El aburrimiento y la pasión

Una medida de la aceptación de un gobierno, de su fortaleza, es el aburrimiento social que produce y, en contrapartida, la pasión social que lo acompaña. Claro que hay otros parámetros, políticos, económicos, sociales, pero estos, el aburrimiento y la pasión, son medidas realizadas por la intuición, esa que no tiene el rigor de la ciencia aunque con frecuencia tiene más aciertos.

Los gobiernos capitalistas se preocupan por insuflar en sus sociedades una pasión falsa, vacía, un espejismo; no importa su origen, lo necesario es impedir el aburrimiento, terreno propicio para acciones no controladas por ellos. Por ejemplo, trump mantiene a su sociedad apasionada por el tema racial, la lucha contra los inmigrantes ilegales, la batalla de papel contra el peligro amarillo, eso sin contar a Hollywood, al béisbol. En otros países, el futbol funciona como el apasionante, a quién se le ocurre pensar en otra cosa que no sea el final de la Champions, o la disputa de Messi y Ronaldo por el mejor jugador, evento similar a la pasión de una elección presidencial; en China, la producción es la pasión, no hay tiempo para otra cosa. La pasión es ingrediente necesario para una Revolución, pero esta no es falsa, vacía, es pasión revolucionaria capaz de fundar mundos, no es mera distracción.

Es así, el aburrimiento social, lo contrario a la pasión, es un signo del agotamiento de un gobierno. Si la sociedad está ensombrecida por el aburrimiento, si nada la emociona, estamos en presencia de un grave peligro, esa sociedad perdió el combustible, está paralizada, es terreno propicio para cualquier barrabasada, se trabó en una especie de "rasputitsa".

De este madurismo que hoy padecemos, de los falsificadores, se puede decir muchas características, anécdotas, chistes, pero una cualidad lo identifica, es un gobierno aburrido, repetitivo, envejeció temprano. Ese es su mayor debilidad, no han conseguido emocionar ni siquiera a su base clientelar; ya la avenida Bolívar es una tristeza, solitaria, perdió la alegría de aquellas marchas, de aquel bullicio, la emoción abandonó esos lares, fue sustituida por trucos de televisión.

El gobierno hace esfuerzos por elevar la pasión: la amenaza de invasión sólo sirve para distraer la nostalgia de los que en el gobierno extrañan sus años de ramplar y jugar a la guerrita; los planes económicos nadie los cree, la gente teme a los economistas improvisados a los que todo le sale peor de como estaba, las amenazas de magnicidios son un chiste malo, el programa del miércoles ya no encuentra qué inventar para emocionar. El gobierno hace esfuerzos por parecerse al pasado, grita, regaña y lo que le sale es una morisqueta, la masa imperturbable se pregunta ¿por qué no sermonea a Padrino, por qué no amonesta a diosdado?, sólo se atreve con los ministricos: con piñate, con el ministro de deporte, que son como desechables; el efecto es contrario al que quiere conseguir, la imagen que construye es la contraria del original.

El aburrimiento le gana el juego al gobierno, es signo de su agotamiento. La pregunta que surge es ¿qué va a pasar? La respuesta está en la capacidad de reaccionar de una sociedad apática, depende de quién le devuelva la pasión. Puede ser que el capitalismo consiga montar el circo electoral, anuncian parlamentarias, sin dudas movilizarán a los oportunistas, pero seguirá el aburrimiento. Puede ser que el fascismo cabalgue sobre el aburrimiento, la apatía, y entonces conoceremos barbaridades aceptadas por la anomia. Puede ser que un "Por ahora" se cuele en las grietas del capitalismo y el trópico de nuevo sorprenda al mundo.

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Toby Valderrama


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