¿Por qué Chávez?, porque si no hubiera sido por Chávez usted y yo no estuviésemos escribiendo y debatiendo en este pequeño saloncito... Bueno, por lo menos yo. Chávez es nuestra referencia, él fue quien comenzó este revuelo de opinadores, de gente irreverente en la calle, de maleducados y de cerebritos avispados. Una tarde entró en el metro (de Caracas) uno de esos señores que se sienten con el derecho auto infringido de informar a los pasajeros de lo que "realmente" pasa en el país y educarnos, "como debe ser"… en cómo deben ser las cosas. Comenzó como siempre admitiendo que todos éramos unos ignorantes y terminó, para resumir su nutrido discurso, echándole la culpa a los colombianos, de todos o casi todos nuestros males, "Chávez –dijo al final – fue quien originó esta invasión… por esta ignorancia estamos como estamos". Al escuchar que acusaba a Chávez, una anciana sentada muy cerca, comenzó a defenderse en serio. Dijo que ella tenía cuarenta años viviendo en Venezuela con hijos y nietos venezolanos y jamás iba a renunciar a su nacionalidad colombiana, y por ahí se fue en defensa de Chávez. Hablaba muy bien y "de corrido"; una costeña de piel curtida con ojos despiertos y mirada inteligente (no puedo decir que tenía otra), avivó la conciencia aletargada de muchos aludidos en el vagón generando una discutidera de vainas que hizo que el orgulloso altanero xenófobo y antichavista se bajara repentinamente en cualquier estación. "Siempre Chávez –dije yo –... Chávez, aunque usted no lo crea tiene sus cuantos dolientes". Es inevitable volver a Chávez, para amarlo o para odiarlo. Chávez nos aclaró las cosas a muchos, por lo menos definió los bandos, el metro es un buen termómetro para darse cuenta de esto.
No se puede dejar atrás porque nunca antes un militar, político y hombre público se atrevió asumir la responsabilidad de sus actos, de hacer la promesa de volver y cumplirla, y de ir contra corriente frente a un pueblo acostumbrado a obedecer, a calársela sin revirar. Chávez no es concha de ajo. Ni siquiera la guerrilla venezolana tuvo la oportunidad certera de conmover así a todo un pueblo como lo hizo Chávez aquel 4 de febrero. Además de aglutinar a la llamada izquierda toda deshilachada y hacer de ella un paño para limpiar su propio rostro. Sin Chávez la Liga Socialista estaría enterrada con el difunto Jorge Rodríguez padre; sin Chávez Nicolás Maduro y los hermanos Rodríguez estuvieran trabajando para cualquier gobierno adeco ahora, Jaua dando clases, Aristóbulo haciendo pactos con primero justicia o Copei para romper el quórum en el congreso nacional, Douglas Bravo escondido como siempre, todo estaría en su cauce y curso normal hacia el despeñadero incierto.
Chávez, si no fue Lenin, y si no fue Bolívar, por lo menos lo intentó y lo dejó ver con claridad, es decir, fue un modelo a imitar, de coraje y terquedad, de inteligencia.
Pero sus enemigos (de derecha a izquierda) no están muy de acuerdo en lo de la inteligencia. Ellos siempre han sido los inteligentes, desde Elías Jaua hasta Elías Pino Iturrieta. Lo que pasa con muchos de estos y sus reproches a la inteligencia de Chávez, es la idea servil que tienen de ella; pensar en que es inapropiada para los quehaceres de la vida, para corregir los hábitos o malos hábitos, y, casi siempre que se cuenta con ese pensamiento resulta cierto, sus prácticas de vida dejan mucho qué desear. La inteligencia funciona mejor en un discurso que en las cosas prácticas, de lo contrario es solo ingenio campesino. La inteligencia de Chávez está aunada a su idea de cambios necesarios, de revolución, de ajustes; a su preferencia por los más necesitados y cómo sacarlos de su ignominia, a la vida, al amor y la desesperación de no morir tan pronto. No le fue útil para prejuzgar al mundo, despreciar, discriminar, odiar o resentirse de nadie, o para justificar el estatus, por ejemplo, la brecha de desigualdad, los prejuicios tontos pequeñoburgueses instituidos como "sentido común"; todo eso quedó fuera del ámbito de su inteligencia. Ahora mismo recuerdo que Chávez intentó besar en la mejilla a la reina Isabel (o eso se pensó), y da mucha risa la indignación farandulera de la derecha y no tan derecha venezolana por la "incultura" diplomática de Chávez…. Si de algo nos deberíamos sentir orgullosos hoy los venezolanos es del odio que le tuvo el rey de España –y de seguro le tiene – a Chávez y a su "malos modales". Esa aristocracia, más que vencida, de medio pelo, no se acaba de desaparecer del mundo porque los plebeyos no nos queremos ni un tantico así…
Chávez nos enseñó a decir SÍ frente a lo que somos, a querernos un poco más y dejar atrás esa eterna vergüenza de ser venezolanos ante el mundo, o pobres, incluso bolivarianos (hay algunos sub queridos convencidos de que nuestro verdadero libertador se llamó Friedrich Hayek, porque el otro solo fue un forajido). Revaluar nuestros conceptos de mala educación, de inteligencia, de fuerza, de nacionalidad, de patria, todo eso se lo debemos a Chávez... Por ejemplo, para saber qué tan pacato y farsante nos resulta Maduro volvemos a Chávez y nos aparece un indicador; mientras Maduro habla de la Patria como si fuera el Excálibur del Rey Arturo, Chávez nos recuerda que Patria sin justicia social no existe, que si no es para todos no es para nadie.
Dependiendo del camino que elijamos Chávez nos puede iluminar, y hoy el camino es él, no queda otro, no hay un tercer camino. O el pacto Maduro – Guaidó o el camino de Chávez, y así les sea muy desagradable a muchos, la puerta a ese camino está en Rafael Ramírez. Lo importante es no retroceder en conciencia, Chávez nos reconoció y visibilizó, nos dio un puesto en la sociedad y hay que asumirlo, tomarlo y hacer lo correcto, lo mejor que podemos de acuerdo a nuestras capacidades.