más bien digamos cualitativo por el uso de aquella palabra, que si bien no aumentó mi salario, si mi modesto vocabulario y con una palabra de esas que un amigo llamaría cohete, como para lucirse en cualquier baile. Veamos, "Distopía socialista", ¡una guará!, diría Jorge Rodríguez. Sobre todo la primera palabra, por demás extraña y de muy poco uso. Es de esas palabras que uno suele llevar en el inventario en sitio aparte para sacarla cuando nos queremos acicalar y hasta abrillantar un poco. Aunque debo confesarlo, no tengo inconveniente alguno, no la tenía entre las mías. Tanto es esto cierto que el artículo me llamó la atención y lo leí más que todo por ella; surtió en mí un efecto mágico. Pero antes de leerlo me vi obligado a buscar su significado en el diccionario. Por eso supe que "Se atribuye la primera utilización del término "distopía" que existe documentada a John Stuart Mill, en un discurso de una intervención parlamentaria en 1868. Si bien el término distopía estuvo relegado del Diccionario de la Real Academia Española fue añadido por uno de sus académicos quién describe la distopía como: representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral».7
Casi inmediatamente pensé en Aldo Huxley y su novela "Un mundo feliz", la de aquellos hombres fabricados en serie con características determinadas, identificados con letras del alfabeto griego, desiguales entre ellos y cualidades para reaccionar de manera planificada, unos robots, o sea una sociedad futura "con características negativas". Tipos como listos para aceptar la cooptación y ser cooptados. Pero también pensé en Aristóbulo y esa sociedad que imagina donde maestros, médicos, ingenieros, obreros especializados estarían dispuestos a trabajar, y sin caer en corrupción, rendir al máximo y hasta dirigir las empresas donde trabajen a cambio de cualquier salario que su jefe, un burócrata, les imponga, mientras empresarios y hasta los bachaqueros especulan a más no poder.
Pero leí el artículo y me quedé como con una dispepsia, pues en él se habla del socialismo que algunos imaginan y lo imaginan malo. Lo que no sé a ciencia cierta, pues mi dispepsia me indispuso y volvió más lerdo de lo habitual, tanto que hasta me sentí como disléxico, es si en el artículo se alude a la como muy mala costumbre de atribuirle al socialismo maldades y hasta males que se manifestaron en sociedades reales o la mala costumbre de pensar que aquello es inherente al socialismo distinto al que imagina Maduro. Un confundir por conveniencia, no importa de cual lado se halle quien en eso cae, socialismo con capitalismo y del peor. Digamos la libertad y la igualdad, son dos valores inherentes al socialismo, sea este el del siglo XXI o el que soñó y hasta habló y escribió Marx. Si en el mundo real la dieron por llamar socialismo a un estado de cosas que no era ni es, eso es atribuible a determinados personajes y procesos donde se le da al individuo, al que gobierna, demasiados poderes y hasta se incurre en el error de endiosarlo y todo eso por debilidad de liderazgo. Debemos revisarnos, no vaya a ser que estemos defendiendo una "distopía socialista", y no nos percatamos. No es que tengamos lo que cierta oposición dice, sino lo que no dice porque ella es como igualita. Es decir, se hace lo contrario de lo que se dice como que el discurso habla de protagonismo y hasta participativo y en la práctica es todo lo contrario, aunque las formas engañen. Estos procederes hacen a uno sufrir de dispepsia y lo vuelven disléxico. Veamos como Guaidó habla de democracia y soberanía popular pero en la práctica eso le trae sin cuidado. Lo importante es deshacerse de Maduro. ¿Para qué? Ni ideas tiene, pues no ha tenido tiempo de pensar en eso.
El artículo pues, cuando habla de la distopía, se refiere a quienes imaginan el socialismo malo, pues el nuestro según el presidente, no es eso, no tiene caracteres negativos. Lo malo es que cuando terminé de leerlo, como ya dije atraído por aquel como atrevimiento y desafío que pudieran a cualquiera provocar un derrame cerebro vascular, representado en aquel nada común título, tanto que medio mundo debió pelar por el diccionario como lo hice yo, no hallé nada más impactante y fuera de lo común. Pues allí no hay nada distinto y menos nuevo como para justificar el uso de aquella palabra tan rebuscada y en desuso. El discurso es el mismo de antes y todos los días. Y ese escrito de un presidente, estando de por medio un mundo entero que espera le expliquen claro ¿qué es lo qué quiere el negro?", a uno le dejó no sólo insatisfecho sino más inclinado a interrogarnos acerca qué más pudiera pasar entre nosotros como para justificar el uso del término de Jhon Stuart. ¿Qué venga un estado de cosas negativas? ¿Más? ¿Acaso las dificultades que confrontamos de todo tipo no lo son?
Y me dejó estupefacto y perplejo, el que se insista en llamar esta sociedad deprimida y deprimente, disléxica, dispéptica y hasta "una distopía", socialista, lo que es sin duda un proceder extraño.
Por lo anterior si me pareció digno de comentar aparte de lo ya expuesto, es como el presidente insiste en hablar de un socialismo que según él acá estamos construyendo. No diré más porque el lector de esta cosa sabe por bastante y por demás, de eso hemos hablado y escrito en demasía y en eso callaremos por ahora. Conoce bien, aparentemente más de lo que el presidente se imagina. Con lo que éste, el presidente, le da la razón a quienes sugiere, inmersos en eso del concepto del socialismo que alude, pues este socialismo nuestro está lleno de prácticas, valores y circunstancias atroces como para al hablar de él, pensar en una "distopía socialista". Pues un socialismo con hambre en lugar de abundancia y sin solidaridad, más bien por bachaqueros y especuladores, grandes que atacan con respaldo de pequeños, en verdad es como una pesadilla o una distopía.