Ahora, yo le regreso la pregunta con el pueblo ¿De qué pueblo habla usted? ¿De Lorenzo Mendoza* y la gente decente, de los pequeños propietarios, de los bachaqueros, de los contrabandistas, de los pensionados, de todos revueltos?... ¿Usted se mezcla con todo ese pueblo o tiene alguna preferencia?
Mi Chávez es el que yo elegí, porque busqué en él lo mejor para mí. Sin esa identidad personal nunca lo hubiese apoyado. Sin esa identidad personal Chávez no huviera sido lider de nada. Me identifiqué con su honestidad y sentido de responsabilidad, pasión y voluntad para trabajar, cualidades que yo respeto y por las cuales lucho también por fijarlas en mí y en los demás, y practicarlas, de forma personal, en silencio… y con ese Chávez me quedé. Realmente no me interesa el Chávez que llevan los demás en la mente o en su corazón ahora, pero sí quisiera que todos los demás apoyaran y llevaran en su corazón el mío, de eso se trata la revolución para mí. Le advierto desde ahora que no creo en el gregarismo, en las turbas enardecidas, en el fanatismo, en los votos de esta democracia, me molesta todo lo irracional, particularmente cuando se da en masa. Yo creo que las revoluciones no las hacen los pueblos huérfanos; más bien los pueblos con sus líderes…, y no son irracionales.
Por otra parte, para tener pueblo hay que ganárselo dando ejemplo de lo que somos capaces, y saber cuál es el pueblo que se quiere tener. De seguro que Chávez no quiso gobernar un horda de desaforados, aprovechadores o ladrones. Se trata de dar un buen ejemplo y exigir una contraprestación a cambio, yo te ofrezco dignidad y tú me das dignidad, yo te doy casa y tú te educas. Para tener pueblo hay que ser un modelo, tener algún tipo de carácter, hay que ser un líder. Chávez tuvo pueblo porque hubo algo que nos impactó de él a muchos, y lo seguimos. Ese pueblo, luego se fue decantando. De una masa amorfa quedaron los que nos dejamos educar por sus maneras (carácter para hacer las cosas, maneras de pensar, de hablar; pasión, desesperación, algo humano que hubo dentro de él que siempre resaltó por encima del discurso, del protocolo, de todo lo gregario, que inevitablemente se nos sale, y que hay que controlar, cuando somos líderes de masas...), o por los que creyeron en él por las razones que sea. Mi Chávez es el líder, no el que sacó más votos haciendo trampas, sino el que renunció a seguir contando votos porque no sacó los suficientes. El Chávez de los demás, no me interesa. Me parece una verdadera ociosidad ocuparse de eso.
El Chávez de Ramírez sí me interesa. ¿Usted quiere saber por qué? Porque conozco a Ramírez un poco y lo he visto en acción, y puedo decir que tiene algunas cualidades fundamentales que yo admiré en Chávez, a saber, a Ramírez le cuesta mentir, eso es importante para mí, se le nota si lo hace o lo intenta, y él es consciente de eso. Ramírez en el trabajo es incansable y organizado, metódico, como Chávez. Es leal a sus amigos (lo que puede llegar a ser a veces un problema). Y Ramírez nunca rechazó una conversación con el más humilde de los trabajadores, sobre el tema que fuera; ni se trasladaba de una torre a otra de la Campiña con una caravana de guardaespaldas, ni dejaba que vaciaran los ascensores cuando iba en ellos, y esas ridiculeces que suelen hacer los ministros. Para mí –en este universo humano lleno de gente voluble, pusilánime, pícara, sin carácter, sin voluntad, o con la única voluntad de ser mediocres e ignorantes, de aprovechadores y mezquinos – contar con estas cualidades ya es suficiente, ¡ojalá todos los venezolanos fuéramos así!
Bastante he escrito sobre este tema del líder y sus valores para tener que decir ¡Viva mi Chávez!, eso es ridículo. Yo grito, como todo el mundo, ¡Viva Chávez!, el que me conozca ya sabe de qué hablo o porque lo digo. Lo mismo me pasa cuando se lo oigo decir a Maduro o a Iris Varela; ya sé qué quieren decir. Por eso me esfuerzo un poco para leer bien el sentido de cada discurso, cada gesto, cada contexto y no quedarme con las apariencias.